El triunfo de Aquiles. Fresco por Frank Matsch, 1892. Palacio de Aquileion. Corfú, Grecia. |
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Aquiles y la sombra de Patroclo. Dibujo por Johann Heinrich Fussli, 1810. Fuente www.latribunedelart.com |
Una noche, mientras dormía, se le apareció la figura fantasmal de Patroclo. Tal vez solo había sido un sueño, o tal vez no... El espectro le advirtió que se encontraba como atascado entre dos mundos, sin posibilidad de avanzar, mientras su cadáver se mantuviera insepulto.
Al amanecer, Aquiles dispuso lo necesario para el comienzo de los funerales. Ese mismo día, presidió un gran banquete, en honor de Patroclo. La ocasión sirvió para que tanto él, como el orgulloso Agamenón, dejaran a un lado sus diferencias.
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El funeral de Patroclo. Óleo por Jacques-Louis David, 1778. Galería Nacional de Irlanda. Fuente: http://mini-site.louvre.fr |
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Febo protege el cuerpo de Héctor, mientras Aquiles lo arrastra. Por John Flaxman, 1793. Fuente: Dr. H.P. Haack. Leipzig, Alemania. |
Antes de entregar el cuerpo de Patroclo a las llamas, se realizaron algunas ofrendas rituales. Sobre el improvisado altar, mientras clamaba a los dioses, un sacerdote procedió a degollar, con gran parsimonia, a las víctimas. En sangriento holocausto, se segó la vida de doce ovejas y un magnífico toro negro. Pero la ceremonia aún no había concluido... doce prisioneros troyanos fueron también sacrificados, para horror de quienes contemplaban la escena desde las murallas.
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Aquiles ofrenda sus cabellos ante la pira de Patroclo. Por Johann Heinrich Füssli, ca. 1795. Fuente: Estudios sobre Fuseli, por Antal Frederick. Madrid. |
Las honras fúnebres concluyeron con la celebración de una serie de competiciones deportivas. Carrera, pugilato, lucha, lanzamiento de jabalina, sirvieron para que los grandes campeones de la Hélade exhibieran su destreza y su poderío. Entre otros, en ellas participaron Diomedes, el indomable. Odiseo, con su mezcla de fuerza y astucia. El invencible Ayax Telamón. Menelao y hasta el mismo rey Agamenón se animaron a tomar parte. Aquiles se encargó de premiar a los vencedores y a los más destacados, luego de cada prueba.
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Competencia de carrera, detalle de un ánfora panatenaica. Siglo VI AC. |
Hasta en el palacio del monte Olimpo podía percibirse el malestar. Mientras Febo se encargaba de ponderar los méritos y las virtudes del infortunado Héctor, Hera y Poseidón no cesaban de expresar su desdén hacia la progenie real troyana. El propio Zeus se encontraba disgustado por el ensañamiento de Aquiles con el cuerpo de su noble rival. De no haber sido por los ruegos de Tetis, por quien sentía un afecto sincero, no hubiese dudado en echar mano de uno de sus rayos para fulminar a su sacrílego hijo. Un hombre como Héctor no merecía ese insulto, que le privaba del derecho a emprender su camino hacia el inframundo.
El rey de los dioses optó por persuadir a Príamo de ir en busca de Aquiles, para ofrecerle un rescate por el cuerpo de su hijo. El encargado de llevar el mensaje sería el alado Hermes. Mientras el anciano rey dormía, el mensajero le susurró en el oído lo que habría de hacer. Le dijo que no tuviera miedo, porque contaría con su protección en todo momento. Sobresaltado, el monarca troyano abandonó el lecho y de inmediato ordenó disponer lo necesario para ir hacia el campamento enemigo. Marcharía solo y portando un rico rescate para el rey de los mirmidones. Así, dominando sus recelos e impulsado por su amor paternal, Príamo subió a su carruaje, al amparo de la noche oscura.
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Príamo ruega a Aquiles por el cuerpo de Héctor. Por Aleksandr Ivánov, 1824. Galería Tretiakov, Moscú, Rusia. Fuente: http://lj.rossia.org |
Tras ayudar a levantarse a Príamo, ambos conversaron durante largo rato. Aquiles lamentó que las cosas hubieran ocurrido de ese modo y elogió a Héctor, quien había sido su más digno rival y a quien, en el fondo de su alma consideraba su hermano. De ese modo, al perdonarlo, se estaba perdonando a sí mismo. Se comprometió no solo a devolver su cuerpo, también ofreció una tregua de nueve días, para que el príncipe fuera honrado del modo que merecía. Con la ayuda de algunos sirvientes, Aquiles se encargó de preparar el cuerpo, para entregarlo a su padre. Mientras lo hacía, sus ojos nuevamente se llenaron de lágrimas y entonces tuvo la inequívoca premonición de que muy pronto lo seguiría.
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Príamo regresa a Troya con el cuerpo de Héctor. Por John Trumbull, 1785. Museo de Bellas Artes de Virginia, en Richmond. Fuente:wikioo.org |
Continuará…
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