No cabe duda de que a las presentes generaciones nos ha correspondido desenvolvernos en un mundo pleno de conflictos y dificultades. Lo que muchos, con marcada resignación, catalogan como la necesidad de adaptarse a nuevas realidades, no es más que la aceptación de una vida llena de controles y miedos. Podría decirse que tanto avanzar, para ahora llegar a ese tipo de pensamiento retrógrado, resulta un contrasentido.
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Bruce McCandless II, en la 1a caminata espacial libre de ataduras, en 1984
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El disfrute de un progreso vertiginoso, que parecía habernos convertido en los seres más afortunados en toda la historia de la humanidad, repentinamente parece haberse revertido. Hasta mediados del Siglo XIX, la gente nacía y pasaba toda su existencia sin observar grandes cambios en el mundo y en su estilo de vida. En el presente, vemos como los avances tecnológicos disponibles tornan en obsoleto casi todo, en un abrir y cerrar de ojos. Como un ejemplo, la mayoría de nosotros hacemos uso de la informática con gran naturalidad, para muchas actividades, no solo recreativas e informativas, sino también laborales y comerciales. Hoy sería muy difícil concebir nuestra vida, con la ausencia de internet. Y sin embargo, hace apenas veinte años, pocos llegarían a imaginar todo esto.