Algo inherente a nuestra naturaleza es el poder creer en que tal vez existe más que lo que se encuentra ante la vista... existen cosas que apenas yacen en nuestro subconsciente, pero que nos hacen sentir mejor, y en verdad que no hay ningún motivo para descartarlas. Entre esas cosas se encuentra la fe en que debe haber un destino superior para todos, y que hacer el bien, siempre será una de las mayores alegrías que podamos sentir. Pero se trata de hacer el bien con humildad, con sinceridad, no como aquellos que siempre que tienen algún buen gesto, se aseguran de tener un fotógrafo cercano.
La Navidad es un buen momento para acercarnos hacia lo que deseamos ser, lo que quisiéramos ser, y aproximarlo a lo que somos. No olvidar que fuimos niños alguna vez: si logramos conservar lo que nos queda de ello, por poco que sea, será un buen paso hacia una mejor vida, y a una mayor felicidad. Esa emoción por lo nuevo, la aventura de descubrir, de ver algo maravilloso en casi todo lo que nos rodea es la sal de nuestras vidas, si perdemos eso, nos convertimos en meros sobrevivientes.
Si somos creyentes en Dios o no, al menos, mantengamos dentro esa pequeña llama de Fe y de Esperanza, en que no podemos ser solo un enorme conglomerado de células, moléculas y de átomos, organizados durante cierto tiempo, y que después todo se acaba. Esa fe nos puede ayudar a vivir mejor. Solo hay que mirar alrededor, cada uno de nosotros puede ayudar a que las cosas sean mejores, ya eso de por sí, resulta trascendente: intentemos que lo bueno se contagie y se extienda, porque lo malo se mueve rápida y fácilmente.
Sintamos hoy en nuestro corazón que somos seres muy especiales, con un gran destino y de algún modo eso que llamamos Navidad estará entrando en nosotros, haciéndonos mejores. No cuesta mucho abrir nuestras mentes...
Felíz Navidad
para todos,
Queridos Amigos