miércoles, 25 de octubre de 2023

Apuntes sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América (parte 5).

 



Levantando el Poste de la Libertad, en 1776. Pintado por Frederick A. Chapman.
Grabado por John C. McRae, Nueva York, 1875. Biblioteca del Congreso, EEUU.

En el año de 1778, la llama de la rebelión amenazaba con propagarse hacia las demás provincias norteamericanas. La recién destituida cámara de los ciudadanos de Virginia siguió operando en la clandestinidad, dedicándose a sabotear las actividades comerciales británicas. En Nueva York, la temperatura también iba en aumento. Algunos grupos de exaltados, adoptaron la costumbre de colocar altos postes de madera o Astas de la Libertad, en algunas plazas o lugares céntricos de la ciudad. Alrededor de ellos, los ciudadanos se reunían, para conversar y expresar sus opiniones políticas. Allí tampoco faltaba el licor. Sobre el madero, se fijaban carteles de protesta y era común que los ánimos se exaltaran, pero sin llegar a causar mayores problemas de orden. 

Resulta evidente que se trataba de una provocación a las autoridades, quienes por lo general se hacían la vista gorda y les dejaban hacer. Al permitir un cierto grado de desahogo popular, bajaban la presiones para el gobierno. Pero no siempre se podía contar con la paciencia del oficial de turno. En más de una ocasión, esos postes, símbolos de libertad y rebeldía, fueron mandados a derribar.


Los Hijos de la Libertad quemando una copia de la Ley de Timbres, en 1765.
Biblioteca del Congreso de los EEUU:


En enero de 1770, en Nueva York, un piquete de soldados ingleses no solo derribó uno de ellos, sino que lo convirtió en leña y lo apiló frente a la casa de los Hijos de la Libertad. Como era de esperar, se produjo la protesta airada de los más volátiles, y los casacas rojas respondieron con sus bayonetas. Los heridos fueron convertidos en mártires. La noticia se propagó de inmediato por todas las colonias. De ese modo, como resultado de la torpeza de un oficial británico, se sumaron nuevas voluntades, a la causa de los radicales.


Faneuil Hall, en 1775. Por Grabado por Charles Bryan, 1840.
Biblioteca Pública de Boston, Mass. EEUU.
Fuente: bostonteapartyship.com

Mientras tanto, en Boston, la situación se tornaba crítica. Los Hijos de la Libertad hostigaban sin descanso a los soldados. Pero no conformes con ello, molestaban a todo aquel que mostrara algún tipo de simpatía por el gobierno o hacia las fuerzas militares británicas. Era una mera cuestión de tiempo, para que se produjera un enfrentamiento, ya que la hostilidad en contra de los casacas rojas  era mayor cada día. Les lanzaban frutos, bolas de nieve, e incluso palos y piedras, pero los soldados tenían la orden rigurosa de no disparar. Soportaron estoicamente, pero todo tiene un límite...

Una tarde invernal del año de 1770, las cosas tomaron otro cariz. Mientras cumplía con su guardia, un soldado de Su Majestad, al ser atacado con bolas de nieve, optó por pedir refuerzos. De inmediato fue socorrido por un pelotón de veinte efectivos, armados con bayonetas. Debían controlar una multitud de varios cientos de personas, acatando la orden de no abrir fuego contra ellos. Por supuesto, la falta de respuesta servía de estímulo para los más atrevidos. 


Crispus Attucks. Autor desconocido, 1897.
Fuente: Biblioteca del Congreso de los EEUU.


De los gritos e insultos iniciales, pasaron a arrojar piedras, o cualquier cosa que tuvieran a la mano. Traicionado por los nervios, uno de los soldados disparó hacia la multitud. Luego de escucharse varias detonaciones, la gente corrió despavorida. Sin embargo, algunos de los manifestantes quedaron allí, tendidos en el piso. Ese día 5 de marzo de 1770, murieron tres personas. Luego fallecieron dos de los heridos. Entre las víctimas, se encontraba un hombre llamado Crispus Attucks, quien es considerado la primera baja en la guerra por la independencia de los Estados Unidos de América.

Por cruel que pueda parecer, este es el tipo de situaciones de las que siempre alguien intenta obtener provecho. Incluso hoy en día sigue ocurriendo. 


Imagen idealizada de la Masacre de Boston, 5 de marzo de 1770. Autor desconocido.
Fuente: Administración Nacional de Archivos y Registros de los EEUU.


Como si hubiera estado esperando algo así, Samuel Adams inició una fuerte campaña de opinión. Le dio el nombre de "Masacre de Boston" a los lamentables sucesos, tergiversando lo ocurrido, de manera intencional. Según esto, los soldados dispararon de manera inmisericorde, en contra de una multitud pacífica. Los fallecidos fueron convertidos en mártires. Se les rindieron honores, en un funeral al que asistió buena parte de la población de Boston. Ante la ira generalizada, el gobernador Hutchinson tomó la decisión de evacuar las tropas de la ciudad y esperar que los ánimos se tranquilizaran. Y pudo haber sido así, de no ser por los errores en la política impositiva que siguieron cometiendo el Rey Jorge III y sus ministros.


Retrato al pastel de John Adams, por Benjamin Blyth, 1766.
Colección de la Sociedad Histórica de Massachussetts.


Los soldados acusados por la matanza, fueron sometidos a un juicio del cual no salieron tan mal parados. Como dato curioso, en su defensa intervino John Adams, de cuyo comportamiento patriótico jamás hubo dudas y quien luego habría de convertirse en el segundo presidente de esa nación, una vez que conquistara su independencia.  Demostró que lo de la masacre no había sido más que una exageración. Pero el daño estaba hecho, cada vez más colonos se sumaban al bando separatista. 

El boicot a los productos británicos seguía causando graves pérdidas a los comerciantes e industriales ingleses. Entre los años de 1767 y 1769, el intercambio comercial con las colonias se había desplomado hasta en un 40%. Esto hacía recaer la presión sobre el Parlamento, para aprobar con urgencia, algunas modificaciones en la política impositiva. Lord Frederick North, quien ya había ejercido como "Ministro de Finanzas", tras la muerte Townshend, fue designado Primer Ministro, el 31 de enero de 1770.

 

Lord Frederick North. Por Nathaniel Dance-Holland, ca. 1774.
Fuente: National Portrait Gallery. Londres, Reino Unido.

El Rey finalmente estaba complacido, al ver en ese cargo a uno de sus favoritos. Ahora, sus opiniones tendrían un mayor peso, en la instancia parlamentaria. Pero ese triunfo político, sería el preludio para una gran derrota para las armas británicas. Entre una cosa y otra, en el lapso de doce años, en los que lord North fungió como Primer Ministro, se perderían las ricas colonias norteamericanas, luego de una derrota ante un enemigo al cual menospreciaron, hasta que fue muy tarde. No obstante, su gestión pareció iniciarse con buen pie. Apenas a un mes de los sucesos de Boston, el gobierno dejó prescribir la Ley de Acuartelamiento y derogó los impuestos creados por Charles Townshend, a excepción de uno...

Estas medidas resultaron exitosas, ya que fueron tomadas como un gesto de buena voluntad por parte del gobierno inglés. A la vez, la sociedad conservadora colonial, no acababa de digerir la idea de pertenecer al mismo bando que los Hijos de la Libertad. Solo que olvidaban que mantener la vigencia de un solo impuesto, siempre de manera inconsulta, significaba que en el fondo, las cosas no habían cambiado en demasía. Algo fue notorio: la derogación de los impuestos no provocó grandes celebraciones, como ocurría en el pasado. Más bien, parecía reinar una tensa calma. 


Taberna El Dragón Verde, en North End, Boston. Allí solían reunirse los Hijos de la Libertad.
Fue demolida en el año de 1832.


Calma al fin, no era deseable para los grupos radicales. Samuel Adams veía con preocupación como se puso fin al boicot comercial y las aguas amenazaban con ir tomando nuevamente su nivel. Así pasaron dos largos años, en los que todos los roces y malos momentos parecían haber quedado en el olvido. Según eso, los colonos se acogían a la vida tranquila y productiva, propia de una sociedad eminentemente conservadora. Los partidarios radicales de la independencia, debieron ser pacientes, en la espera de una oportunidad; no debían precipitarse y correr el riesgo de terminar de perderlo todo. 

De manera sorpresiva, esa oportunidad se presentó, en junio de 1772. Una noche, mientras realizaba labores de patrullaje, la pequeña goleta de la flota británica, el HMS Gaspée, quedó varada en un banco de arena, cerca de Warwick, en Rhode Island. Esos barcos de vigilancia eran odiados por la gente, cuya economía se apoyaba en el contrabando, en gran medida. Al correrse la voz, muchos se hicieron presentes en el lugar del naufragio. Un grupo liderado por Abraham Whipple atacó y abordó la nave; a empellones, desalojaron a los tripulantes, y pusieron fuego al Gaspée. Aparte del maltrato, ningún funcionario británico resultó herido.


La Quema del Gaspée, Por Harper y hermanos,1883.
Grabado aparecido en Harper´s New Monthly Magazine,
No. 399, agosto de 1883.


En esta ocasión, los rebeldes habían excedido los límites tolerables para el gobierno de Jorge III. Destruir un barco de su armada, casi equivalía a una declaración de guerra. Los culpables serían llevados a juicio en Londres. Por más que se ofreció una tentadora recompensa de 500 libras, para quien aportara información que llevara a la captura de los que atacaron y quemaron el barco, no se presentó ningún interesado. 

Para colmo de males, la amenaza de llevar ante un tribunal foráneo a un colono americano, resultó contraproducente. Además de producir un rechazo unánime, fue utilizada para inducir el temor en los ciudadanos, frente a la posibilidad de ser juzgados lejos de su país, por jueces y jurados extraños y poco imparciales. Por lo ocurrido y por sus consecuencias, la quema del Gaspée es considerada por muchos, como la chispa que hacía falta para desatar las hostilidades, de manera irreversible, entre Gran Bretaña y las Trece Colonias norteamericanas.


Lecturas adicionales. 

El Asta o Poste de la Libertad. Origen y simbolismo.

¿Qué fue la Masacre de Boston?

Crispus Attucks. ¿Héroe o mito?

La Masacre de Boston y John Adams.

La quema del Gaspee y sus consecuencias.


  




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