viernes, 2 de agosto de 2019

Roma, la Ciudad Eterna (parte 2).

 

La Leyenda.


Eneas llevando a Anquises. Enócoe de figuras negras. ca. 520-510 aC.
Foto: Bibi Saint-Pol, 2007. Museo del Louvre, París, Francia.

A orillas del río Tíber, algo inusual alteraba la monotonía de la tarde. Una cesta flotaba precariamente sobre las revueltas aguas, hasta que al fin quedó varada en un recodo. Curiosa, la primera en acercarse fue una loba, cuyos cachorros tal vez la aguardaban hambrientos
. Se relamía de satisfacción, al encontrarse ante dos niños recién nacidos. Para una cazadora implacable como ella, no todos los días se presentaba la oportunidad de obtener tan fácil festín... Sin embargo, sintió que algo la detuvo, ¡algo más fuerte que su instinto! A partir de ese momento, por increíble que parezca, la fiera cuidó de ambos infantes y los alimentó, como si fueran sus propios hijos. No había duda de que esos niños gozaban de la protección de los dioses. Pero ¿quiénes eran? ¿por qué alguien los habría entregado a las aguas del río?