martes, 16 de noviembre de 2021

Leyendas del mundo. Rusia: La ciudad fantasma de Kitezh.

Rincón de Santorini, Grecia. Foto: Daniel Delgado, 2009.

Vamos a dar inicio a un singular recorrido, con nuestra imaginación, a lo largo y ancho de nuestro mundo. Viajar a nuevos lugares, siempre ha sido considerada como una de las actividades más placenteras y enriquecedoras. Según todo parece indicar, fueron los inquietos y cultos griegos, los primeros seres humanos que se dedicaron al turismo propiamente dicho, ya desde épocas anteriores al nacimiento de Jesucristo. Lo cierto es que visitar otros ambientes, paisajes y ciudades, es algo que deja huellas imborrables en nuestro espíritu, que van mucho más allá de las usuales fotografías y "selfies", con las cuales casi todos alimentamos nuestras galerías de fotos.

Paseando por la vieja ciudad de Dubrovnik, Croacia. Foto: Daniel Delgado, 2009.


Aunque el mero acto contemplativo, posea su encanto innegable, no hay duda de que el conocimiento de la gente, sus costumbres, sus comidas, le añade un interés mayor a la experiencia del viajar. De hecho, es muy común que sea el trato de sus habitantes, lo que puede llegar a enamorarnos de un país. Ese ámbito "geográfico-humano-cultural", también comprende los usos y tradiciones, la historia y las leyendas propias de cada conglomerado humano. No hay que pasar por alto, que el germen de la idiosincrasia y el alma nacional, comúnmente reside allí.

 
Camelot, por Gustave Doré, 1867. Ilustración de Los Idilios del Rey, de Lord Tennyson.


Cada país, e incluso cada región, posee su propio bagaje de cuentos y leyendas. Desde los tiempos antiguos, la manipulación del pasado, para añadir interés a los acontecimientos cotidianos o de relevancia histórica, fue una práctica común. Esto no debería sorprendernos, ya que en el presente, aunque parezca increíble, aún sigue ocurriendo. Con más razón entonces, en aquellas épocas lejanas, cuando seguramente una de las pocas distracciones de los seres humanos, era el poder sentarse alrededor de una fogata, a compartir sus historias y cuentos. Al pasar de boca en boca y de padres a hijos, durante varias generaciones, los relatos se iban transformando, ¡la imaginación era el límite! 

De ese modo, al abrigo de esa tradición oral, iban surgiendo cuentos y canciones, no exentos de belleza y drama, que conservaban ciertos visos de realismo. No era raro, que algunos de esos relatos alcanzaran gran popularidad, y llegaran a ser recopilados por algunos cronistas. Pero al final, la realidad quedaba casi completamente desfigurada. Por ello, encontrar el verdadero origen de la mayor parte de esas historias fabulosas, resulta ser una interesante, aunque complicada tarea. De hecho, constituyen una veta inagotable para los estudiosos del pasado. Al mismo tiempo, han servido como fuente de inspiración para un sinnúmero de generaciones de artistas y escritores. 

De algo podemos estar seguros, a pesar de su antigüedad, muchas leyendas conservan intacto su atractivo e interés. Tal vez se deba a que por medio de ellas, nos podemos asomar, con los ojos de la mente, hacia otras épocas y lugares muy lejanos. En este punto, no queremos dejar de mencionar el aporte de las nuevas tecnologías. Lo que conocemos como "realidad virtual", ha permitido experimentar lo más parecido hasta la fecha, a la sensación de viajar en el tiempo. Utilizando lentes especiales, podemos pasearnos a través de escenarios del pasado, como si realmente estuviéramos allí.  Sin duda, es algo que está muy distante de lo meramente imaginario. ¿Pero hasta dónde podrán llegar esos avances? ¿Algún día podrá lo irreal, llegar a confundirse con lo real? Solo un buen escritor de ciencia-ficción se atrevería a aventurarse en esos temas.


Pedro el Grande. Copiado a partir de un trabajo por Jean-Marc Nattier, ca. 1717.
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Ahora, dará comienzo nuestro recorrido. Visitaremos un país enorme, desde todo punto de vista. Eso es algo que le otorga una impresionante diversidad. En su historia, prolongada y convulsa, ha visto desfilar grandes reyes y emperadores, pero también notables y sangrientos cambios revolucionarios. Una nación conservadora por naturaleza, que apenas en la época de Pedro I el Grande, podría decirse que comenzó a librarse de la mentalidad feudal, propia del medioevo. Casi a regañadientes, entonces comenzó su modernización y su acercamiento a la órbita europea. Más tarde, por su inmensidad y su clima áspero, llegó a convertirse en un verdadero muro de contención para varios casi invencibles ejércitos conquistadores. No se puede obviar, que la violencia y el belicismo han marcado su historia, desde hace varios siglos. Se trata de una gran nación, sin duda alguna, que quizás aún se encuentra en búsqueda de su verdadero destino. 

Dejando a un lado los adelantos científicos y tecnológicos, que de por sí constituyen unos de sus pilares más fuertes, nos encontramos con la riqueza de su cultura, historia y folclore. Allí, el arte en general, la música y la literatura, han alcanzado niveles excelsos. Nos adentraremos en ese mágico mundo, sorprendentemente impregnado de sensibilidad y espiritualidad, de las leyendas de Rusia. 


Kitezh, la ciudad perdida.  

Como resulta de esperar, en Rusia abundan los lugares misteriosos o encantados. Algunos de ellos son considerados como sitios sagrados e incluso como puntos energéticos. En el óblast, o provincia, de Nizhni Nóvgorod, atraídos por las frescas y apreciadas aguas del lago Svetloyar, cada verano acuden numerosos visitantes. Pero ese lago y el bosque a su alrededor, tienen su historia, que los convierte en un espacio de peregrinaje y oración, para los seguidores de la Iglesia Cristiana Ortodoxa. 


Lago Svetloyar, Rusia. Foto: Voidus, 2007
Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Un.


De acuerdo a las leyendas, en algún lugar de esos recónditos parajes, está oculta una ciudad, que fue bautizada con el nombre de Kitezh la grande. En ocasiones, según se dice, su difuso reflejo puede ser visto, sobre las plácidas ondas del lago. Solo aquellos que sean puros de corazón y libres de malos sentimientos, podrán llegar a mirar sus casas blancas y sus cúpulas, o tal vez lograrán escuchar el repique de las campanas de sus iglesias. Además, según las profecías, la ciudad resurgirá de entre las aguas, cuando se aproxime el final de los tiempos.

No existe un acuerdo respecto a su posible ubicación. Según algunos, se encuentra escondida entre los sedimentos del fondo lacustre, por lo que se ha llegado a considerar a Kitezh como la versión rusa de la Atlántida. Sin embargo, para otros, en realidad nunca se hundió en las aguas, sino que simplemente se desvaneció entre la niebla, por obra de un milagro. En lo que todos parecen concordar, es acerca de la época de origen de esta leyenda. De acuerdo a eso, se remonta a los comienzos del Siglo XIII de nuestra era, durante la sangrienta irrupción de los pueblos mongoles y tártaros.


Escape de Yuri II de Vladimir, por Boris Chorikov, 1836. 
Fuente http://historydoc.edu,ru {{PD-US}}


Se dice que el príncipe Yuri II de Vladimir conoció esos lugares, cuando regresaba de Nóvgorod. Quedó prendado de la belleza de los parajes que rodeaban al lago, por lo que decidió que ese sería un sitio estupendo para ver crecer una ciudad. Pero no quería que fuera una ciudad más, pretendía hacer de ella, algo perfecto, ideal. Teniendo eso en mente, se dio inicio a la construcción. No mucho antes, a orillas del río Volga, él había fundado a Kitezh, la pequeña. Valiéndose del concurso de los mejores alarifes y artesanos, el producto fue el deseado. Sin ser demasiado extensa, aquella era una verdadera joya arquitectónica. 


Ciudad sitiada por los mongoles. Exhibición de Gengis Kan. Museo Tecnológico de San Jose.
Foto: Bill Taroli, 2010. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 2,0 Gen.
 

Por desgracia, se aproximaba una tormenta, procedente de las estepas de Mongolia. Batú, el nieto del invencible conquistador Gengis Kan, venía arrasando con todo lo que encontraba a su paso. Una a una, habían caído las ciudades de la Rus de Kiev. Ante la oleada invasora, con la muerte de la mayor parte de los valerosos bogatyrs, se iba disipando la esperanza de salvación. También al príncipe Yuri II le llegó el turno de rendir su vida, en defensa de su patria, en la batalla del río Sit. Eso terminó de abrir las compuertas, para dejar todo el territorio a merced de los temibles jinetes mongoles.


Batú. Foto: Vikicizer, 2012, detalle.
Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0



Ahora ya nada se interponía entre la horda invasora y la ciudad santa de Kitezh. La fama de sus riquezas fue su perdición. Un abyecto personaje, fue el encargado de guiar a Batú y sus hombres, hasta dar con ella. Al verse sitiados, sus pacíficos pobladores pensaron en oponer resistencia. Pero era muy poco lo que podían hacer ante aquel fiero rival, que además les superaba en número. El ataque decisivo sería a la mañana siguiente. Sabiéndose perdidos, la gente de la ciudad permaneció en vigilia toda la noche, rezando e implorando la protección divina. 

Las fervorosas súplicas parecieron ser oídas, y ante los asombrados ojos del enemigo, la tierra tembló y comenzó a brotar agua por todas partes. No tardaron en comprender, que la ciudad se estaba sumergiendo, mientras sus habitantes cantaban himnos de alabanza a Dios. Y eso no fue todo, ante aquel prodigio, cundió el temor y el desorden entre los mongoles, a medida que intentaban huir de la inundación. Muchos se ahogaron, otros cayeron en las fauces de las fieras del bosque. Sin desanimarse por el duro revés, Batú, junto a su famoso lugarteniente, llamado Subotai,  prosiguieron con sus planes de conquista. Indetenibles, consiguieron llevar sus pendones victoriosos, hasta las mismas tierras de Europa Central. Ya para entonces, parecía posible que llegaran a apoderarse de todo el continente europeo... ¡pero esa es otra historia!


La ciudad invisible de Kitezh. Por Konstantin Gorbatov, 1913.
Fuente: Ghirlandajo, 2005.


Lo más llamativo de esta leyenda, de innegable influencia cristiana, es el modo en el que Kitezh y sus pobladores, quedaron a salvo de la destrucción. Simplemente, gracias a su fe, y por obra de la mano de Dios, sus vidas fueron preservadas y la ciudad continuó existiendo, pero como si se encontrara en otra dimensión. Algunos opinan, que la historia original se fue transformando, hasta quedar convertida en una especie de metáfora, acerca de la creencia en otra vida, en otro mundo, para las personas creyentes y piadosas.

Como ya mencionamos, entre las diferentes versiones, existe otra, que solo difiere en la forma en que se produjo la desaparición de Kitezh. Según esta, fue borrada del mapa, luego de ser envuelta por una espesa neblina. Mientras, algunas crónicas antiguas, simplemente hablan de la destrucción de la ciudad y la masacre de sus habitantes. Con el paso del tiempo, sus ruinas quedaron sumergidas. Pero hasta el día de hoy, nadie ha podido dar con ella, ni en el lago Svetloyar, ni en los alrededores. Apenas algunos artefactos de esa época, parecen dar fe del paso de los mongoles por esos sitios. 

Otro aspecto llamativo de esta historia, es que permaneció en el olvido por varios cientos de años y vino a ser rescatada apenas en el Siglo XVII. Llegó a ser muy popular en los inicios del siglo pasado. Connotados escritores y poetas, pintores y músicos, fueron conmovidos por la mística leyenda. Incluso, sirvió de tema para una maravillosa ópera, que lleva por título: La Leyenda de la Ciudad Invisible de Kitezh, compuesta por Rimsky-Korsakov y Vladimir Belsky. Fue estrenada en el año de 1907. 

Por su belleza, le dedicaremos una parte del próximo capítulo de nuestros viajes al pasado. Nos valdremos de ella, para comprobar una vez más, hasta qué punto una historia puede ser sublimada por la imaginación humana. 


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