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| La invasión de los bárbaros. Por Ulpiano Checa, 1887. |
Para el siglo VIII después de Cristo, gran parte de Europa occidental se había convertido en el asentamiento de los pueblos de origen germánico, que se encargaron de poner término a la tambaleante hegemonía romana. Sobre las cenizas del imperio, uno de esos pueblos se encargaría de recoger los fragmentos dispersos, logrando reunirlos en cierta medida. Ellos dejarían a un lado la organización tribal, heredada de sus ancestros, para adoptar un sistema de entidades, de tipo nacional, que con el tiempo llegaría a dar forma a la Europa moderna.
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| El reino franco y sus tributarios, en la época de los reyes merovingios. Fuente File: Merovingian_dynasty.jpg. Autor, Rudric. Lic. CC BY-SA 3.0 |
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| El trono de Dagoberto I, en bronce. Siglo VII-IX después de Cristo. Se le considera el último rey merovingio poderoso. Foto: GFreihalter, usuario Wikimedia, 2016. Lic. CC BY-SA 3.0 |
La inveterada costumbre de los reyes francos, de repartir el reino entre sus herederos, había sido la fuente de numerosas intrigas, profundas divisiones y graves conflictos. Debido a ello y con el paso del tiempo, los monarcas merovingios perdieron fuerza. Entonces surgió la figura del maior domus, funcionario de palacio, que inicialmente solo colaboraba con las labores administrativas del gobierno. Pero, a medida que el poder real iba en declive, ocurría lo contrario con los mencionados mayordomos. Así llegaría un momento en que a estos, solamente les faltaba ceñirse la corona… Pero se encontraban con un obstáculo, carecían de una legitimidad que era otorgada por Derecho Divino, que solo poseían los descendientes de los Merovingios.
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| Uno de los "reyes holgazanes" merovingio, viaja en su carro tirado por bueyes. Fuente: Historia de Francia en 100 pinturas. Por Paul Lehugeur. |
A fines del Siglo VII, el avance de los árabes era incontenible. Con el galopar de sus caballos, invadieron, conquistaron e incluso llegaron a imponer su religión, desde las profundidades del Oriente Medio, hasta el norte de África. De tal modo, toda la costa sur del Mediterráneo, terminó en sus manos y llegó a ser convertida a la fe mahometana. Y así se mantiene hasta el día de hoy…
Pero eso no era suficiente para los moros. Ya tenían puesta la mirada en la península Ibérica, primero, y más tarde en toda Europa. La gran tempestad ya afloraba en el horizonte.
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| Tarik ibn-Ziyad. Por Theodor Hosemann. En Little-Known Wars of Great and Lasting Impact, de Alan Axelrod. PD-US |
Ya para el 714 de nuestra era, la península Ibérica había caído bajo el dominio musulmán. La única excepción era la región montañosa del norte, defendida con gran fervor por guerrilleros vascos. Lo cierto es que repentinamente los francos se encontraron con un vecino incómodo y por demás peligroso. Para complicar las cosas, las luchas internas por el poder, entonces los mantenía al borde de una guerra civil.
En ese período turbulento, surgió un personaje notable, a quien el destino le tenía reservado un lugar en la historia, al enfrentar y detener la amenaza musulmana que ya tocaba a la puerta de la Europa Occidental. Ese hombre fue Carlos Martel. Martel, el Martillo, era llamado así por la contundencia de sus ataques. Él llegaría a ser el más importante de los mayordomos francos y además sería el abuelo de un insigne emperador, como fue Carlomagno.
Para enfrentar la invasión musulmana, era de importancia vital el poder contrarrestar las ágiles y mortales embestidas de sus jinetes sobre sus magníficos caballos árabes. Después de algunas dificultades, Martel consiguió reunir un cuerpo de caballería pesada. Los jinetes francos, llevando armaduras de metal, irían sobre inmensos corceles de guerra. Hay que agregar, que aquella impresionante formación de "caballeros medievales" resultaba ser toda una novedad en esa época.
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| Carlos Martel en la batalla de Tours (Poitiers). Fuente: Great Chronicles of France. Por Levan Ramishvili, Tbilisi, Georgia, 2018. |
Al triunfar en esa batalla, Carlos Martel había logrado detener el avance musulmán sobre las tierras de Occidente. Como era de esperar, su prestigio se disparó hasta el límite de lo indecible. Esto lo ayudó a fortalecer su liderazgo de manera definitiva. Así podría continuar con su plan secreto de unificar al pueblo franco bajo su tutela. Pero a la vez, tuvo la prudencia necesaria para comprender que no era ese el momento de mostrar sus aspiraciones al trono. Continuaría siendo el mayordomo de palacio. Después de todo, no le había ido tan mal…
Era un hecho que para entonces, la presencia o la ausencia de los reyes merovingios no parecía ser relevante. A la muerte de uno de ellos, cuyo nombre era Teodórico IV, Carlos Martel procuró que el trono se mantuviera vacío. ¡Y nadie pareció notarlo! Era esa, una clara señal de que todo estaba listo, para que la corona de los francos llegara a sus manos. Solo quedaba por resolver el molesto asunto de la legitimidad. Al fin, no se atrevió a dar el paso y prefirió dejar las cosas como estaban.
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| Tumba de Carlos Martel. Basílica de Saint-Denis, Francia. Fuente: Wikimedia Commons. Usuario PHGCOM, 2007. Lic. CC BY-SA 4.0 |
No obstante, ambos hermanos pensaron que primero necesitaban resolver la cuestión de la legitimidad. Para ello, había que nombrar un nuevo rey. Podía ser cualquiera, con tal de que por sus venas corriera la sangre de los merovingios. Sin duda, eso les dejaría en una posición privilegiada, en caso de presentarse algún futuro rival. En cuanto al nuevo rey, Childerico III, como ya se dijo, era como si no existiera. Pero a ellos, les procuró la legitimidad necesaria para mantener su posición de gobernantes, aunque sin llevar la corona.
Luego, de manera inesperada, Carlomán, el primogénito, prefirió escuchar el llamado de Dios y se retiró a un convento. Tal vez eso le estaba salvando la vida, ¡quién lo sabe! A fin de cuentas, ahora el hijo menor gobernaría a los francos, según su propia voluntad. Ya encontraría el modo para deshacerse del inútil rey merovingio, quien solo era un estorbo para sus planes.
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| Pipino III, el Breve. Por Louis-Félix Amiel, 1837. Galería de Retratos de los Reyes de Francia, Palacio de Versalles, París, Francia. |
Siendo el tercero en llevar el mismo nombre, dentro de la sucesión de mayordomos de palacio, adoptó el nombre de Pipino III. Pero él sería mejor conocido como Pipino el Breve. Sin duda se trató de un gran rey, pero su destino fue el de ser opacado por uno de sus hijos.
Continuará…





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