Palacio en ruinas, Irlanda. Foto por Aaron Logan. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 1.0 Gen. |
Como ya dijimos, la riqueza del folclore irlandés es prácticamente inagotable. Vamos a conocer algunos de sus cuentos y leyendas, que nos transportarán a un mundo mágico, a veces aterrador, pero no exento de situaciones jocosas. Son relatos llenos de aparente sencillez, como podrían ser las historias familiares, transmitidas de padres a hijos, pero que también pueden encerrar algún tipo de moraleja. Vengan con nosotros, a abrir esa puerta, para dejarnos envolver por su fantasía.
Por Francis J. Healy, 1912. |
La Leyenda de Knockfierna. Thomas Crofton Croker, 1906. Traducción por Daniel Delgado Pereira.
Es cosa muy buena, el no temer a las hadas, en modo alguno. Eso disminuye su poder sobre las personas, no hay duda. Pero desentenderse demasiado, o simplemente no creer en ellas, es la mayor tontería que un hombre, mujer o niño, pueden hacer.
Se ha dicho que los buenos modales no son una carga y que la urbanidad no cuesta nada; cualquiera sea su modo de pensar, esto es algo que jamás podría perjudicar a nadie. Pero existe gente con la insensatez necesaria, para ignorar el comportamiento civilizado. En medio de alguna de sus trastadas, siempre pueden perder el control, para luego cargar con las consecuencias. Tarde o temprano, ellos llegarán a entender su error, como oirán acerca de Carroll O'Daly, un robusto joven de Connaught, a quien en su propia tierra solían apodar como "El Diablo Daly".
Carroll O'Daly solía ir sin rumbo, de un lugar a otro, ningún temor le detenía. Él cruzaría por un cementerio o un lugar encantado, a cualquier hora de la noche, sin persignarse; a la vez, tampoco era capaz de entrar en una casa, articulando alguna frase amable.
Kilmallock. Castillo del rey Juan, desde el río Shanon, a la hora del crepúsculo. Foto por Shanerdow, 2015. Lic Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 Intnl. |
"No tan lejos como usted", respondió el granjero, según lo que su aspecto delataba. "Solo llego hasta la cima de esta colina."
"¿Y qué podría llevarlo allí... a esta hora de la noche?", inquirió O'Daly.
Con cierta duda, el hombre respondió: "Porque, entonces... si usted quiere saber, ¡allí está la gente buena!"
"Las hadas, quiere usted decir", intervino O'Daly.
"¡Calla!, ¡calla!", ripostó su compañero de camino. "O podrías arrepentirte". Mientras desviaba a su cabalgadura hacia un pequeño sendero que subía por un lado de la colina, le deseó a Carroll buenas noches y un viaje seguro.
"Ese amigo...", pensó el joven, "no parece muy bueno en esta noche bendita, y yo no tendría miedo de jurar en vano sobre mi Biblia, que hay algo más acerca de las hadas, o la gente buena, como él las llama, que le trae a esta montaña y a esta hora. "¡Las hadas!, repitió. "¿Es para un hombre ya crecido como él, andar tras esas pequeñas avecillas, como son las hadas?" Cómo estar seguro, si hay quien dice que ellas existen, mientras otros dicen que no; hay algo que sí se, y es que nunca temería a una docena de ellas, ni aunque fueran dos docenas, si no son más grandes de lo que he oído decir."
La danza de las Hadas y los duendes. Tomado de darkemeraldtales.wordpress.com |
Silueta del jinete. Tomado de theverlivingones.blogspot.com |
Sendero en Knockfierna. Tomado de limerick.ie/discover |
Siguiendo en lo posible, por la dirección que tomaron el hombre y su animal, prosiguió su camino, orientado de vez en cuando, por su aparición parcial. Luego de casi tres horas de esfuerzo, por un camino escarpado y a veces pantanoso, llegó a un sitio verde, en la cima de la montaña. Allí vio al pony blanco, que pastaba tranquilo, en completa libertad. Aunque buscó al jinete por los alrededores, no había señales de él.
Sin embargo, pronto descubrió que cerca del caballo, existía una apertura en la montaña, como la entrada de una mina. Recordó como, siendo un niño, había escuchado muchas historias acerca del "Poul-duve", el Agujero Negro de Knockfierna. Se decía que era la entrada al castillo de las hadas, el cual estaba dentro de la montaña. Hablaban acerca de un agrimensor, llamado Ahern, que una vez había intentado medir su profundidad con una cuerda. Acabó por precipitarse dentro de la cueva y jamás se volvió a escuchar de él. ¡Abundaban las historias similares a esa!
"Pero", pensaba Carroll O'Daly, "se trata de puros cuentos para ancianas. Ahora, que he llegado tan lejos, yo solo tocaré la puerta del castillo, a ver si las hadas se encuentran en casa".
Dicho y hecho, agarró una gran piedra, sí, mayor que sus dos manos y la arrojó con toda su fuerza hacia abajo, dentro del Agujero Negro de Knockfierna. La oía golpear y caer de roca en roca, con terrible estruendo, entonces se inclinó, para comprobar y escuchar si llegaría hasta el fondo. Cuando la piedra que él había arrojado debía haber haber finalizado su caída, en lugar de ello, subió con la misma fuerza con la cual había sido lanzada, y golpeó al joven, de lleno, en su rostro.
Rodó abajo, de lo alto de Knockfierna, sobre sus talones, de peñasco en peñasco, mucho más rápido de lo que había subido. A la mañana siguiente, fue encontrado yaciendo junto a su caballo. Con el puente de la nariz roto, quedó desfigurado por el resto de su vida. Su cabeza estaba llena de cortaduras y moretones. Tenía ambos ojos cerrados y negros, como si Sir Donnelly se los hubiese pintado.
Un viajero. Tomado de libraryireland.com/fairylegends |
Pronto cerraremos nuestro ciclo de Irlanda, con otras de sus encantadoras leyendas. Les invitamos a acompañarnos.
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