viernes, 31 de julio de 2020

Michelangelo y su obra (parte 1).



Michelangelo Buonarroti, por Daniele de Volterra, ca.1544.
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, EEUU. 

Sin duda, uno de los objetivos primordiales en el estudio de los acontecimientos del pasado, es la reconstrucción de la vida de los personajes ilustres. El interés en el género biográfico es tal, que pueden llegar a existir cientos de versiones sobre uno solo de esos personajes. 


El río Arno y Florencia. Foto: Daniel Delgado.

Al leer sobre la vida de algunas de las figuras de mayor relevancia histórica, salta a la vista que todos parecieron haber nacido con una misión, con algo que les obsesionaba. Como los ríos, iban siempre en búsqueda de su destino, cambiando el paisaje y fertilizando la tierra de sus orillas. En ellos hay algo que resalta: su pensamiento y su obra, llegaron a marcar un antes y un después, en la historia del ser humanoDurante la época del Renacimiento, vivieron algunos de esos personajes, casi míticos. Basta con evocar los nombres de Leonardo da Vinci, o Michelangelo Buonarotti, para entender el esplendoroso alcance de la mente humana. Retrocedamos en el tiempo, para conocer un poco sobre el segundo de ellos... 


Catedral de Santa María del Fiore, Florencia, Italia. Foto: Daniel Delgado.

También conocido como Miguel Ángel, vino al mundo, cerca de Florencia, en Italia, en 1475 y se mantuvo activo casi hasta el último día de su larga vida. Consiguió el éxito desde muy joven, despertando admiración dondequiera que iba. ¡Llegaría a ser apodado como el Divino por sus contemporáneos! Sin embargo, su alma atormentada, pocas veces le permitiría sentirse satisfecho y alcanzar la paz interior. Siempre vigente, hoy no resulta exagerado el afirmar que miles de personas viajan de todas partes, tan solo para contemplar algunas de sus obras. 


Cúpula de la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano, Italia.
Foto: Jebulon, 2013. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0

Fue un artista genial, además de un excelso arquitecto. Para él, la piedra no era más que el envoltorio de alguna forma, escondida en su interior. Con sus manos y su cincel, Miguel Ángel liberaba aquellas figuras, a las que solo les faltaba cobrar vida. Elevó el arte de la escultura hasta el nivel de lo imposible, por la calidad y belleza de sus trabajos. Como pintor, aunque a menudo afirmaba no sentirse muy a gusto, dejó un legado absolutamente extraordinario. También fue un magnífico escritor, pero esta faceta ha sido eclipsada por el resto de su obra. Sin embargo, su poesía, sus sonetos, no desmerecen a su gran talento.

Nació en el seno de una familia distinguida, aunque algo venida a menos. Fue el segundo de cinco hermanos. Pocos días después de su nacimiento, fue dejado en manos de una nodriza, en un pequeño pueblo cercano a una importante cantera de mármol. Su niñez transcurrió entre ese pueblo y la ciudad de Florencia. De sus primeras vivencias, se nutrió su vocación por el trabajo artístico en piedra. Pero su padre tenía otros planes para él... aspiraba a verlo convertido en un importante magistrado. De ese modo, tras la pérdida de su madre, el niño comenzó sus estudios, en la capital toscana. 


Supuesto autorretrato del Ghirlandaio, en la Adoración de los Reyes.
1488. Fuente: Maestros del arte en Italia. Por Andreas Quermann
Colonia, Alemania. Lic. PD-Art. {{PD-US}}

No obstante, Miguel Ángel sentía una incontenible atracción por el arte, y a fin de cuentas, con apenas doce años, obtuvo el consentimiento de su orgulloso progenitor, para comenzar en el taller del famoso pintor apodado el Ghirlandaio. Corría el año de 1488... Ante él, comenzaron a revelarse los secretos de la línea y el color, y de la pintura al fresco. Su calidad, pronto conseguiría abrirle las puertas de los grandes mecenas florentinos, en especial, de Lorenzo de Médici, conocido como el Magnífico. En la academia de los jardines de San Marcos, el joven se reencontró con su verdadera vocación: la escultura. Fue entonces, cuando oyó hablar por primera vez, acerca de las ideas de la filosofía platónica, que tanto llegaría a influir en él.


La Escuela de Atenas, por Rafael Sanzio, ca.1500.
Detalle que muestra a Miguel Ángel, como Heráclito.
Fuente: Wikicommons. Lic. PDArt.

Allí también ocurrió aquel célebre incidente con Pietro Torrigiano, quien llegaría a ser famoso por su obra, además de su terrible temperamento. Producto de una riña entre ellos, el rostro de Miguel Ángel quedaría marcado durante el resto de su vida. 


Lorenzo de Medici, por Agnolo Bronzino, ca.1560
Galería Uffizi, Florencia, Italia. Tomado de:
Lorenzo the Magnificent, por Hugh Ross Williams.

A la temprana muerte de Lorenzo de Médici, en 1492, su vida dio un giro. Debió huir de Florencia y proseguir con su aprendizaje, en Venecia y Boloña. En esa época, se produjo un hecho que podría considerarse jocoso. Llegó a copiar esculturas clásicas con tal exactitud, que incluso logró engañar a un experto. Cuatro años más tarde, llegó a Roma, ya convertido en un todo un maestro. No mucho después, recibió el encargo de realizar una obra sobre un tema que era recurrente en el arte religioso: la Virgen María, con el cuerpo exánime de Jesús sobre su regazo, al ser descendido de la cruz. Ese tipo de representación recibía el nombre de Pietá (Piedad). Aquel grupo escultórico estaba destinado a convertirse en uno de sus trabajos más famosos.


La Piedad, por Miguel Ángel Buonarroti. Basílica de San Pedro.
Foto y modificación por Stanislav Traykov, 2005.
Lic. CC BY 2.5

Con apenas veintitrés años, se aproximó tanto al ideal de la perfección, que algunos pusieron en duda su autoría, dada su juventud. Entonces Miguel Angel, molesto, grabó su nombre en la escultura. ¡Esa sería la única vez que él firmó una obra! Realizada en mármol de la más alta calidad, la maravillosa composición puede ser admirada desde cualquier ángulo. Al acertado manejo del cánon anatómico y el deliberado contraste entre algunos de sus elementos, se agregaba su sobrecogedora expresividad. Podría hablarse del lenguaje corporal entre ambas figuras. La actitud de la madre y la tristeza que se refleja hermoso y juvenil rostro, ante el cuerpo desvalido de su hijo, son imposibles de pasar por alto. Su biógrafo, Giorgio Vasari, escribió lo siguiente:

Es una obra a la que ningún artista excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatiguen, en fortaleza, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol...


Santa María de las Fiebres,Vaticano. Pieter Janz. Saenredam,1629.
Basado en dibujo de Maarten van Heemskerck, ca.1532.
Galería de Arte Nacional. Washington , D.C. EEUU.

Con el éxito, llegó la fama. De manera llamativa, Miguel Ángel retomaría ese tema de la Piedad, en diferentes etapas de su vida, pareciendo que a través de él, las angustias que moraban en su espíritu, encontraban una manera de expresarse. La escultura fue colocada en la tumba del mismo prelado que encargó el trabajo, en la Capilla de Santa Petronila. Luego se le mudó a la Iglesia de Santa María de las Fiebres. Ambos templos estaban situados en el Vaticano. Con la demolición del último de ellos, hacia finales del Siglo XVIII,  la Piedad encontraría su lugar definitivo en la Basílica de San Pedro, en Roma. Allí permanece hasta el día de hoy, cercana a la entrada, en la primera capilla a la derecha, como uno de los mayores tesoros de ese impresionante sitio.


La Piedad Vaticana, después del ataque.
Foto: Umberto Baldini, Milán, Italia, 1972.
Fuente: www.it.wikipedia.org/wiki

En el año de 1972, un enajenado mental cometió el sacrilegio de agredir la escultura. Utilizando un martillo, mientras gritaba incoherencias, causó graves daños a la figura de la Virgen. El brazo izquierdo resultó partido, desde el codo. El rostro quedó prácticamente arruinado. Surgió un debate, sobre lo que debería hacerse con la maltrecha figura. Algunos opinaban que era preferible dejarla dañada, como una protesta ante la violencia y la intolerancia. No faltaba además, quien opinara que la obra de Miguel Ángel, no debía ser tocada por otras manos. Pero al final se impuso el criterio de restaurar su belleza original.

Por fortuna, en Perú existían réplicas idénticas de ella. Hasta allí, fueron los expertos, para tomar fotos y hacer rigurosas mediciones. Luego de un intenso estudio, se procedió a la restauración, utilizando en la medida de lo posible, los fragmentos de la pieza original. La meta era la de rescatar la perfección que el gran escultor consiguió plasmar en aquella pieza de mármol. Hoy, se encuentra protegida por un cristal blindado y al cuidado de celosos vigilantes.

En el año de 1501, Miguel Ángel retornó a la Toscana. En Florencia, se esforzó para lograr que le encargasen una escultura sobre un personaje bíblico, que formaba parte de un ambicioso proyecto para la Catedral de Santa María del Fiore. Para ello, dispondría de un enorme bloque de mármol de Carrara, que yacía prácticamente abandonado en los depósitos del Duomo. A pesar de sus más de cinco metros de altura y de los graves maltratos ocasionados por otros escultores, Miguel Ángel no tuvo inconveniente para visualizar tanto la figura, como la posición ideal, que encajara perfectamente dentro del pétreo gigante. 


David de Miguel Ángel, detalle.
Foto: Benjamín Núñez González, 2019.
Lic. CC BY-SA 4.0

Por dos años, permaneció casi encerrado en el Palazzo dell´Opera del Duomo. Solo el sonido del martillo y el cincel delataban su presencia. Al final, al descorrer el gran velo que lo ocultaba, surgiría la figura de un David imponente, cuya mirada parecía desafiar no solo a su enemigo, sino a la mayoría de las concepciones artísticas de aquella época. De nuevo, en las manos del excelso escultor, se había operado el milagro de liberar de su prisión, a una figura maravillosa. Aquella sería una de las más grandes obras de arte de la historia, tal vez sea la mejor de todas... 


Réplica del David, en el sitio
donde estuvo el original.
Palacio Viejo, Florencia, Italia.
 Foto: JoJan(detalle), 2005.
Lic CC BY-SA 3.0

Al contemplar la estatua, el confaloniero de la ciudad decidió que poseía un carácter más profano que religioso, y ordenó su ubicación en la Plaza de la Señoría, en la Galería de las Lanzas. Sin embargo, Miguel Ángel consiguió que fuera colocada al frente del Viejo Palacio. Eso terminaría siendo un error, al dejarla expuesta a las inclemencias del clima. Una noche de mayo de 1504, la enorme figura fue transportada hasta allí, desde El Duomo. El 8 de junio fue colocada en su pedestal. No cabe duda de que sus cinco toneladas y media, hacían de cada uno de esos pasos, una labor ardua y delicada a la vez. Por fin, el 8 de septiembre del mismo año, quedó expuesta ante la asombrada vista del público. 


David de Miguel Ángel, detalle.
Foto: Benjamín Núñez González, 2019.
Lic. CC BY-SA 4.0

A diferencia de la visión sobre ese tema, que tuvieron otros grandes artistas, la obra de Miguel Ángel no muestra a David triunfante sobre Goliat. De manera magistral, prefirió capturar la tensión del momento previo al combate. El aire de rebeldía expresado en la mirada serena, pero retadora, del joven héroe y la tensión contenida en su mano derecha, que parece oprimir la piedra que le daría la victoria, muy pronto lo convirtieron en un símbolo para los florentinos. 


El David de Miguel Ángel. Galería de la Academia, Florencia, Italia.
Foto: Jörg Bittner Unna, 2016.

Como un detalle significativo, de manera intencional, en la cabeza, el torso y las manos, el gran escultor utilizó unas proporciones algo mayores que las dictadas por los cánones clásicos. El inteligente uso del contrapposto, la posición de los hombros y el giro de su cabeza, le confieren al David, un ritmo y una plasticidad que tal vez nunca lleguen a ser igualados. 

Otro aspecto de interés, resulta el contraste entre las proporciones del musculoso cuerpo masculino y sus genitales, casi infantiles. Incluso se ha llegado a mencionar la ausencia de circuncisión, en un varón judío. En nuestra opinión, eso fue realizado así, para no resaltar el posible aspecto erótico de la obra. No hay que olvidar que se trataba de un encargo, para ser exhibido en una iglesia... Por otra parte, en aquellos tiempos reinaba una censura implacable. Con toda seguridad, lo que menos quería Miguel Ángel, era la acostumbrada hoja de parra cubriendo el sexo del joven rey David.  

Esta obra maestra, tiene un antiguo historial de daños y percances. Muchos de ellos originados por su colocación en la plaza, a la intemperie: ¡en una ocasión, llegó a caer un rayo sobre su base, en el año de 1512! Durante una revuelta, se partió su brazo izquierdo, en 1527. De manera tardía, se la trasladó al interior de la Galería de la Academia, en 1873. En su lugar original, se colocó una réplica de iguales dimensiones. Algo es seguro, la prolongada exposición del David a los elementos naturales, causó sus efectos en el mármol, haciendo necesario su periódico mantenimiento.

Las fallas en la vigilancia de esas obras, nuevamente saldrían a relucir, cuando en el año de 1992, un hombre golpeó la estatua, utilizando un martillo. El daño hubo de ser restaurado. Aquí debemos agregar, que en el presente pareciera que las personas que acuden a admirar las obras de Miguel Ángel, deben pagar por los destrozos cometidos por otros, en el pasado. A menudo, los vigilantes tratan de una manera descortés al público, con gritos y un comportamiento agresivo. En esto, como en todo, se evidencia que los extremos son malos.


Julio II, por Rafael Sanzio, 1511.
Galería Nacional, Londres, UK.

En 1503 llegaría al trono del Vaticano, un conspicuo personaje, que adoptó el nombre de Julio II. Él se interesó en el trabajo de Miguel Ángel y llegó a tener una marcada influencia en su vida y en su obra. Le llamó a Roma, para confiarle la ejecución de un proyecto monumental. Desde entonces, el futuro del gran artista se vería ligado al pontífice, lo que contribuyó de manera importante a su inmenso legado artístico, pero también sería una de las fuentes de sus angustias y frustraciones...  

   













  

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