martes, 21 de febrero de 2017

El Verdadero George Custer.




Poster del espectáculo de Buffalo Bill, 1899. Courier Litho. Co. Buffalo, N.Y. Biblioteca del Congreso, USA.

Entre las tendencias más acentuadas en las sociedades modernas se halla la de engrandecer algunos acontecimientos; se trata de algo así como una necesidad de crear objetos de veneración, lo que a menudo lleva a la mitificación de hechos, o de personas. Por tal motivo, no debería resultar extraño el que en la antigüedad fuese una práctica común la exaltación de tantos personajes y sucesos. En épocas más recientes, y aun en la actualidad, esas costumbres se han mantenido, una clara muestra de ello se encuentra a la vista, es algo que ocurre a diario, en muchas disciplinas deportivas. Además, resulta notoria la inducción ejercida por ciertos sectores interesados: políticos y publicitarios, en la formación de tales mitos, a menudo con fines no muy loables, como son el control del pensamiento colectivo, especialmente.



Algunos períodos de la historia parecieran haber sido especialmente fértiles, para la formación de esos mitos o leyendas, casi siempre basados en sucesos reales. Uno de ellos es el comprendido entre los siglos XVIII y XIX, a lo largo de todo el continente americano, tal vez debido a la notable trascendencia de lo que allí aconteció, y la variedad de los personajes protagonistas.

Cruzando el Mississipi congelado. Por Carl C. Christensen, ca. 1878. Brigham Young University  Museum of Art

Tomemos por ejemplo los Estados Unidos de Norteamérica, esos fueron años de una gran conmoción interna. Las piezas de aquel complicado rompecabezas, apenas comenzaban a ordenarse, en un proceso que comenzó con la expansión de las trece colonias originarias, y no se detuvo hasta lograr la posesión de unos enormes territorios, que iban a dar hasta el Océano Pacífico y el Golfo de México. Muchas vidas quedarían esparcidas en ese camino, que les condujo hasta a una dolorosa guerra civil, al arrinconamiento inevitable y definitivo de los pobladores originales de aquellas tierras, y luego a un expansionismo incontrolado, que ocasionó muchas heridas, las cuales nunca pudieron sanar del todo...

Bombardeo de Fort Sumter, Charleston Harbor, 1861. Publicado por Currier & Ives. Biblioteca del Congreso, USA. Este ataque marcaría el comienzo de la Guerra de Secesión.

La Guerra de Secesión y la Conquista del Oeste fueron el escenario propicio para ese tipo de personajes, en el que muchos brillaron y marcaron su indeleble huella, así haya sido de un modo realmente fugaz. Precisamente entonces, se alimentó y creció la leyenda de un hombre, cuya personalidad y comportamiento siempre fue motivo de polémica. La admiración de la cual ha sido objeto, la supo ganar a fuerza de valor y coraje; pero al mismo tiempo, paralelamente, abundantes críticas y hasta una fuerte corriente de odio, han hecho presa de él. Se trata de George A. Custer, uno de esos personajes históricos que provocan admiración o rechazo, para quienes pareciera que no existen los términos medios.

Descendiente de una familia de inmigrantes, vino al mundo en un pequeño pueblo de Ohio, en 1839. A pesar de ser un niño de carácter díscolo, pudo adquirir una aceptable educación, llegando con el tiempo a trabajar, transportando carbón, para pagar sus estudios. Pero ni un futuro como maestro, y menos aún como sacerdote, encajaban en lo absoluto con su personalidad exhuberante, y sin duda, plena de audacia e irreverencia. Tal vez sus padres le estimularon a seguir la carrera de las armas, con la esperanza de ver encausado a aquel joven rebelde y problemático. Ingresó en West Point, y casi por un capricho del destino, logró graduarse, como el último de su promoción, en 1861. Su comportamiento deplorable, además de su bajo rendimiento académico, lo mantuvieron al borde de la expulsión, durante su estadía en la academia militar. Su graduación se adelantó un año, debido al estallido de la guerra civil. Como una gran ironía de la vida, cuando él regresara a aquel lugar, sería objeto de grandes honores militares.


El cadete George A. Custer, en West Point.  {{PD-US}}

George Custer desde el comienzo pareció ser uno de esos seres predestinados, perseguidos por la fama. Con su estilo excéntrico se haría notar, ya fuese provocando admiración o envidia. Lo que no dejaba espacio para las dudas eran su valentía y audacia, que rayaban en la insensatez; son abundantes las anécdotas en las cuales dejó constancia de una gran bizarría. Debido a ese comportamiento, logró llamar la atención de varios oficiales de alto rango; desde entonces, su ascenso sería vertiginoso, llegando hasta el rango de General de Brigada, a pesar de su juventud, durante aquella terrible guerra fratricida.

No obstante, lo que aparentaba ser tan solo una mezcla de arrojo y temeridad, era realmente el producto de un acertado instinto militar: Custer era capaz de hacer un rápido análisis del terreno y de los movimientos del enemigo, antes de atacar, de modo trepidante, que era su sello inconfundible. Además, no dudaba en exponer su vida en combate, por lo que era muy respetado por sus hombres. No exento de buen humor, y posiblemente con un toque de falsa modestia, él atribuía parte de su éxito, a la buena suerte...


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General George Armstrong Custer, entre 1860-65. Biblioteca del Congreso, EEUU.
Según sus detractores, Custer fue sencillamente un enamorado de la fama, capaz de hacer cualquier cosa para figurar y resaltar. Sin embargo, resulta un hecho incontestable, que su ascenso y tal notoriedad los obtuvo por su capacidad y comportamiento en los campos de batalla. Custer llegaría a convertirse en un personaje mediático, según la terminología moderna: utilizaba atuendos muy llamativos, escribía, atendía a los corresponsales de prensa. La política ejercía una fuerte atracción sobre él, no parece haber ninguna duda sobre ello.


Batalla de Gettysburg. Por Thure de Thulstrup, L. Prang and Co. 1887. Restaurado por Adam Cuerden. Biblioteca del Congreso, USA

Su destacada actuación durante la Guerra de Secesión la pudo rubricar en la sangrienta, y según variadas opiniones, decisiva Batalla de Gettysburg. El 3 de julio de 1863, no solo logró repeler un peligroso ataque de las fuerzas del general Robert E. Lee, quien hasta entonces mantenía un aura de infalibilidad, sino que también, al frente del 1er Regimiento de Caballería de Michigan, Custer, en una feroz lucha cuerpo a cuerpo, destrozó la retaguardia del Ejército Confederado. Muchos de sus hombres quedarían tendidos en aquel glorioso campo, y por supuesto, el prestigio del carismático y joven general se elevó hasta las nubes...


George A. Custer y su esposa, Elizabeth Bacon Custer, entre 1860 y 1865. Por Mathew  Brady Biblioteca del Congreso, USA  {{PD-US}}

En febrero de 1864, el aguerrido militar hizo un alto por breve tiempo, para contraer nupcias con Elizabeth Bacon (Libbie Custer). Ellos lograrían constituir una hermosa pareja, a pesar de que él llegó a serle infiel en el futuro. Sin embargo, el amor hogareño y la calidez de sentimientos de ambos quedarían plasmados en los libros que ella escribió sobre sus experiencias, y la azarosa vida que les tocó compartir. Ella, mediante esos escritos, contribuiría a mantener viva la fama, y la leyenda de su esposo, por muchas décadas.


General Robert E. Lee, 1864. Retrato por Julian Vannerson. Biblioteca del Congreso. {{PD-US}}

La guerra continuaría durante casi dos años más... Custer se integró al Ejército de Potomac, bajo el mando del general Philip Sheridan, en el año de 1864. Con sus cuerpos de caballeria participó en importantes campañas y numerosas batallas, de modo incansable, sin que alguna derrota lograra hacer mella en su carácter. Cuando sobrevino el colapso definitivo de las fuerzas sureñas, en la primavera de 1865, el general Lee inició su retirada, mientras era perseguido por el Ejército de la Unión. Tras algunos enfrentamientos, en los cuales Custer tuvo una muy destacada actuación, le tocó el honor de recibir en sus manos la bandera de la tregua de las fuerzas confederadas, y de presenciar la ceremonia de la firma de la rendición, en el juzgado de Appomatox, Virginia, el 9 de abril de 1865.


La rendición del General Robert E. Lee, en el juzgado de Appomattox en 1865. Por Thomas Nast. Ubicación: Granger Historical Picture Archive.

A pesar de que Custer había obtenido el grado de general de brigada y de mayor general, tanto en el ejército regular, como en el de voluntarios, tales ascensos quedaron sin efecto, como la mayoría de los que se lograban durante los períodos de guerra. Necesariamente recuperaría su rango de capitán del ejército regular (1866). Pero tantos esfuerzos y jornadas triunfales, al menos recibirían el reconocimiento algo más que simbólico, de su superior el general Sheridan, quien le obsequió la mesa sobre la cual se firmó el acuerdo que puso fin a la guerra, al mismo tiempo que enviaba una nota a Libbie Custer: "Permítame expresarle, mi señora, que difícilmente exista una persona a nuestro servicio, quien haya contribuído más para conseguir este deseable resultado, que su galante esposo"...


General Philip Sheridan, 1860-65. Por Mathew Brady.  Restaurado por  PawelMM, and Orionist {{PD-US}}

La vida de Custer pareciera ser una obra escrita en dos capítulos: con el fin de la Guerra Federal, se iniciaba una nueva etapa. Por supuesto, el retorno hasta un rango militar inferior, era algo a todas luces inaceptable, por lo que debió evaluar las diversas posibilidades que ante él se ofrecían. Una de ellas era la actividad política. También llegarían a ofrecerle un cargo en apoyo a las fuerzas rebeldes de México, durante los turbulentos dias del emperador Maximiliano I, pero esto acabaría siendo bloqueado por maniobras políticas. De tal modo, el curso de los acontecimientos terminaría por llevarlo hacia las solitarias praderas y montañas del oeste, de nuevo con un cargo militar.


Las Colinas Negras (Black Hills) Dakota del Sur, USA. Fotografía por Beth Steinhouer, Black Hills National Forest.

En esos parajes, Custer pudo encontrarse a sí mismo, frente a la disyuntiva de seguir actuando como un héroe, a quien muchos admiraban, o descender al bajo nivel de un villano. A partir de entonces, todo lo hecho anteriormente parecía carecer de valor. En el final de ese camino, lo esperaba el descubrimiento de que el precio a pagar por la fama, y entrar definitivamente en la Historia, no era otro que su propia vida...


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