miércoles, 22 de marzo de 2023

Geografía fantasiosa medieval. Polyhistor.

 

Los proverbios flamencos, o la Capa Azul. Por Pieter Brueghel el viejo, 1551
Museo de Arte, Berlín, Alemania. Fuente: Google Arts & Culture.



A lo largo de la época denominada como la Edad Media, se produjo un estancamiento en muchos aspectos del progreso humano. Entonces, el estudio y el saber eran tenidos como verdaderos privilegios. El analfabetismo y la ignorancia reinaban por doquier. Durante su fugaz existencia, de acuerdo a la esperanza de vida de aquellos tiempos, la mayoría de las personas, ni siquiera se alejaban demasiado de su lugar de nacimiento. Por supuesto, existía un enorme contraste con el estilo de vida de la nobleza y una parte del clero. 


Ilustración del libro Las Muy Ricas Horas del Duque de Berry.
 Producido por los hermanos Limbourg, ca. 1410.
Museo Condé, Chantilly, Francia.


A raíz de ello, el pensamiento mágico-religioso vino a ocupar el lugar del conocimiento. La superstición y el temor a lo desconocido florecieron en la Europa medieval. Pero a la vez existía una fascinación por lo extraño y lo sobrenatural. Según las historias narradas por los viajeros, que se aventuraban más allá de lo conocido, ocurrían sucesos extraordinarios y se abría un mundo poblado por criaturas fuera de lo común. 


 Retrato de Solino. Crónicas de Nüremberg.
Por Hartmann Schedel, 1493. {{PD-US}}

Guiados por ese espíritu, desde la antigüedad algunos eruditos escribieron tratados sobre una especie de "geografía fantástica", que tenía la particularidad de ser tomada como cierta. Entre estos personajes, uno de los más influyentes fue Cayo Julio Solino, quien llegó a ser conocido erróneamente como Polyhistor. Estudioso de la gramática latina, se convirtió en recopilador de algunas obras antiguas.


Una edición de Polyhistor, de 1539.
Por Camers, J. y Bonhome, M. 


Él vivió entre los siglos tercero y cuarto de nuestra era. Se sabe poco acerca de su vida, pero desde el Siglo V comenzó a ser mencionado por otros autores, entre ellos, el famoso arzobispo de Sevilla, San Isidoro. Su obra Collectanea rerum memorabilum (Colección de cosas maravillosas), alcanzó una gran notoriedad, y de ella hoy subsisten unos trescientos manuscritos; los más antiguos de estos corresponden al Siglo VIII. Aunque se trata de un intento por describir el mundo, en realidad llega a convertirse en un extenso inventario sobre criaturas fantásticas y fenómenos sorprendentes.


Portada de la Historia Natural, de Plinio el Viejo.
Fuente: http://www.bac.edu/library/rarebooks
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Luego del advenimiento de la imprenta, el libro llegó a ser reproducido en épocas tan tardías como los Siglos XVI y XVII. Es sabido que en su mayor parte, no es más que un extracto habilidosamente seleccionado, de la Historia Natural de Plinio el Viejo, en especial. A pesar de ello, en ningún momento Solino hace la menor mención de Plinio, ni de los demás autores antiguos que le habían servido como fuente. Sin embargo, sus relatos adornados de fantasía merecieron una gran credibilidad y toda esa distorsión de la realidad, a la postre llegó a ejercer una influencia nefasta sobre la percepción que se tenía de nuestro mundo.


Monumento a los Descubrimientos, en Belem, Lisboa, Portugal.
Foto por Basilio, 2005. Licencia CCBY-SA 3.0


Aún en la Era de los Descubrimientos, numerosas representaciones que eran consideradas como mapas confiables, por los devotos cristianos, mostraban la ubicación de los lugares y llevaban insertas las imágenes que Solino describía en su interesante compendio. Incluso alguno de los más connotados pensadores del Medioevo, como San Agustín, le asignaban veracidad a esas fantasiosas descripciones. Debido a este tipo de escritos, los avances en el conocimiento geográfico, que eran el legado de los antiguos sabios de Grecia, en especial Eratóstenes, Hiparco y Ptolomeo, quedaron postergados, para terminar cayendo en el olvido.

 
El más antiguo retrato conocido de San Agustín.
Autor desconocido, Siglo VI. Letrán, Roma. {{PD-US}}


Así, todo lo misterioso, lo ignoto, quedaba envuelto en una maraña de fantasía y dogma. Tal situación se mantuvo, hasta que por la fuerza de los hechos y la simple observación, de manera gradual comenzaron a derrumbarse los mitos y la luz del entendimiento pudo finalmente abrirse paso. Pero para eso, debieron pasar muchos años.

 
Seres fantásticos humanoides en el imaginario medieval.
De The Story of geographical discovery por Joseph Jacobs. Nueva York, ca. 1915.
Allí aparece esta imagen, tomada de una edición antigua de Los viajes de Mandeville.
Fuente: Bibliotecas de la Universidad de California en https://archive.org 


En su obra, Solino pretendía describir la parte del mundo conocida hasta entonces. Su viaje comenzaba en Roma, continuaba por Europa, luego el norte de África, llegando hasta el Asia Central y la India. Lugares fantásticos, reinos legendarios y criaturas extravagantes, todo muy al gusto de la mentalidad medieval, poblaban sus páginas. Unicornios, humanos con cabeza de perro, hombres con una sola pierna, pero con un pie muy grande. Allí figuraba una gran muestra del bestiario medieval. Por todas partes encontraba prodigios dignos de resaltar. 


San Isidoro de Sevilla, por Bartolomé Esteban Murillo, 1655.
Catedral de Sevilla, España. 


Con sus escritos, tal vez sin sospechar que así sería, Solino ayudó de manera crucial a propagar las ideas erróneas que la religión se empeñaba en propugnar y la superstición se encargaba de sostener. No obstante, quiso la suerte que algo de su obra perdurara. Él fue el primero en referirse a los mares internos entre Europa, África y Asia, como mares mediterráneos. Más tarde, el mismo Isidoro de Sevilla se refirió al mare nostrum de los romanos, bautizándolo con el nombre de Mediterráneo, nombre con el que hoy lo conocemos. 


Bibliografía.

Los Descubridores, vol. 1. Daniel J. Boorstin. Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1997. ISBN 8425330440.


Lecturas adicionales. 

Polyhistor, por Cayo Julio Solino.
La Geografía en la Edad Media. 
La superstición en la época medieval.
Eratóstenes y los sabios griegos. 
La Era de los Descubrimientos.
Enrique el Navegante.
La carabela y sus posibilidades.



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