viernes, 31 de mayo de 2013

La Civilización del Nilo y el Gran Faraón (parte II)




Estatua de Ramsés II.
Museo egipcio de Turín. Italia


Un día de septiembre de 1976, en medio de un inusual movimiento, llegó a Francia en un avión militar, recibiendo honores de jefe de estado, nada menos que una momia. Ese vuelo, previamente había dado una vuelta sobre algunos monumentos históricos, antes de salir de Egipto, para honrar a tan ilustre pasajero. El propósito de ese viaje era el de someter a tratamientos a dicha momia, para evitar su lento pero progresivo deterioro por la acción de microorganismos. 



Momia de Ramsés II


Se trataba nada menos que de los restos momificados de Ramsés II. No hay duda de que él se hubiese llenado de satisfacción, de haber sabido que iba a recibir esos honores, a más de tres mil años de su muerte. ¿Cómo fue el paso por la vida de un personaje tan llamativo? 



Akenatón, Nefertiti  y su familia. Museo de Berlín
Foto: Gerbil, Wikipedia


Hacia 1340 AC. la situación en Egipto era caótica. Las reformas religiosas de un faraón, llamado Akenatón, habían producido una revuelta en las clases sacerdotales. La rebelión se extendió por todo el país. Debido a su fanatismo, había dejado a un lado sus responsabilidades como gobernante y como jefe militar. Al cabo de cierto tiempo, el poder terminó en las manos de Horemheb, un general sin parentesco alguno con la dinastía que venía reinando. De inmediato, se dedicó a poner orden internamente y también en las fronteras del reino. Pero dejó pendientes los problemas que tenían con los hititas, un tema muy importante para Egipto.

A la muerte de Horemheb, el trono pasó a su visir, otro general: Ramsés I, quien para entonces era un anciano. Sin embargo tenía descendientes masculinos, lo que era de mucha importancia. Pertenecía a una prestigiosa familia militar, pero no tenía ninguna relación con la realeza egipcia. Como era de esperar, su reinado fue breve, solo duró poco más de un año, y en el 1303 AC. le sucedió su hijo, Seti I.


 Seti I. Templo de Abidos
Foto: Messuy, 2005


En esa época, ya Ramsés II tenía unos diez años de edad. Él nació en Avaris, en el lado oriental del delta del Nilo (más tarde, mudaría la capital del reino para esta ciudad, dándole el nombre de Pi-Ramsés). Creció junto a sus hermanos, y aparentemente no era el primogénito, pero a fin de cuentas, resultó ser el heredero al trono.  Lo cierto, es que recibió una esmerada educación. Para evitar los nefastos problemas sucesorales, fue nombrado príncipe regente, siendo todavía un niño.

Con tan solo 15 años, empezó a tener responsabilidades militares, acompañando a su padre durante las campañas en Libia y Siria. La primera vez que estuvo al mando de tropas fue en Kush (Nubia), a los 21 años de edad. También fue encargado de la supervisión de las minas y la construcción en distintos lugares del reino, lo que aparentemente le dejó el gusto por la arquitectura monumental.


Prisioneros nubios. Templo de Abu Simbel
Foto: Josch Maltz


Se había casado muy joven, a los 17 años, con Nefertari, a la que parecía profesarle un gran amor, sin que eso impidiera que tuviese un harén bastante extenso. ¡Entre sus esposas llegó a tener hasta hermanas e hijas suyas! Por escandaloso que pueda lucir, no hay que olvidar que ese era el modo con el que pensaban que se podía mantener la pureza de la sangre real.
 
Nefertari


Llegó a tener unos 150 hijos en total, así que no debió serle difícil encontrar herederos al trono. Pero su reinado fue tan largo que sobrevivió a muchos de sus descendientes; es de suponer que más de uno de ellos, teniendo aspiraciones de gobernar, se quedaría esperando su momento. De todos modos, la mayoría obtuvo altos cargos, en los que el faraón delegó ciertas responsabilidades. Su heredero, al fin, resultó ser su décimo tercer hijo, llamado Merenptah.




Batalla naval entre los egipcios y los "pueblos del mar"


Ramsés II inició formalmente su reinado en el 1290 AC. después de concluir las ceremonias funerarias de su padre. Luego se encontró con la presión de algunas amenazas militares: enfrentó y derrotó a los llamados "pueblos del mar", nombre genérico que daban los egipcios a cualquier invasor que llegara del Mediterráneo. En este caso se trataba de los sardos. Fue una ocasión propicia para mostrar su capacidad, al triunfar en una batalla naval (no era el fuerte de los egipcios) y al saber captar para su ejército, a buena parte de los vencidos.


 Imperio hitita y su frontera con Egipto.
 Por Crates


Ante el avance de sus enemigos en las tierras del Retenu (Canaán y Líbano) se decidió a someterlos, y tuvo éxito. Pero el escollo principal se hallaba en Siria, en donde los hititas, viejos enemigos de Egipto, se habían hecho cada vez más fuertes. Al fin, se vieron comprometidos en una gran batalla, que presenta algunos aspectos llamativos: fue la primera acción de esa magnitud, que se encuentra bien documentada en la historia, y también fue la última plenamente asociada a la tecnología de la Edad de Bronce.


Plano de la batalla de Kadesh
Fuente: Commons modif. Parcial Njs, 2007


Se trata de la Batalla de Kadesh o Qadesh, en la cual salta a la vista otra particularidad interesante, ambos bandos se atribuyeron la victoria. Según todo parece indicar, el ejército egipcio (constaba de cuatro cuerpos, que en ningún momento llegaron a reunirse) fue sorprendido por la estrategia de los hititas, al ser atacados antes de lo previsto. De ese modo, el grupo comandado por Ramsés II se vio rodeado y comprometido, mientras un segundo cuerpo, que acudía en su ayuda fue desbaratado por los enemigos. Entonces, al faraón le tocó luchar por su vida, demostrando un gran valor y decisión, al frente de sus tropas. Esto, unido a algunos errores cometidos por los hititas, permitió la reorganización de los egipcios y sus aliados.


Batalla de Kadesh


Impresionante debió ser la escena: bajo un sol inclemente, la llanura al pie de la ciudad, no muy lejos del río Orontes. Los macizos carros de guerra hititas, compitiendo con los carros egipcios, más ligeros y maniobrables, buscando abrir brechas, para el ataque de los cuerpos de infantería. Una inclemente lluvia de flechas en medio de espesas polvaredas, las cuales convertían todo en una trágica danza de figuras deformes, al compás de una espantosa sinfonía de golpes y gritos ensordecedores. Eran decenas de miles de hombres, luchando fieramente. Todo parece indicar que la batalla pudo durar más de un día y que  al fin los egipcios lograron dominar la situación.




Ramsés II en Kadesh. Abu Simbel




Ramsés II hizo de esta batalla, un tema de continua autoalabanza. En multitud de monumentos ordenó inscribir la historia de como prácticamente por su propia mano derrotó y "aplastó" a los hititas. La versión de estos es algo diferente, lo que ha dado pie a la polémica, sobre quien fue en verdad el vencedor en Kadesh. Como siempre, en caso de duda, parece preferible encontrar una opción intermedia: allí no hubo vencedores ni vencidos, o si alguno triunfó, fue a un costo muy elevado. Tan es así, que a la larga, el rey de los hititas y el faraón terminaron llegando a un acuerdo de paz (también el primero que se encuentra documentado), en donde se tratan de igual a igual. Aun más, Ramsés se casó años más tarde con una princesa hitita, esto indica que incluso pudieron llegar a ser aliados. 


Ramsés II victorioso


El exceso de vanidad de Ramsés II, parece excusable en un hombre que luchó como un león y cuyos esfuerzos al frente de sus tropas, contribuyeron a torcer el rumbo de una batalla, que parecía una derrota segura.
Lamentablemente, a la postre, ambas naciones quedaron debilitadas luego de tanto luchar.


Ruinas del Ramesseum


Durante el resto de su extenso reinado, Ramsés II disfrutó de una relativa paz, lo que le permitió dedicarse a su actividad favorita, la construcción de grandes obras. Hasta logró controlar las eternas intrigas del clero, al nombrar como sumo sacerdote a alguien totalmente fiel, llamado Nebumenef. 


Es posible que durante el gobierno de este faraón haya ocurrido El Cautiverio de los israelitas. La febril actividad constructora que se desarrolló, necesitaría sin duda de toda la mano de obra "disponible". Aunque en ningún registro egipcio consta esta situación, sí es mencionada en la Biblia (Éxodo, 1:11). Quizás algún día se llegue a esclarecer la verdad de estos hechos.




Sala hipóstila. Karnak

Lo más probable es que Ramsés II, con su egolatría, no haya dudado en tomar para sí algunos monumentos realizados por otros reyes. Llegaría a borrar inscripciones anteriores, para poner las suyas, pero tampoco sería el primer faraón que recurriera a ese procedimiento. De todos modos, en un mandato de más de sesenta años, habrá tenido tiempo más que suficiente para imprimir su obra por todo Egipto. Se ha llegado a pensar, que su gobierno longevo, unido al gran gasto público, precipitó la decadencia del imperio.



Abu Simbel en la noche. Foto: Angel Aroca Escámez, 2010 


La magnificencia de sus obras ha asombrado a mucha gente. El esplendor alcanzado por Tebas en esa época.
 Los complejos religiosos en Karnak, fueron objeto de suntuosas ampliaciones. Abu Simbel, con sus templos, que fueron salvados de quedar bajo las aguas de una represa, hacia 1968. El Ramesseum, destinado a ser su tumba, con sus estatuas colosales y su riqueza en inscripciones y bajorrelieves. Esas y muchas otras obras, constituyen una arquitectura "gigantesca" que no siempre ha sido del gusto de los expertos.



Ramsés II ejecutando a los prisioneros


En el año de 1223 AC. murió este personaje, con casi noventa años de edad. Él fue un hombre con un carácter firme, que sabía ser duro y cruel. Se mantuvo un poco distante de su pueblo, pero pudo mantener la paz, aun por la vía de los tratados y acuerdos. Se preocupó por el bienestar común, lo que habla de su habilidad como político. Siempre fue representado en sus imágenes, como un hombre en su plenitud: El Rey Sol, Ramsés el Grande. 



Ramsés II . Museo Británico, Londres
Foto: Jorge Royan, 2010


Resulta llamativo que justamente él, haya sido quien
viajara desde un pasado tan remoto, para recordarnos a través de su cuerpo momificado, de lo breve y frágil que es la existencia, así como lo absurdo de la soberbia y la vanidad humana. ¿Cómo pudo alguien como Ramsés II ser destinado a transmitir un mensaje así? 


Ya volveremos al Egipto antiguo, quizás podamos hallar algunas respuestas. O tal vez más interrogantes...



Bibliografía

1) Antiguo Egipto. Paul Johnson. Javier Vergara Editor. Grupo Zeta. Italia, 1999.

2) Historia Universal. El Imperio de las Pirámides. Carl Grimberg. Revista Bohemia, edición especial. Caracas,1988.

3) Los Egipcios. Isaac Asimov. Historia universal ASIMOV. Alianza Editorial. 4a Edición. España, 1983.

4) Los Grandes Imperios y Civilizaciones. El Egipto de los Faraones. Editorial SARPE. Madrid 1985.

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