jueves, 20 de febrero de 2020

Los Vikingos en América (parte 1).



Ruinas del asentamiento vikingo de L'Anse-aux-Meadows, Terranova, Canadá. Foto: Carlb, 2002

La presencia de los vikingos en Norteamérica permaneció en el olvido durante varios siglos. A pesar de la referencia a unas tierras situadas al oeste de Groenlandia, en ciertos escritos antiguos y en algunas de las sagas nórdicas, por falta de pruebas, siempre se dudó de su veracidad. Pero finalmente pudo comprobarse en el año de 1961, con el descubrimiento de un asentamiento vikingo, al norte de la isla de Terranova.

Ese pueblo de marinos audaces había sido propenso a producir oleadas migratorias, por diversos motivos. Uno de ellos era, sin duda, el sostenido aumento de la población. Cada cierto tiempo, grupos de ellos debían partir en la búsqueda de nuevos horizontes, una vez que comenzaban a escasear los recursos disponibles. Pudiera compararse esto, con el comportamiento de las abejas, que periódicamente abandonan su colmena materna, para fundar una nueva, en algún otro lugar. De ese modo, ocurrió que los vikingos comenzaron a sentir la necesidad de establecerse en algunas de las tierras que "visitaban".


Expansión Vikinga. Autor: Max Naylor, adaptado por  Rowanwindwhistler, 2014.
Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported
   
En conclusión, deberíamos pensar que se trató de otro caso de desplazamiento poblacional... algo tan antiguo como la misma especie humana. Esto producía una especie de "efecto dominó", cuando la movilización masiva de algunos pueblos, inducía a su vez el desplazamiento de otros. No era raro, que debido a ese fenómeno, los pacíficos habitantes de alguna otra región terminaran pagando las consecuencias.


Valquirias transportan a un guerrero muerto ante Heimdall, en el Valhalla.
Por Lorenz Frolich, 1906. Fuente: Viktor Rydberg, Teutonic Mythology, Vol II, 1906.

Pero está claro que también era algo inherente al espíritu de los nórdicos, incluso a sus creencias: los más jóvenes se lanzaban a la aventura, en búsqueda de riqueza y de nuevos territorios, por el ansia de conquista... Para ellos no había mayor honor que morir en batalla, lo que pareciera explicar razonablemente su comportamiento violento y aguerrido. A partir del Siglo VIII se hicieron tristemente célebres, por sus correrías y asaltos en el norte de Europa. Luego, su área de influencia se extendió por casi todo el continente, en especial en las poblaciones que fuesen más accesibles. Podría afirmarse que en aquellos tiempos, no existía lugar seguro, sobre todo en las regiones costeras o cercanas a los ríos navegables.



Barco vikingo. Foto: Uwe Kils, 2005. Lic. CC BY-SA 3.0

En su peregrinaje, los vikingos, quienes no poseían grandes conocimientos, ni instrumentos sofisticados para la navegación, hacían uso de una notable intuición para guiarse a través de los mares septentrionales. A bordo de sus ágiles y resistentes embarcaciones (knarr y drakkars), ellos navegaban, no pocas veces a tientas, en medio de la neblina o de encrespados oleajes. Entonces debían recurrir a los indicios que el propio mar les ofrecía. Maderos u objetos flotantes, el vuelo de las aves marinas, el color de las aguas e inclusive algún resplandor en el cielo, podían convertirse en guías importantes durante sus viajes. Además, es posible que se valieran de cuervos domesticados, para evaluar su posición (cercanía o lejanía de la tierra).

También empleaban un sistema de orientación, sencillo pero efectivo. Consistía en mantenerse en las cercanías de la costa, mientras que cada noche evaluaban la altura de la estrella del norte, sobre el horizonte. Cuando esa altura coincidía con la del lugar al que se dirigían, intentaban mantener ese curso, durante el resto de la travesía. También utilizaban la sombra del Sol a mediodía, con los mismos finesDe manera intuitiva, ellos utilizaban la latitud terrestre para orientarse, pero sus métodos para hacer las mediciones eran muy rudimentarios. Además, dependían por completo de las condiciones climáticas. 



Un cristal de espato de Islandia, con propiedades birrefringentes.
Foto: ArniEin, 2010. Lic. CC BY-SA 3.0

No obstante, algunos investigadores sostienen la hipótesis de que los vikingos utilizaban ciertos cristales minerales, que les permitían detectar la posición del Sol, aun durante los días nublados. Hasta ahora, no se ha llegado a ningún acuerdo en este tema...

A fin de cuentas, no debería resultar extraño que los vikingos a menudo se extraviaran y equivocaran el rumbo. ¡Quién sabe cuantos de ellos acabaron en el fondo del océano! Pero su sistema de navegación y su intrepidez, les ha llevado a ser considerados como unos de los grandes navegantes de la historia, no existe ninguna duda. Aunque con frecuencia, el azar les llevara a toparse con tierras desconocidas, muchos de ellos se las ingeniaban para regresar al punto de partida. Así terminaron por encontrar un paso marítimo, que comunicaba el norte de Europa, con el entonces desconocido continente americano. 



Postal de Kvivik, islas Feroe, año 1900. Fuente: http://www.psp-info.dk {{PD-US}}

Hacia el año 861 de nuestra era, un vikingo llamado Naddod, navegaba desde Noruega hasta las islas Feroe, al noroeste de Escocia. En medio de aquellos difíciles mares, se desató la furia de los elementos. La nave terminó convertida en juguete del enfurecido oleaje. Milagrosamente no se hundieron, y fueron prácticamente arrojados a las costas de una isla desconocida, a la que dio el nombre de Snjoland. La noticia de su existencia se propagó, hasta que dos años más tarde, un marino sueco, Gardar Svafarson, la exploró y llegó a invernar en ella. En adelante, esa isla sería conocida con el nombre de Islandia.



Localización de Islandia.
 Autor: Ninrouter, 2012.

Sin embargo, la fundación del primer poblado allí, solo ocurriría algunos años más tarde, en 874. Por su clima relativamente benigno (efecto de la Corriente del Golfo), les fue posible subsistir de la agricultura, además de la pesca. Esto permitió el establecimiento definitivo de algunas colonias vikingas. Al poco tiempo, las comunicaciones y el comercio con la Península Escandinava se mantenían con total normalidad.



La isla de Tule, según la Carta Marina (detalle), por Olaus Magnus, 1539.
Copia del original, 1980. {{PD-US}} 

Pero los inquietos hombres del norte, no iban a detenerse en ese lugar, equivalente al mítico Tule de los antiguos escritos. Nunca se sabrá con certeza si fue por una tempestad, o el producto de un viaje de exploración, pero en el año 920, un colono de Islandia llegó muy al oeste y divisó la costa rocosa de lo que parecía ser una gran isla. Luego de un breve vistazo, bautizó ese sitio con el nombre de Arrecifes de Gunnjar para luego retornar a Islandia. Con toda seguridad, aquel debió convertirse en un tema de conversación en las tertulias de marineros, que animaban las largas noches invernales, por mucho tiempo. Llegaría a pasar más de medio siglo, antes de que alguien se atreviera a navegar hasta allí de nuevo.

Por el año 986, un siniestro personaje partía de Islandia en busca de esa gran isla, que recibiría el nombre de Groenlandia...  Él no era más que un desterrado o un fugitivo de la ley, por sus crímenes, pero la historia le tenía reservado un honroso lugar. 



Leif Ericksson descubre Norteamérica, por Christian Krohg, 1893. Fuente: Galería Nacional de Noruega

Continuaremos con este relato en nuestro próximo viaje al pasado. Entonces conoceremos quienes fueron Eric el Rojo y su hijo, Leif Ericsson. Veremos quienes fueron los primeros europeos en llegar al Nuevo Mundo, y por qué aquello terminó en el olvido... trayendo como consecuencia histórica el que a pesar de su innegable presencia, varios siglos antes del viaje de Cristóbal Colón, no hayan pasado a la historia como los verdaderos descubridores de  América.

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