miércoles, 27 de noviembre de 2019

La historia de dos iglesias (parte 3).



Vista de Santiago de Chile y la Torre Costanera, con sus 300 metros de altura.

Hace algo más de ciento cincuenta años, la ciudad de Santiago de Chile aún no pensaba en experimentar el crecimiento que la ha llevado a cubrir la extensa llanura rodeada de montañas, que hoy nos causa perplejidad. Para entonces, contaba tan solo con unos ciento sesenta mil habitantes. Además, conservaba gran parte del espíritu colonial de las ciudades hispanoamericanas. Sus costumbres e idiosincracia, su ritmo vital, no era muy distinto al de comienzos de siglo. Resaltaba la manifiesta religiosidad de sus moradores, de notable influencia en la sociedad de Santiago. La vida transcurría condicionada por unas normas de recato y restricciones, que obligaban, en especial a las mujeres, a dedicarse de manera casi exclusiva, a la vida hogareña. 

Para eso eran criadas las niñas y señoritas de las clases pudientes. A las menos favorecidas, les esperaba una vida de trabajos y privaciones. Lo que sí era una constante era la limitación de las actividades sociales de la mujer. Su lugar estaba dentro de la casa, realizando sus labores. Afuera del hogar, solo para lo muy necesario, preferiblemente acompañadas por su esposo o el padre, según fuera el caso. De ese modo, era válido realizar algunas visitas y paseos. Sin embargo, existía algo que al menos parcialmente, liberaba a la mujer del yugo hogareño: eran las actividades religiosas...



Iglesia de la Compañía de Jesús, Santiago de Chile, 1857. Grabado en madera por Charle Barbant e hijo, 1880.
Según una pintura de Clara Filleul, de Le Monde Illustré 1857. Fuente: www.philographykon.com {{PD-US}}

Por ese motivo, a menudo debiendo soportar el disgusto de sus "dueños y señores", la participación femenina en todo lo que tuviese que ver con la iglesia, era entusiasta y mayoritaria. El solo hecho de salir de casa para asistir a misa, les brindaba la oportunidad de ver otras caras, o tal vez poder intercambiar un simple saludo con sus amistades, asomarse a contemplar el mundo exterior... Así era la vida en aquellos ya algo lejanos días. Las fiestas religiosas eran una ocasión ideal para compartir con sus amigas, desahogar sus preocupaciones y hasta para exhibir sus trajes, con un dejo de excusable vanidad. El Mes de la Virgen, que se celebraba en la Iglesia de la Compañía, les brindaba una ocasión ideal, para esos fines liberadores. 



La Inmaculada Concepción, Soult. Óleo por Murillo 1658. Museo del Prado, España.
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Como cada año, esa fiesta finalizaba el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Nada permitía presagiar que toda aquella piadosa alegría, iba a concluir en una tragedia. Desde la mañana, la asistencia al templo fue numerosa, pero al caer la tarde, no cabía nadie más. Los fieles la ocuparon antes de que comenzaran los oficios religiosos, en procura del mejor sitio posible. Se estima que había unas cinco mil personas en la iglesia. El altar mayor lucía espléndido, con profusión de flores, naturales y artificiales. Transparentes gasas de colores se desprendían de los imponentes arcos de la cúpula, formando un decorado que servía de marco al escenario principal.  

Veamos la descripción que da el padre Casanova: "Llamaba la atencion la mas sorprendente iluminación que hasta entonces se habia visto en Chile y que cubria el altar mayor, los altares colaterales y principalmente la nave del medio... Importa mucho decir que no habia en la iluminacion gas hidrójeno, sino las siguientes sustancias y en la manera que aquí indicamos; así será fácil comprender bien el oríjen verdadero del incendio. La iglesia se iluminaba con cera, estearina y parafina..."

La cantidad de luces era de tal magnitud, que cuando se inició el incendio, aún quedaban por encender la mayor parte de las lámparas de la iglesia. Según algunos testimonios, el fuego se inició por un gran decorado en forma de media luna, hecho de vidrio y lata, adornado con pequeñas flores de lienzo. Tenía unas cincuenta luces de parafina, que producían el efecto lumínico deseado.  Estaba colocada cerca del altar principal, a unos cuatro metros de altura. Por ser una tarea laboriosa, sus luces debieron ser encendidas más temprano.

La nave principal se encontraba abarrotada de mujeres. Los hombres, en número menor, debieron utilizar la entrada lateral (situada por el lado del antiguo Congreso) y los espacios destinados para ellos. La policía se situó en las puertas de la iglesia, para mantener el orden. 

"... Estaban abiertas todas las puertas y mamparas de la iglesia, y en caso de apuro, todos los concurrentes, sin distincion, podían salir por cuatro grandes puertas, bastando en los casos ordinarios diez minutos para dejar el templo completamente vacío".

Lamentablemente, los hechos se encargarían de demostrar que cualquier previsión al respecto, estaba fatalmente alejada de la realidad. No se iba a presentar un caso ordinario. Todo lo que podía salir mal, aquella tarde de diciembre de 1863, terminó saliendo terriblemente mal. 

"Nadie podia imajinarse que en ese momento rondaba una calamidad inaudita. El ánjel de la muerte batia ya sus negras alas, y nada revelaba su furor. Una bellísima tarde de primavera atraia a los paseos públicos a los que no pensaban en ir a la iglesia. El sol, al llegar a su ocaso, matizaba las lijeras nubecillas que, aquí y allí esparcidas, brillaban en el más puro cielo, iluminando todavia no solo la ciudad, sino hasta los últimos rincones del templo destinado a ser teatro de tanta desgracia..."


Interior de la Iglesia de la Compañía durante el incendio. Por Frank Leslie, 1864. Fuente: http://archive.org

Los tres componentes necesarios para un gran fuego, estaban demasiado próximos en el sagrado recinto, solo hacía falta un detalle, para que entraran en contacto. Y así ocurrió... aparentemente el viento hizo que una de las flores de lienzo de la media luna se encendiera. Un pésimo manejo de la situación, hizo que el fuego se propagara hacia las flores y los adornos del altar. A través de los velos, de manera vertiginosa ascendió hacia la cúpula, estimulado por el movimiento del aire. Ya incontenible, se propagó por el revestimiento de madera barnizada. Todo lo que las llamas encontraban a su paso era material combustible.


Incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús. Siglo XIX, Autor: Sucursal de Mythos.
Fuente: http://www.bibliotecanacionaldigital.cl   {{PD-US}}

El espectáculo de la cúpula en llamas pudo ser divisado desde casi toda la ciudad. Muchos corrieron hacia el lugar, la angustia se propagaba casi tan rápido como el fuego. Este proseguía con su maniobra envolvente: el coro, la torre del lado de la calle La Bandera y el campanario del lado opuesto, resultaron también consumidos. En el interior de la iglesia, los primeros instantes fueron de confusión. Muchas personas creyeron que se trataba de un incidente menor. Otros pensaban que se trataba de un sismo. Lo cierto es que se perdió un tiempo precioso para ponerse a salvo. Una gran cantidad de gente, optó por buscar la salida por la puerta principal del templo, lo que terminó convirtiéndose en una trampa mortal... 


La destrucción de la Iglesia de la Compañía, por Natan Hughes, Siglo XIX.  {{PD-US}}

Cuando se hizo inminente el peligro, la puerta de la sacristía y la del lado del Congreso permitieron escapar con facilidad a la mayor parte de los hombres y algunas damas, quienes tuvieron la suerte de correr hacia esa ala del templo. Más por desgracia, una gran parte de la concurrencia femenina trató de salir por donde había entrado. Quizás el infierno desatado dentro de la iglesia, las condujo hacia esas salidas. Muy pronto, las puertas del frente y de la calle de La Bandera se habían convertido en un embudo; mientras algunas personas caían o se desmayaban, la multitud intentaba pasar por encima de ellas. Los amplios y elegantes ropajes disminuían las posibilidades de escapar, por lo que algunas damas se olvidaron del pudor y se desprendieron de ellos. El humo y el calor, rápidamente hicieron su trabajo y el amontonamiento de cuerpos inmóviles terminó por bloquear las salidas. Los destruidos techos, al caer sobre las víctimas, completarían la fatal encomienda...

Desde el exterior casi nada se podía hacer. Para entonces, la ciudad no disponía de un cuerpo de bomberos. Hubo actos de heroísmo, e intentos de rescate, casi todos fallidos; fue muy poco lo que se pudo arrebatar al fatal destino, aquella noche. La multitud contemplaba con estupor la terrible escena. Veían como aquellas desesperadas siluetas humanas iban quedando inmóviles. Los gritos de pánico y de dolor de las víctimas pronto se fueron apagando, pero permanecerían en el recuerdo durante mucho tiempo, como una pesadilla. Algunos heridos y quemados que deambulaban entre la multitud, fueron socorridos por bondadosos vecinos y llevados al hospital público. 

"A las diez de la noche ya el fuego habia cesado casi del todo. Al pasar por enfrente del templo, habiendo completamente desaparecido el techo, divisábanse las estrellas por entre los altos muros, cual fúnebres antorchas al rededor de un túmulo. En el pavimento del Santuario, una que otra luz dejaba divisar los restos de las víctimas en horrible confusión..."

A todo esto, hay que añadir la angustia vivida en numerosos hogares, al caer en cuenta de que sus familiares no retornaban a casa, tras el gran incendio.


Ruinas de la Iglesia de la Compañía y las carretas cargando los restos.
De: Illustrated London News, 6. Febrero, 1864. (Bridgeman Images).

Al día siguiente, se inició la ardua y triste labor de recuperar los cuerpos de las infortunadas víctimas. Debido al amontonamiento y al calor al que habían sido sometidos, apenas siete cuerpos pudieron ser reconocidos por sus familiares. Las normas sanitarias obligaron a disponer de los restos con la mayor celeridad posible. Fueron llevados en carretones y enterrados en una fosa común, en la entrada del Cementerio General de Santiago. Nunca llegó a saberse con exactitud el número de víctimas de aquel incendio. Se calcula que estuvo alrededor de las dos mil personas. Según relata la escritora Martina Barros de Orrego:  

"En este incendio murió tal cantidad de señoras y niñas de nuestra sociedad que puedo asegurar que no quedó familia alguna de la aristocracia de Santiago, que no perdiese algún deudo; las listas de desaparecidos que publicaban los diarios eran interminables..."

El incendio de la Iglesia de la Compañía está considerado como una de las mayores catástrofes de los tiempos modernos. De inmediato ocasionó arduas discusiones acerca de las normas de seguridad en los edificios públicos y se acusó al clero no solo por la responsabilidad de efectuar actos masivos, que conllevaban a situaciones de peligro; también por aprovecharse de la buena fe y la credulidad de las mujeres, para engrosar la lista de fieles y seguidores de su culto. Es de imaginar que durante algún tiempo, la participación femenina en las celebraciones religiosas, tuvo que pasar por el obligatorio tamiz del permiso masculino. También aquellos hechos ocasionaron un distanciamiento entre el gobierno y las autoridades eclesiásticas. 

La falta de una adecuada respuesta ante esa tragedia, indujo al ciudadano José Luis Claro y Cruz a convocar a quienes deseasen participar como voluntarios en la creación del Cuerpo de Bomberos de la ciudad de Santiago. Fue fundado el 20 de diciembre de 1863...


Monumento en honor a las víctimas del incendio de la Compañía. En los jardines
del antiguo Congreso. Foto: Cuidro, 2008. Lic. CC BY-SA 4.0

Tras un corto pero intenso debate, el 14 de diciembre del mismo año, se decretó la demolición de las ruinas aún humeantes de la Iglesia de la Compañía. En su lugar se plantaría un hermoso jardín, y se levantó un monumento conmemorativo, que a pesar de haber sufrido modificaciones, aún podemos contemplar en la esquina de Bandera y Compañía, al lado del antiguo edificio del Congreso.

Hasta no hace demasiado tiempo, había quienes aseguraban haber escuchado llantos y lamentos, al pasar por allí, en la soledad de algunas noches oscuras...












2 comentarios:

  1. Excelencia en la redacción. Cónsona con la magnitud de tal tragedia. Muy bien enfocada y documentada. Felicitaciones!!!

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    1. Gracias, es una historia muy triste. Que me llama mucho la atención.

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