lunes, 28 de septiembre de 2020

Michelangelo y su obra (parte 3).

 

Complejo arquitectónico de la Basílica de San Lorenzo, Florencia, Italia.
Foto: Richardfabi, 2005.

Durante el año de 1516, llegó otro gran proyecto: Miguel Ángel tomaría parte en el diseño y en la decoración del complejo arquitectónico de la Basílica de San Lorenzo, en Florencia. Para ello, había que postergar los trabajos de la tumba del Papa Julio II, ¡otra vez!  Ese era un destino, que parecía perseguirle por dondequiera... En esta ocasión, los vaivenes y turbulencias de la política, influirían, para que a fin de cuentas, también debiese abandonar Florencia, en 1534, frustrado al no ver concluida su obra. De cualquier modo, quedaría tras de sí, la señal inconfundible de su genio. 


Exterior de la Sacristía Nueva, Florencia, Italia. Foto: Tubantia, 2008.
Lic. CC BY-SA  3.0

La fachada principal de la iglesia de San Lorenzo, nunca pudo ser concluida, de ella solo existen algunos dibujos y maquetas. No obstante, por encargo del Papa León X, de la familia Médici, realizó el diseño arquitectónico de la Sacristía Nueva del mismo templo. Su interior debería convertirse en el panteón familiar. Sin duda, tendría que ser un monumento digno de ellos. Pero al final, solo pudo realizar las tumbas de Lorenzo, Duque de Urbino, y Juliano, Duque de Nemours.

 

Interior de la Sacristía Nueva. Por Miguel Ángel, 1519-1524. 
Fuente: Umberto Baldini, Miguel Ángel escultor. Rizzoli, Milán, 1973.

Miguel Ángel dispuso ambos sepulcros, simétricos y de composición triangular, como retablos adosados a las paredes de dicha sacristía. El contraste entre los colores del mármol, y la ubicación de las expresivas esculturas, contribuyen a crear una atmósfera inquietante y algo opresiva. La figura de ambos duques, mirando hacia la Madonna de Médici, también obra de Miguel Ángel, constituye el núcleo composicional alrededor del cual parece girar la decoración de la capilla. 


Tumba de Lorenzo duque de Urbino, por Miguel Ángel. Sacristía Nueva, Florencia, Italia.
Foto: Rabe! 2014. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0

La actitud pensativa de Lorenzo, contrasta con el aire marcial de Juliano, ambos sentados dentro de sus apretados nichos. A los pies de cada uno de ellos, se encuentran una pareja de figuras alegóricas, que simbolizan el amanecer y el ocaso, la luz y la sombra... Parecen deslizarse como el tiempo, sobre una elipse, truncada, al igual que la vida de los dos jóvenes duques. Esta obra extraordinaria está impregnada, de lo que los contemporáneos del gran artista llamaron Terribilità: la fuerza y el poder de sus contorsionadas figuras, definitivamente enmarcadas dentro de la corriente manierista. 


Tumba de Juliano, duque de Nemours. Por Miguel Ángel. Sacristía Nueva, Florencia, Italia.
Foto: Rabe! 2014. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0

A ese trabajo se dedicó, desde el año de 1519 hasta 1524. Pero un año antes, falleció León X, y como ya se había convertido en una costumbre, el nuevo Pontífice no tardaría en hacerle distintos encargos. Así, habría de abandonar lo que estaba haciendo para dedicarse a otro proyecto... No cabe duda, de que el atender los caprichos y encargos de cada nuevo Papa, contribuyó en mucho a su frustrante incapacidad para finalizar unos cuantas de sus obras.


Biblioteca Laurenciana. Escalera y entrada al vestíbulo. 
Foto: Sailko, 2012. Lic. CC BY-SA 3.0

Para Clemente VII, resultaba prioritaria la conservación adecuada de la magnífica colección de libros y códices antiguos propiedad de los Médici, en permanente riesgo de sufrir daños irreparables. Ese mismo año, encargó la construcción de la Biblioteca Laurenciana, donde Miguel Ángel diseñó la escalinata que asciende, desde un costado del claustro; también son obra suya, la sala de lectura y el vestíbulo. Pero en 1527, esos trabajos debieron ser interrumpidos, ante la violenta irrupción de los ejércitos hispánicos y alemanes. 


Clemente VII. Por Sebastiano del Pombo, ca. 1531.
Fuente: J. Paul Getty Museum

Aquello provocó la salida de los Médici. Curiosamente, Miguel Ángel obtuvo un nombramiento del nuevo gobierno florentino, para un cargo de importancia. Incluso participó en la defensa de la ciudad, ante el prolongado asedio de las tropas del Papa. Los impredecibles vaivenes de la guerra y la política, pronto lo colocaron en una posición muy difícil, con la caída de ese efímero gobierno, en el año de 1530. Los partidarios de los Médici, amenazaban con matarlo... Solo el perdón y la intervención de Clemente VII, pudieron librarlo de ese desastroso final.


Paulo III. Por Tiziano, 1543. Foto: Alberto Fernández Fernández.
Museo de Historia del Arte, Viena, Austria.
Lic. CC BY-SA 2.5

En el año de 1534, la situación ya era insostenible, por lo que decidió partir para Roma. A la muerte del pontífice que le había salvado la vida, otro Médici llegó al solio del Vaticano. Sería conocido como Paulo III. Una vez más, esto significaría nuevos encargos para Miguel Ángel. Con más de sesenta años de edad y luego de casi veinticinco, de haber decorado los techos de la Capilla Sixtina, debió regresar allí, esta vez para pintar un gran mural, al fresco. Sobre la pared del altar mayor debería representar su visión  del Juicio Final, inspirado en el libro del Apocalipsis, del apóstol San Juan. 


El Juicio Final. Por Miguel Ángel. 1536-1541. Capilla Sixtina, Vaticano, Roma.
Fuente: Web Gallery of Art.

Desde el principio, su trabajo encendió la polémica. Miguel Ángel hubo de sacrificar los frescos previamente pintados por un gran artista, como había sido el Perugino. Al final, sobre ese muro quedaría plasmada una de las obras más asombrosas del arte universal. Como un torbellino de formas y figuras, más que unos personajes, allí se revolvían las creencias y las angustias del ser humano, respecto a su incierto destino. En lo alto, luminosos, sobre mantos de nubes, flotan los santos y los bienaventurados. En el lúgubre fondo, despiertan los muertos, para ser juzgados, mientras son acosados por demonios. Algunos intentan ascender, de manera tortuosa. Arriba, en el centro, se encuentra la poderosa figura de Cristo, al lado de la Virgen María. Con el gesto amenazante de un juez inflexible, levanta su mano, convirtiéndose en el centro de la composición. 


El Juicio Final (detalle) Cristo y María. Capilla Sixtina.
Fuente: The Yorck Project, 2002. {{PD-US}}

No se puede pasar por alto, que el gran artista se valió de esa obra para caricaturizar algunos personajes, incluso a sí mismo... A los pies de Jesús, se encuentra un anciano, que representa a San Bartolomé. Según la tradición, en su martirio, él fue desollado vivo. En el colgajo de piel que el santo sostiene en su mano, Miguel Ángel, en trágica caricatura, representó sus propios rasgos. Ese horrible autorretrato, dice mucho acerca de su alma atormentada. De igual modo, aprovechó para vengarse de uno de sus más acérrimos detractores, al utilizar su rostro para representar al rey Minos, juez de los infiernos.


El Juicio Final (detalle). San Bartolomé.
Fuente: Web Gallery of Art. {{PD-US}}


Al verse desnudo y con orejas de burro, el ofendido hombre se quejó ante el Papa, exigiendo que su rostro fuese excluido de ese mural. Según cuentan, Paulo III le respondió de manera jocosa: "Querido hijo, si el pintor te hubiese puesto en el purgatorio, hubiese podido sacarte, pues hasta allí tengo poder. Pero te pusieron en el infierno, y me es imposible hacer nada..." 

Muchos pensaron que el pintor también merecía la condena eterna, debido a la gran cantidad de figuras desnudas que contenía el mural. En especial, consideraban que era por completo inadecuado para aquel recinto de oración. Miguel Ángel fue acusado de hereje, y llegó a considerarse la posibilidad de destruir esa pintura. Resulta evidente que su arte liberal, imbuido en la filosofía neoplatónica, era difícil de comprender por numerosas personas, cuyo pensamiento aún se encontraba cautivo en los oscuros calabozos de la Edad Media. Por eso, debió siempre caminar por la frontera entre lo sagrado y lo profano.

Luego de la muerte de Paulo III, comenzó a imponerse el criterio de la censura. A pesar de ello, aguardaron a que Miguel Ángel falleciera en 1564, para actuar... Se cubrirían los genitales de la mayoría de los personajes, pintando sobre ellos los conocidos paños de pureza. Fueron requeridos los servicios de Daniele de Volterra, discípulo y colaborador del gran maestro. Sin embargo, este no logró dar término a esa tarea, al fallecer dos años más tarde. 


El Juicio Final, antes de la restauración.
Fuente: The Yorck Project, 2002.
Referencias: Web Gallery of Art.

Afortunadamente, la esencia de la obra sobrevivió no solo a esa censura, sino también a algún descabellado proyecto de pintarla de nuevo. Lo que hoy vemos de el Juicio Final, es el resultado de casi veinte años de trabajos de restauración, a partir del año de 1980. En realidad, la pintura se encontraba debajo de una capa de barniz, que se había oscurecido, luego de casi tres siglos de su aplicación. Al eliminarlo, se pudieron aplicar los procedimientos químicos necesarios. Sin embargo, aunque la obra ganó en luminosidad, pareció perder parte de su colorido original y del claroscuro característico de Miguel Ángel.


Miguel Ángel. Por Francisco de Holanda, ca. 1538.
Fuente: María Teresa Viana, Tesis doctoral, 2013.
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Por esa época, ya encarando la vejez, se hizo evidente la angustia de Miguel Ángel, ante la sexualidad. Su admiración por la figura humana había contribuido a hacer de él, un excelso artista, pero al mismo tiempo, se había convertido en una forma de escape para sus impulsos eróticos. De sus trabajos, se puede entender que encontraba más belleza en el cuerpo del hombre, que en el de la mujer. También queda claro, que el gran artista fue íntimo amigo de algunos jóvenes. De sus furtivas relaciones, quedaron indicios, como poemas y cartas, ante los que él mismo reaccionó con disgusto, cuando fueron dados a conocer.


Bóveda de la Capilla Sixtina (detalle).
Fuente: Web Gallery of Art.

A uno de esos jóvenes, llamado Tommaso Cavalieri, inteligente y de rostro agraciado, Miguel Ángel le escribió algunas apasionadas cartas, que no parecen dejar dudas acerca de la atracción que por él sentía... Entre ellos llegaría a surgir una amistad sincera, que se mantuvo a través del tiempo. Tommaso además se convirtió en su discípulo. Más tarde llegaría a ser un personaje de renombre, como experto y consejero de arte. Como una demostración de su afecto, permaneció al lado del gran maestro durante los últimos días, hasta su muerte, en febrero de 1564. 


Vittoria Colonna. Por Miguel Ángel, ca. 1550.

No obstante, Miguel Ángel también se apasionó por una mujer... Estando en Roma, en 1536, conoció a la afamada poeta Vittoria Colonna, marquesa de Pescara. Su espíritu elevado y atractiva personalidad, inspiraron en él, un profundo amor. Además de varios dibujos y pinturas, le dedicó algunos de sus mejores sonetos, notables por su calidad y belleza. Es bueno agregar, que ambos compartieron el mismo sentimiento. La muerte de ella, en el año 1547, lo sumió en una gran depresión, de la que nunca pareció recuperarse. 


Capilla Paulina. Foto: Sailko, 2017.
Capilla Paulina. Foto: Sailko, 2017. Lic. CC BY 3.0

En adelante, solo volvería a pintar dos grandes frescos, para la Capilla Paulina, también ubicada en el Vaticano. En esta oportunidad, pudo completar ambos trabajos, en 1550, a pesar de haber sufrido diversos retardos. Para entonces, Miguel Ángel ya era un anciano de 75 años... Sin poder olvidar a su amada Vittoria, él recuperó un pequeño cuadro de la Crucifixión, que había pintado para ella, diez años atrás y la incluyó allí, como María Magdalena. Lamentablemente, el original se perdió, pero se conservan sus propios bocetos, además de varias copias, realizadas por sus discípulos. 


La Crucifixión, copia del original pintado por Miguel Ángel.

Durante sus últimos años, Miguel Ángel desarrolló una impresionante obra como arquitecto. Pero jamás llegó a abandonar su actividad favorita, la escultura. Había un tema que le obsesionaba: el cuerpo de Cristo, en brazos de su madre (la Pietá). En su taller, fue encontrada una de estas obras; parecía un esbozo, pero era muy expresiva. Según todos los indicios, había estado trabajando en ella hasta unos pocos días antes de morir...

Regresaremos a esa época, en la cual el Renacimiento ya tocaba a su fin. Eran los tiempos en que el Barroco y la Contrarreforma, habían prendido en el alma europea. Como nunca, el ser humano se encontró rodeado de descubrimientos, pero al mismo tiempo, de interrogantes...



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