jueves, 24 de octubre de 2013

La Conquista del Valle de los Toromaymas y la Fundación de Caracas (parte IV)




El final


Diego de Losada

Qué triste y qué terrible se le había vuelto la vida. Dejó escapar la oportunidad de disfrutar de una madurez placentera. Tanto luchar y hacer lo que creía correcto, para terminar acosado por tardíos remordimientos. Además, no solo le habían negado el reconocimiento por sus enormes servicios, sino que hasta era menospreciado por funcionarios, que nunca sabrían lo que era arriesgar el pellejo por España. Sintiendo que su salud se le escapaba... sin duda, el malestar moral había abierto las puertas a la ruina física. ¿Cómo pudo llegar a esta situación?


Recorriendo el territorio

Diego de Losada se había convencido, de que la conquista de las tierras del Valle de los Toromaymas o de San Francisco, iba a ser muy difícil de realizar pacíficamente. Comenzaría por la exploración de los alrededores, para tener una visión general del territorio y de las tribus que lo habitaban.


En mayo de 1567, la situación se había tornado preocupante, debido al escaso número de soldados disponibles. Al salir en grupos del campamento, se debilitaba su defensa. Los indígenas, siempre muy perseverantes, aprovechaban esa debilidad para atacar. Entre las imágenes de su vida que desfilaban ante él, Losada se vio junto a sus hombres, rodeados, bajo una lluvia de flechas y entre gritos de guerra, en tierras de los mariches, al sureste. Era un lugar entre grandes peñascos, junto a una profunda quebrada, lo recordaba bien. Tenía una pequeña herida en el cuello, pero ya el triunfo se inclinaba a su favor. Entonces recibió un mensaje del campamento principal, hubo que tocar a retirada, en medio de una segura victoria, para volar en auxilio de sus compañeros. 

Paraje rocoso cercano a Caracas
 

Por lo que haya sido, cuando regresó a dicho campamento, encontró que los atacantes habían desaparecido; quizás se trataba de otra estratagema de Guaicaipuro. Pero las cosas empeoraban cada vez más, comenzaban a escasear los alimentos, porque los indios destruían las siembras, envenenaban el agua, hasta les mataban algunos caballos. Las expediciones en busca de comida, eran cada vez más riesgosas, casi siempre sufrían ataques. Existía el peligro de caer en un lento desgaste; ni siquiera podían contar con el descanso nocturno, las noches eran una eterna vigilia.


Fundación de Caracas

Entonces le llegó la inspiración: a pesar de todo, y en vista de que la guerra iba para largo, establecería un poblado en esas mismas tierras. Pensó en que sería una buena estrategia el tener un asentamiento formal, para conseguir la conquista y la pacificación del territorio. Después de recorrer el hermoso valle junto a algunos de sus hombres, se decidieron por un lugar que estaba muy cercano al elegido anteriormente por Fajardo y luego por Rodríguez Suárez. El acto de la fundación sería el día de Santiago Apóstol. Así nació Santiago de León de Caracas (1567). Y aunque estuvo a punto de perderse todo, una vez más, al final los hechos le darían la razón.


Plano de Caracas por Juan de Pimentel, 1578

Las semanas siguientes a la fundación trajeron cierto optimismo, por la febril actividad de todos. El levantamiento sencillo y tosco del nuevo poblado, pareció brindarles un sentimiento de arraigo, algo casi olvidado por esos hombres. Él escogió un lugar hermoso para su casa-campamento, con una vista privilegiada de los territorios vecinos (era un magnífico lugar para la vigilancia), con suficiente agua y un terreno fértil.


Entonces, cuando menos lo esperaba, recibió los refuerzos prometidos hacía meses, cuando apenas iniciaban el viaje. Ya ni contaba con ellos. El Capitán Juan de Salas cumpliendo su palabra, llegó junto a sesenta y cinco hombres de guerra, entre españoles e indios guaiqueríes. ¡Cuánta falta le hacían en ese momento! Además traían un prisionero, posiblemente un cacique. De inmediato ordenó ponerlo en libertad, fiel a la idea de atraer la buena voluntad de cuantas tribus fuese posible. 


Soldados españoles. Siglo XVI

Ni a Guaicaipuro, ni a sus aliados, se les pasó por alto el establecimiento de la nueva población, y estaban decididos a destruirla. Hubo que enfrentarse a una gran cantidad de guerreros indígenas, en un lugar llamado Maracapana, situado al noroeste. En esa batalla, se jugaba el destino de Santiago de León y por supuesto, la vida de sus habitantes. El encuentro fue duro, por la superioridad numérica de los aborígenes. Se derrochó valor en ambos bandos, pero las armas de los conquistadores se hicieron sentir y al final estos salieron triunfantes. ¡Se había salvado su querido caserío! Entre las bajas de los indios, fue notoria la de un valeroso y formidable guerrero, el cacique Tiuna.


 
Estatua del cacique Tiuna, en Caracas


Iglesia de Santa Capilla, Caracas.
Allí estuvo ubicada la Ermita de
San Sebastián

Después se enteró de que los indígenas habían tenido ciertas confusiones y desavenencias. Ni Guaicaipuro, con sus incansables indios teques, ni los feroces tarmas habían logrado llegar a la cruenta batalla. De no haber ocurrido así ¡quién sabe como hubiese terminado esa jornada! De inmediato dispuso la construcción de una ermita, en agradecimiento a San Sebastián, quien les protegía de las mortales flechas de los indios.


Situación de Caracas y Caraballeda (Nuestra Señora)


La llegada de nuevos colonos que buscaban mejores horizontes, le ofreció una magnífica oportunidad para establecer un poblado en la costa, que pudiera servirles como puerto. Partió con un grupo de personas y del otro lado de la sierra, a siete leguas de Santiago, en un lugar privilegiado, fundó la villa de Nuestra Señora de Carvalleda (1568). Estaba ubicada en el mismo lugar en donde antes estuvo El Collado, que había sido abandonada a la merced de los indios. Pero en esta oportunidad contaban con la amistad de algunas tribus vecinas, por lo que podía darse el lujo de ser optimista. Después de dejar todo dispuesto, partió para retomar sus responsabilidades como jefe militar en la naciente villa de Caracas. No debía postergar la exploración de los territorios circundantes, así como el reparto de encomiendas entre los vecinos principales.


Montañas de Los Teques


Luego de un breve descanso, volvió a salir, junto con setenta hombres bien escogidos y tomaron la ruta hacia las serranías de Los Teques, por donde ya habían pasado antes. Quería evaluar las minas de oro descubiertas por Fajardo. Por allí cruzaban los caminos que venían del occidente, además de ser unas tierras óptimas para el establecimiento de encomiendas: era de gran importancia controlar esa zona. Pero había un "pequeño" problema eran tierras habitadas por tribus hostiles. ¿Cómo repartiría lo que no era suyo? Ojalá lo hubiese entendido entonces... 


A lo largo del recorrido, se encontró bajo asedio todo el tiempo. Hubo muchas escaramuzas, en las que perdió algunos hombres, pero pudo aprender mucho sobre las estrategias guerreras de los indígenas. También constató que el canibalismo no era infrecuente en estas tribus, ¿pero cómo condenarlos? si también lo había llegado a conocer entre los españoles. Por ritual o por necesidad, seguía siendo aborrecible. Los indios podían ser terribles, ¿pero no era terrible también despojarlos de sus tierras y encima obligarlos a trabajar esas mismas tierras, para sus nuevos dueños? 



Guaicaipuro

A los treinta días, regresaron a Santiago de León, luego de dar un gran rodeo por el territorio de los mariches. Traía un mejor conocimiento de las tierras y la convicción de que la supervivencia de los nuevos poblados, sólo podía asegurarse por la vía de las armas. A la vez, sabía que Guaicaipuro estaba detrás de casi todos los planes destructivos por parte de los indios. Él era el alma de la tenaz resistencia que habían encontrado, en fin, era el responsable del permanente estado de guerra en el que se vivía. Ordenó abrirle una acusación al gran cacique, y dio órdenes para que fuera capturado, vivo o muerto. Losada se sintió muy a gusto, al empezar a comportarse como un magistrado, le sentaba bien ese papel...


Muerte de Guaicaipuro. Pintura por Tito Salas

Francisco Infante, uno de los alcaldes de Santiago de León, salió una tarde, en busca del campamento de Guaicaipuro. Iba al frente de ochenta hombres, además de algunos guías indígenas. Después relatarían lo sucedido: sobre la media noche, encontraron dicho lugar, al pie de un cerro. Una vez organizadas sus fuerzas, Infante cayó de improviso sobre el poblado, asediando violentamente la choza en la que se encontraba el valeroso jefe indígena; se luchó con fiereza y hubo que ponerle fuego al sitio. En medio del combate cuerpo a cuerpo, al fin Guaicaipuro cayó muerto (1568). Decían, que en su poder se encontró la espada de ocho palmos, de Rodríguez Suárez. Nunca se supo que fue de los restos del gran guerrero.


Caracas en tiempos de la colonia


Como era de esperar, vino un tiempo de cierta tranquilidad. Se comenzó con el reparto de las tierras, como encomiendas. Pero de inmediato surgió el descontento entre aquellos que consideraban que no habían sido tratados con equidad; el resentimiento y la envidia se abrieron paso rápidamente. Losada se dio cuenta de que no todo era agradable como Primera Autoridad. De hecho, la gente del Cabildo podía llegar a ser muy molesta. Entre ellos destacaba Francisco Infante, quien se había declarado como un franco enemigo suyo. Pudo constatar una vez más, que:

"entre hombres de guerra, el ocio que trae la paz, es un grave problema". 


Escudo de armas de Caracas

Como siempre ocurre a los que ostentan el poder, pronto se vio rodeado por todo tipo de personajes aduladores, quienes le aconsejaban, esperando obtener algún beneficio. Pero también se ganó enemigos y detractores. A Santiago de León se habían acercado no solo nuevos colonos, sino también numerosos indios, de varias tribus, que quizás veían la oportunidad de vivir mejor allí. Sin embargo, los conquistadores españoles no se fiaban de las buenas intenciones de esa gente. En cualquier gesto o acción, creían ver los signos de una futura traición. Fueron tantas las intrigas y las acusaciones que hicieron llegar ante Losada, que al fin lograron convencerle. Los acusados fueron sometidos a un simulacro de juicio, basado sólo en sospechas. Así resultaron condenados a muerte los jefes principales de esos indígenas, sin existir una sola prueba cierta de su culpabilidad.


Condenado a empalamiento

Ah, pero la pena de muerte para esas personas, no parecía ser suficiente para esas personas. Se dejó influir, por un tal Francisco Guerrero, quien conocía algunas formas de tortura verdaderamente crueles, que había visto con los turcos. Era necesario dar un gran escarmiento, para que los indios lo pensaran muy bien antes de volver a rebelarse, ¡los veintitrés caciques serían empalados! Pero todavía fue más lejos, quiso darle a esa ejecución la connotación de un "Auto de Fe", por lo que ordenó hacer
los arreglos eclesiásticos (1569).


Suplicio de San Sebastián  

En su mente, volvió a presenciar el terrible día; no faltó algún acto de heroísmo y nobleza entre los indígenas, ¡qué importaba! Quería cerrar los ojos, pero no podía dejar de contemplar la lenta agonía y de escuchar los gritos, más bien los chillidos y el llanto de los ajusticiados, por el dolor atroz. ¡Esa larga tortura que pareció hacerse infinita! La tristeza y el odio se reflejaban en la mirada de los indios presentes; además la burla o el estupor y hasta la falta de aprobación, se captaba entre los diferentes colonos españoles. 


Tormenta en la montaña


Le pareció que empezó a llover y que se desató una tormenta. Observó que los infelices habían ido muriendo, poco a poco. Entonces creyó ver a una vieja india que lo maldijo a él y a toda su descendencia... pero no estaba seguro de que esto había ocurrido realmente. ¡Fue como una pesadilla dentro de otra pesadilla! Repentinamente se sintió condenado por Dios, pero ya era tarde para cambiar lo que había hecho. En adelante, ya nada volvería a ser igual.


Valle de Caracas


Lo cierto es que los indios quedaron impactados, pero también los demás habitantes de Santiago de León; de alguna manera, habían quedado huellas en el alma de todos. Tendrían que pasar varias generaciones, para olvidarse de lo ocurrido. Las querellas y los reclamos por el reparto de las tierras (reparto que incluía a sus habitantes indígenas), se habían vuelto insoportables; la población se dividió en bandos. Un día, su enemigo Infante desapareció en compañía de dos españoles, parecía que había huido, al sentir amenazada su vida ¡Tal vez no le faltaba razón!


Lomas de Cubiro, estado Lara, Venezuela


Poco tiempo después, cuando nadie lo esperaba, Francisco Infante regresó a Santiago de León, pero acompañado por soldados y unos caballeros; uno de estos, era el hijo del Gobernador de Venezuela, don Pedro Ponce de León. Infante había dado un golpe de mano, al acusarlo de arbitrariedades y por el asesinato con saña de los caciques. Losada leyó el oficio por el cual le revocaban sus poderes. Por sus grandes méritos, no fue ordenada su prisión ni la incautación de sus bienes. Pero la orden, era de que abandonara de inmediato a Santiago de León y se confinara en su encomienda de Cubiro, cerca de El Tocuyo. Por delante, solo estaba el largo camino de regreso al punto de partida, pero con la amargura de la derrota en su
espíritu. Ahora era a él quien le esperaba una lenta agonía.                                                                                                                                                 
Diego de Losada

En su apoyo, muchos le acompañaron al salir de Santiago. La población se quedó casi desguarnecida, existiendo el grave riesgo de que se perdiera todo lo que se había hecho. ¡Pero ya él no podía lograr nada! En vano intentó hacer valer sus méritos ante la Real Audiencia y ante el Rey. Fue ignorado totalmente. Se sintió enfermo, cansado, decepcionado, castigado por Dios. A sus cincuenta y seis años de edad, se sentía como si tuviera más de cien; sufría de continuas fiebres y sus fuerzas le iban abandonando. Al poco tiempo, su estado era de total postración y ya no pudo recuperarse. Deseaba de poner en paz su conciencia, ante la angustia de pensar que su alma sería condenada eternamente. Ya nada pudo hacerse por su él: cayó en un profundo estado de coma. Ahora se hundía en el vacío y en la oscuridad total; ya no veía, ni sentía, era el final...


Diego de Losada falleció hacia el año de 1570, consumido por la fiebre, muy posiblemente debida a una de tantas enfermedades tropicales. Las decepciones y los remordimientos, debieron haber influido en la pérdida de su salud. No se conoce el sitio en donde reposan sus restos, tal vez sus familiares prefirieron mantenerlo en secreto. Luego terminó por ser olvidado.


Garci González de Silva


La futura Caracas quedó por un tiempo a merced de las tribus enemigas. Es muy posible que de no haber muerto el cacique Guaicaipuro, los apuros hubiesen sido mayores. Aun así, la situación llegó a ser muy difícil y sólo con la llegada de un fuerte e intrépido capitán, llamado Garci González de Silva, se pudo salvar la joven ciudad (1570). Este no solo completaría la conquista y la pacificación del Valle de San Francisco o de los Toromaymas (Caracas) y de los territorios circundantes, sino que también se convertiría en un gran caudillo y terrateniente. 
 
Garci González fue un personaje tan interesante y que de algún modo dejó su marca en el espíritu nacional, que sin duda merece una visita virtual en nuestra máquina del tiempo...
 
Las enfermedades para las que los indios no tenían defensa, rematarían la labor de los conquistadores.


La moderna Caracas

De estos hechos, llenos de gran heroísmo, pero también muy dolorosos, resultó la casi total desaparición de los habitantes originales de estas tierras. Sin embargo, por ellos surgió un nuevo tipo humano, poseedor de las virtudes y defectos de todos sus ancestros. Una raza joven, que no debería denigrar de su sangre mestiza. Hacerlo sería como querer suicidar una parte de su ser. Así, se debe admirar y respetar a los caciques del siglo XVI, por su gran valor y sacrificios. Pero también, lo mejor sería pensar en que los conquistadores hicieron lo que creían que debían hacer. Sin duda que muchos cometieron excesos, pero otros también tuvieron entrega y arraigo. Para bien o para mal, nos dejaron una herencia cultural y genética innegable. Lo correcto a nuestro entender, es usar lo mejor de nosotros, sin complejos atávicos, y ver hacia el futuro con la fe y la fuerza que nos legaron nuestros padres. Solo así la Historia perdonará a Diego de Losada y dejará descansar satisfecho a Guaicaipuro...


Bibliografía 

1)  Diego de Losada Fundador de Caracas.  Fray Froilán de Rionegro. Colección Majos y Bajos. Los Libros de Plon, 1a. Edición. España, 1978. 

2)  Esta Tierra de Gracia.  Isaac J. Pardo. Colección Tiempo de Venezuela. Monte Ávila Editores, 1a. Edición. Caracas, 1986.

3)  Los Amos del Valle, tomo I.  Francisco Herrera Luque. Editorial Pomaire. Barcelona, España, 1979.

4)  La Ciudad de los Techos Rojos.  Enrique Bernardo Núñez. Monte Ávila Editores, 1a. Edición. Caracas, 1988.

5)  Caracas, su Evolución y su Régimen Legal.  Antonio Arellano Moreno. Ediciones EDIME, 2a. Edición. Madrid, 1972.

2 comentarios:

  1. Me encantó. Siempre me han fascinado los relatos de la conquista en América, sobre todo cuando los caciques también son protagonistas en la historia.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, seguiremos tratando de llevarles historias que les agraden. De nuevo, gracias por su amabilidad, saludos!

    ResponderEliminar