domingo, 19 de agosto de 2018

Recuerdos de Caracas (parte 4).




Techos de Caracas, por Federico Brandt, 1928.
Galería de Arte Nacional. Caracas, Ven. Fuente: CONAC

¡Tantos sufrimientos, tantas vidas que había costado la existencia de Santiago de León de Caracas! A mediados del Siglo XVII, su gente no había hecho más que luchar contra la penuria y la fatalidad. Pese a su muy breve historia, terribles matanzas y tragedias naturales habían ocurrido en aquel valle, que un siglo antes no era más que el coto de caza de algunas tribus aborígenes.




Vista de Caracas, Siglo XIX. Por: F. Bellermann. En: gramscimania.info.ve


No resultaba fácil borrar las heridas del pasado; era algo que flotaba en el aire, como un recuerdo ominoso. Convivir con la permanente idea de la muerte, se convertía en algo normal entonces. Por las tardes, la neblina descendía de las montañas; con su frío manto envolvía la pequeña ciudad, transformando aquel hermoso valle en un lugar melancólico. Las oscuras noches caraqueñas eran solo para los audaces, los valientes: el miedo a la oscuridad doblegaba a la mayor parte de sus pobladores. Por ese entonces surgieron muchos de los cuentos y las leyendas de espantos que aderezarían la sobremesa y las tertulias familiares durante varios siglos.  



Paisaje tropical con casas y palmeras, por: Camille Pizarro, 1856.
Galería de Arte Nacional, Caracas, Venezuela. Fuente: Christie´s.

Historias narradas con la certeza de un testigo presencial: espíritus chocarreros, animales y lugares encantados. Brujas y duendes; ánimas en pena y tesoros enterrados. De veras que se daba rienda suelta a la imaginación. Buena parte de esos seres fantasmales vinieron con el conquistador español y con los esclavos traídos del África. La superstición y el fanatismo religioso de aquellas gentes contribuían a hacer aun mas tenebrosas las horas nocturnas: el toque de ánimas de las iglesias en mitad de la noche no hacía más que contagiar a casi todos con su lúgubre desazón... Esto es algo que con seguridad muchos de nosotros hemos sentido alguna vez. Lo que nunca dejará de sorprendernos, es la extraña fascinación que siempre han demostrado los niños por ese tipo de relatos.


Lo cierto es que algunas veces ocurrían hechos inexplicables...



¡Un niño recién nacido! y aún sin bautizar... según la creencia de muchas personas esas eran criaturas sumamente frágiles. Sin duda, una fácil víctima para algunas entidades demoníacas. Cruz y María eran unos campesinos que vivían con precariedad en una choza de bahareque y ramas, colgada sobre las barrancas de la quebrada de Catuche, uno de los arroyos que se desprendían de las montañas del norte... Sintiendo que algo maligno les acechaba, Cruz buscó los consejos de una hechicera llemada Yocama. Tal vez ella hallaría "la contra" de aquel maleficio.




Hechicera, por John W. Ehninger, 1902
Fuente: The Poetical Works of Lonfellow


Aspirando el humo de un manojo de hojas, la mujer cayó en una especie de trance. Con su mirada ausente, sin duda por los efectos de extrañas hierbas, le habló al angustiado hombre: 

---"Si para el amanecer de mañana no ha sido bautizado tu hijo... se lo llevará el demonio, que es quien lo reclama y nada podrá detenerlo "... 
---"Corre mijo, anda y busca al cura pa´ que le eche el agua hoy mesmo" ---¡Gracias tata! contestó Cruz, partiendo raudo hacia su casa, se le hacía tarde para buscar a su mujer y al niño. De manera extraña, encontró la puerta de la vivienda abierta y no había rastro de ambos. La tarde caía apresuradamente...



Noche de Luna llena. Foto: Luz A. Villa, Medellín, Col. 2007.
Lic. Creative Commons Att. 2.0 Generic.


Ya anochecía y ¡ni rastro de su familia! Pensó que tal vez María había llevado al niño a la iglesia. Cruz sentía que la neblina quemaba su piel, angustiado porque aquello significaba la inminente llegada de la noche. Atravesó un pequeño cementerio, cuyas destartaladas cruces entre crecidos matorrales, le daban un aspecto triste y miserable. Tocó el portón de la iglesia, hasta que al fin un sacerdote de aspecto desaliñado le abrió... Se enteró de que ni la mujer ni su hijo habían portado por allí, ¡qué podría hacer el desesperado muchacho! 



---"Toma este escapulario y este frasco con agua bendita, adelántate, Cruz. Como ves, me encuentro baldado, no puedo ir deprisa. Te alcanzaré en tu choza. ¡Id con Dios, hijo mío!"... Con la mortecina luz de la luna llena y el viento silbando en sus oídos, de nuevo se encontró ante su vivienda. Además del llanto del bebé, escuchó los gritos de María, forcejeando con alguien... Entre la penumbra creyó ver algo parecido a una gran ave negra, pero sin embargo en ella se intuían facciones humanas, además una feroz mirada. Sin dudar ni un instante, le arrojó agua bendita. Emitiendo un espantoso alarido, aquel ente levantó el vuelo y desapareció por el derruido techo.



Entonces, un insoportable hedor comenzó a invadir el lugar. El ronco gruñido de un animal que se acercaba, hizo que Cruz se plantara en la entrada, decidido a enfrentar lo que fuera, incluso a dar su vida para salvar a su hijo y a su compañera. La mirada rojiza de un perro negro le heló la sangre, aquél sin duda era el Diablo. Persignándose salió a su paso y le increpó: ---"¿Quién eres demonio, que buscas aquí?"... El fuego de aquella infernal mirada pareció avivarse y por toda respuesta le mostró feroz sus enormes colmillos. Cruz le arrojó lo que quedaba del agua bendita, pero eran apenas unas gotas, lo que pareció enfurecer a aquel demonio. Cruz se armó de valor, repitiendo su pregunta. ---"¡Ahora sabrás quien soy yo, imbécil!"... fue la respuesta.



--- "¡Mi nombre es Rufino! Rufino Guzmán, ¿escuchaste bien?"... Aterrorizado, Cruz vio como entre horribles carcajadas el perro comenzó a crecer, hasta alcanzar el tamaño de los árboles. Siniestro, reverberaba con la luz de la luna. Entonces comprendió que se iría sobre él. ---"¡En este caso, he de llevarte a ti también!"... Al joven no se le ocurrió más que agarrar el madero que servía de tranca a la puerta de su choza y lo sostuvo entre sus brazos, como si estuviese crucificado. El monstruoso perro no hacía más que burlarse de él y le persiguió hasta que llegaron a la tierra bendita del cementerio. Exhausto, su corazón no pudo más y cayó muerto con el madero sobre sus hombros. 



Allí lo encontró el sacerdote, quien acudió junto con algunos lugareños. Angustiados, llegaron hasta la humilde choza. Entre los destrozos  de lo que había ocurrido, no encontraron la menor señal de María ni de su hijo. ¡Nunca más se supo de ellos!... En la mañana, tampoco encontraron a Cruz, pero el madero que cargó como Cristo, se había cubierto de hermosas orquídeas blancas. Con lágrimas en los ojos, todos cayeron de rodillas, sabiendo que aquello era un milagro, que tal vez significaba que el joven y su familia habían sido salvados por Dios, arrebatados de las manos del demonio. El madero cubierto de flores fue llevado a la iglesia, adonde estuvo por muchos años, hasta que su recuerdo terminó por desvanecerse. 



Leyendas como esta, se conservaron durante varios siglos gracias a las tradiciones orales. Hasta nuestra generación llegaron casi intactas en el recuerdo de nuestros viejos. Fueron numerosas las veladas en las que embelesados oímos sus historias (a veces llamados "cuentos de camino"), contadas con una incomparable gracia. Entonces éramos unos niños que nunca soñamos con entretener aquellas horas con algo como un juguete electrónico. Tal vez no lo percibíamos, pero ante nosotros desfilaba un trozo del pasado, que se negaba a morir... Ese era el reflejo de nuestras raíces como nación, una pequeña parte de nuestro folklore, de la que era depositario cada anciano, que luego nos ha tocado ver partir. Si no le prestamos la suficiente atención, será difícil rescatar aunque sea una parte de esas crónicas familiares. Ese es un tesoro que ha ido llevándose consigo una generación hoy casi extinta.



Vista de Caracas, por John Thomas, 1839. {{PD-US}} 


La antigua Caracas, a pesar de todo, también sabía mostrar un rostro amable, que conquistó el corazón de no pocos visitantes. Sin embargo, a la vez la sensualidad se encontraba a flor de piel. Podría decirse que se trataba de dos ciudades en una. Por un lado predominaba un piadoso recato que rayaba en la mojigatería, pero escondido tras esa fachada, un libidinoso desenfreno y una violencia apenas contenida era la otra cara de la moneda. Parecía como si la naturaleza tropical insuflaba el deseo carnal, como un modo de compensar la alarmante tasa de mortalidad. De hecho, la expectativa de vida en esos tiempos era cercana a los treinta y cinco años, en promedio. Parecía cumplirse aquella máxima:


               "Creced y multiplicaos, que la vida es breve".


De ese lúbrico y tal vez desordenado crisol, emergería al fin la ciudad, con su arco iris multiétnico. ¡Pero el péndulo de la historia nunca se detiene! Por increíble que pueda parecerCaracas pronto quedaría prácticamente transformada en un convento durante doce largos años, por obra del fanatismo religioso de un obispo. Así, de un modo casi contradictorio, en aquella pequeña y conflictiva capital de una provincia de segundo orden, llamada Venezuela, se estaba incubando la chispa que llegaría a iluminar a varias naciones de nuestro continente. ¡Una ciudad de grandes altibajos, como pareciera ser su eterno sino! Caracas, que alguna vez mereció ser llamada "La Sucursal del Cielo"... pero que hoy sin temor a engaño se encuentra convertida en un verdadero infierno. 


Escudo de armas de Caracas, por: The Photographer, 2015
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3.0, 2.5, 2,0, 1.5 Generic-




2 comentarios:

  1. Excelente relato. Yo, aunque soy caraqueño por haber sido presentado a la edad de 5 años en la Jefatura de la policía de la Parroquia Sucre (Catia), me agarraron los coletazos de esa Caracas. En la noche, nos reuníamos todos los muchachos de muy variadas edades, en la calle principal de los Magallanes a jugar escondido y a contar cuentos de aparecidos, lloronas y diablos. Todo lo facilitaba la oscuridad por falta de electricidad y la ausencia de artefactos electronicos que distrajeran nuestra atención. Debo decir que provenía del llano apureño y ya traía un Master Degree en cuentos de aparecidos, lloronas y diablos. Un saludo

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  2. Gracias, Alexis. ¡Qué tiempos aquellos! Son temas que dan para muchas amenas tertulias. Muy amable por tu comentario, saludos con todo mi aprecio.

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