lunes, 18 de octubre de 2021

Hatshepsut y su identificación (parte 3).


Maatkara Hatshepsut. Foto: rob koopman, Netherlands, 2009.
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La tumba KV60, permanecería sellada hasta el año de 1989. El arqueólogo estadounidense, Donald P. Ryan la había incluido en su proyecto, centrado en el examen de tumbas no decoradas, en el Valle de los Reyes. Había sido una sugerencia de la egiptóloga Elizabeth Thomas, ante la incertidumbre en la identificación de la misteriosa y maltratada momia, que allí permanecía. Pensaba que tal vez podría pertenecer a la reina Hatshepsut. Sin proponérselo, Ryan dio con la entrada de la esquiva tumba, el mismo primer día de trabajo.

Hacia el año 2005, el renombrado egiptólogo Zahi Hawass, para entonces a cargo del Ministerio de Antigüedades de su país, estaba empeñado en la búsqueda del cuerpo de la gran reina. Decidió hacer un inventario de las momias femeninas sin identificar, que pudieran pertenecer a la realeza de la dinastía XVIII. De manera anecdótica, la primera vez que contempló los restos tendidos en el suelo, en la tumba KV60, jamás creyó posible que pudieran ser de Hatshepsut. Quizás había idealizado la fisonomía de una mujer de la que alguna vez se dijo que "contemplarla era más hermoso que nada" y el cuerpo momificado correspondía a una anciana regordeta y con signos de haber padecido numerosos achaques.

A comienzos de 2007, las momias fueron sometidas a diversos exámenes, entre ellos, de escaneo TAC, lo que permitió estimar sus edades y posibles causas de sus muertes. Por supuesto, esas pruebas por sí mismas no podrían aportar ningún dato respecto a su identificación. Sin embargo, como es bien sabido: "el que busca, encuentra..." Hawass sabía de la existencia, en los depósitos del museo, de una caja de madera, con el nombre de Hatshepsut inscrito en ella. Dicha caja fue hallada en otro lugar, en Deir el-Bahari, hacía más de cien años. A pesar de no tratarse de uno de los vasos canopes, en los que las órganos eran normalmente colocados, se suponía que contenía el hígado de la famosa mujer-faraón. 

Al escanear la caja, descubrieron que en su interior había algo más que vísceras. También se encontraba un molar, al que le faltaba una raíz, para ser más precisos. No dejaba de ser un hallazgo alentador, por lo que centraron su atención en el estudio radiológico de la dentadura de las momias. Para sorpresa de todos, se constató que dicha muela encajaba a la perfección, en el lugar de una pieza faltante, en la mandíbula de la mujer cuyo cuerpo había sido encontrado en el piso de la mencionada tumba. Sin embargo, aquello no era concluyente. ¿Cuál podía ser la probabilidad de que se tratara de los restos de Hatshepsut? ¿Y cuales pudieron ser las razones para que alguien decidiera colocarla en el piso, en la tumba de su nodriza, Sitra? 

El caso se tornaba muy interesante, ya que en esa cámara funeraria, el grupo de Donald P. Ryan solo encontró pedazos de cerámica que correspondían a épocas posteriores a la época de Hatshepsut. También había parte de la cubierta de un ataúd de madera, que representaba a un personaje, al que parecían haberle roto la barba postiza, propia de los faraones. Podría tratarse de una pista, ya que en ese lugar solo se encontraron personas del sexo femenino. 

La momia KV60a, a pesar del descuido milenario, se había preservado bien. Su estudio reveló que al momento de su muerte, tendría unos cincuenta años de edad. Marcadamente obesa, sufría de diversas enfermedades. Cáncer óseo, diabetes y un terrible absceso en su encía, debieron mantenerla postrada en sus días finales. En caso de tratarse de Hatshepsut, eso echaría definitivamente por tierra la creencia de que pudo haber sido asesinada por encargo de su hijastro Tutmosis III. 

En un intento por llegar al fondo del asunto, luego se intentó cotejar el ADN de la momia KV60a, con el de su abuela, la reina Ahmose-Nefertari. Considerando la gran limitación que ocasiona la antigüedad de las muestras, las pruebas con el material genético hasta ahora han permitido dictaminar que existe una aceptable coincidencia entre ellas.

Finalmente, se llegó a la conclusión de que el cuerpo momificado, sin identificar, correspondía a la gran reina. No habría otro modo de explicar la perfecta coincidencia de una pieza dental hallada en un cofre marcado con su nombre, con el espacio vacío en la mandíbula de la momia en estudio. Esa caja, había sido encontrada en una cámara que fue utilizada como escondite, en un intento de preservar del saqueo, los restos y enseres fúnebres de decenas de faraones, reinas y nobles egipcios. La cámara, marcada como la DB320, era originalmente una tumba, ubicada en el Valle de los Reyes. Fue habilitada como depósito, unos cinco siglos después de la muerte de Hatshepsut. 

Finalmente, su momia recibió los honores y los cuidados correspondientes a su alta investidura. Fue colocada y exhibida junto a otros reyes, en una de las salas destinadas a los faraones, en el Museo Egipcio, hasta los inicios del año 2021. Sin embargo, el morbo y la curiosidad del público, tampoco parecían hacer justicia a la historia de tan notables personajes, que es parte fundamental de la historia misma de Egipto. La apoteosis de ellos, finalmente llegaría el 4 de abril del mismo año, cuando una maravillada multitud, presenció el Desfile Dorado de los Faraones. Los cuerpos de dieciocho reyes y cuatro reinas, en carruajes especiales, fueron conducidos hasta el moderno Museo Nacional de la Civilización Egipcia, ubicado en la antigua ciudad de Fustat, hoy absorbida por El Cairo. Juegos de luces, carrozas tiradas por caballos, vestuario de época y evocadores sonidos musicales, sirvieron de marco a la hermosa ceremonia. 

Allí reunidos, Hatshepsut junto a los antiguos monarcas, incluido su famoso hijastro, Tutmosis III, parecen convocar a la unidad egipcia, para revivir las glorias del pasado y cumplir con el destino de grandeza del país del Nilo.

Aquí pueden ver un extracto de la hermosa ceremonia, tomado de: 

           YouTube, subido por L Designs el 4 de abril de 2021.



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