viernes, 1 de noviembre de 2019

La historia de dos iglesias (parte 2).



Resulta de no creerse, pero un gran incendio se desató en la iglesia de La Compañía, poco después. Tal vez, aquello debió haber sido tomado como un aviso. Dejemos que el padre Casanova nos relate lo ocurrido...


Incendio de la Compañía, 1863. Litografía, relación de los hechos, por Mariano Casanova.
Autor: Lit. P. Cabot, 1864. fuente: https://archive.org {{PD-US}}

"Un repentino incendio redujo a cenizas los techos y todo el interior de tan bello templo, a las nueve de la noche del 31 de mayo de 1841. Hasta ahora, no se sabe la verdadera causa del incendio, y por más que hemos averiguado, solo hemos podido reunir las siguientes conjeturas.
Unos atribuyeron el fuego a una chispa eléctrica, que pudo producir una campana que se hallaba colocada tras del altar mayor y frente a una ventana que daba al techo. Dió consistencia a este rumor las circunstancias de hallarse la atmósfera en aquella  noche escesivamente cargada de electricidad, y la lijereza con que se propagó el fuego, empezando al parecer por la mencionada ventana..."

Sin embargo, existían otras versiones. Una de ellas, era solo un episodio chusco, pero cuyas consecuencias resultaron ser terribles...

"Otros dijeron, y esto fué lo mas común, que un estudiante del Instituto Nacional, sin preveer el peligro, habia echado a volar a prima noche una lechuza empapada en agua raz inflamada, la que volando por el techo iba comunicando el funesto fuego..."

También hubo opiniones de que había sido provocado de modo intencional. Lo cierto es que ninguna de las hipótesis llegó a ser comprobada. Hay que recordar que para entonces, no existía ningún cuerpo especializado en este tipo de eventualidades, por lo que era imposible producir un estudio técnico confiable acerca del siniestro. De haber existido, ¿podría haberse evitado la tragedia que terminaría ocurriendo allí? Por supuesto, entraríamos en el terreno de la especulación y como ya sabemos, los sucesos de la historia abundan en este tipo de momentos: "qué hubiese sido si..."

"Pero fue indudable que el fuego comenzó por el techo..."

"... Las llamas todo lo consumieron, ménos la puerta de la nave del oriente. La gran torre incendiada presentaba un espectáculo en estremo imponente, y el famoso reloj rodeado de llamas por todas partes, dió a Santiago ántes de caer, su último adios, tocando compasadamente las nueve de la noche..."



Ruinas de la iglesia después del incendio de 1863.

No obstante, a los tres días se celebraba la misa en las capillas que habían sufrido menores daños. Tizones aún humeantes rodeaban aquella escena. Escombros, campanas destrozadas, ennegrecidos muros, con el cielo por techo... A pesar de ello, nunca se detuvo la actividad eclesiástica. Vinieron intensos trabajos, profundas reparaciones. A los seis años, de nuevo estaba lista la Iglesia de la Compañía. El 4 de abril de 1847, día de la Pascua de Resurreción, una espléndida ceremonia, marcaba el inicio de lo que terminaría siendo la etapa final del conspicuo templo.


Iglesia de la Compañía, vista del oeste, desde la esquina con Morandé.

Ante una conmovida asistencia, el presbítero José Hipólito Salas pronunció un discurso, en el que elogiaba el empeño puesto en la reconstrucción de la iglesia. Entonces pronunció unas palabras, que si son extraídas de su contexto, resultaron ser absolutamente fatídicas...

" Y ¡quién sabe, señor, dijo, (dirijiéndose al Sr. Dr. D. Rafael Valentin Valdivieso) si tiene algo de providencial ese ardoroso empeño con que V. S. I. ha trabajado en la reedificación de la iglesia! Si yo pudiera descorrer el denso velo que nos oculta el porvenir, no temeria enunciar aquí un grato suceso que, pueda ser, presencie la posteridad..."

Se refería al regreso de los jesuitas y a la posibilidad de que les fuese devuelta la iglesia. Ocho de ellos habían regresado en 1843, en calidad de misioneros en Santiago. En 1856 abrieron el Colegio de San Ignacio y en 1859 se habilitó nuevamente el noviciado de la congregación. 

"... ¡Quién sabe si este templo está destinado para ser restituido a sus primitivos fundadores. Talvez, y ¡ojalá fueran proféticas mis palabras!"


Primer templo de los Jesuitas en Santiago de Chile.
Relación Histórica del Reino de Chile, Alonso de Ovalle, 1646.

Hablando de hechos fatídicos, viene a cuento la creencia de que la construcción original de la iglesia había sido puesta bajo la advocación de una reliquia que los jesuitas tenían en su poder. Según las crónicas de la congregación, se trataba del cráneo de una de las Once mil Vírgenes de Colonia. Toda una ironía para un lugar en el que llegarían a perecer cientos de jóvenes y niñas... ¡Casualidades de la vida!

Regresando al relato del padre Casanova: " Considerando ahora las reformas que se introdujeron en la iglesia, despues del incendio de 1841, asegurarémos desde luego que, si bien la Compañia no recuperó su primitiva belleza, al ménos ganó inmensamente, comparada con el estado en que se hallaba ántes del incendio. La nueva forma que adquirió entónces la iglesia debe tenerse mui presente para apreciar lo que diremos acerca del incendio último..."  


Plaza de Armas, Santiago de Chile , 1850. Por Ernest Charton. Museo Nacional de Bellas Artes, Chile.
Al fondo se observa la torre de la Iglesia de la Compañía.

Lo mas notable de la restauración fué sin duda la media naranja que se construyó en el medio del crucero y que daba a la iglesia una forma semejante a la que tenia antes del terremoto de 1751. Esta cúpula tenia de altura, hasta la cruz, 60 metros, y era el adorno más bello de la iglesia, divisándose desde larga distancia, dominando a nuestra ciudad y alzándose con orgullo sobre todas nuestras torres..."

La parte exterior se conservaba, más o menos como la habían dejado los jesuitas, no habiéndose alcanzado a estucar el fróntis. Una sola torre se habia construido en el mismo lugar de la primera que los jesuitas hicieron en la esquina de las  calles de la Compañia y Bandera. Al otro lado se veía un pequeño y provisional campanario..."


Fachada de la Iglesia de la Compañía.
Arquitectura de  Santiago. Eduardo Secchi, 1941.

En noviembre de 1856 se dio inicio a una celebración, que en los países del hemisferio norte tiene lugar en el mes de mayo: comenzó a conmemorarse el Mes de la Virgen María. Tenía el claro objetivo de reavivar el entusiasmo del pueblo por las cuestiones religiosas, atraer a los fieles y hacerlos sentir partícipes del culto sagrado. La última noche del mes se les invitó a formar parte de la Sociedad de las Hijas de María. La respuesta fue positiva: el primer año ya contaba con 7.000 asociados. Mediante una pequeña colaboración individual, todos los gastos de los festejos quedaban cubiertos. 


Iglesia de la Compañía de Jesús, Santiago de Chile, 1857. Grabado en madera, por Charle Barbant e hijo, 1880.
Según una pintura de Clara Filleul, de Le Monde Illustré 1857. Fuente: www.philographykon.com {{PD-US}}

Así, año tras año, el Mes de María fue celebrado de un modo cada vez más espléndido. Durante los últimos días, el fervor iba en aumento. Una solemne misa en la mañana; por la tarde brillantes sermones alternaban con hermosos cantos. Pero en la noche, la capacidad de la iglesia era absolutamente desbordada, tal era el entusiasmo que reinaba entre la gente. Hay que apuntar que la participación en esa actividad era libre, pero las damas de la alta sociedad de Santiago le habían prodigado su devoción y participaban masivamente en el festejo religioso. 


"En 1863, la funcion del Mes de Maria se celebró con especial solemnidad, y en el último de tan bellos dias tuvo lugar la terrible catástrofe que consumió el templo junto con la existencia de tantas víctimas. El incendio del 8 de diciembre y sus consecuencias va a ser el asunto de la segunda parte de esta historia..."

Aquí detiene su relato el padre Casanova, para revisar los testimonios que tuvo a la mano acerca de lo ocurrido aquella trágica noche. Nosotros haremos otro tanto y contrastaremos con las opiniones de quienes criticaron la insistencia en la reconstrucción y la utilización masiva de aquella iglesia, en la que se habían cebado inclementes las fuerzas de la naturaleza. Pero algo es seguro, aquel templo era muy apreciado por la población de la ciudad de Santiago. 

El terrible incendio tendría repercusiones no solo a nivel local, sino en todo el mundo. En nuestra opinión, es algo que ya ha ocurrido muchas veces: después de que suceden las catástrofes, se toman las medidas de seguridad, o se mejoran las ya existentes. Es algo así como el "aprendizaje a golpes"... Pero sin duda que en estos temas, se han logrado grandes avances en los últimos tiempos. 










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