jueves, 5 de septiembre de 2019

Roma, la Ciudad Eterna (parte 3).


Resulta difícil de imaginar un mundo en el que escaseen las personas de uno de los dos sexos. Eso es algo que tal vez podría ocurrir en un escenario post-apocalíptico. Para entonces la raza humana tendría los días contados, a menos que la ciencia alguna vez lograse perfeccionar un sistema alternativo, para perpetuar nuestra especie. O quizá podría ocurrir que la propia naturaleza, mediante uno de sus asombrosos procesos, encuentre la forma de modificar nuestra forma de reproducción. No sería imposible que ante nuestros propios ojos ya se estén produciendo algunos cambios de ese tipo y no nos percatemos, dada su extremada lentitud. Pero, es mejor dejar esto para los relatos de ciencia-ficción... 



La invasión de los bárbaros. Por Ulpiano Checa, 1887. Fuente: Poniol60.

A través de la historia, y por múltiples causas, han existido grupos humanos que se vieron obligados a dejar atrás sus lugares de origen, para invadir y someter a los habitantes de otras tierras. Esas irrupciones casi siempre se caracterizaron por la violencia. Como la plaga, las hordas invasoras, integradas mayoritariamente por hombres, caían sobre poblaciones casi indefensas. Una vez dueños de la situación, procedían a hacer suyos esos nuevos territorios... Pero, ¿cómo podían establecerse allí, para fundar nuevas colonias, si entre ellos habían muy pocas mujeres? La solución a este asunto, aparentemente trivial, ha sido la causa de algunas de las mayores tragedias de la humanidad.


Mercado de esclavos en el Antiguo Egipto. Museo Arqueológico de Bologna.
 Fuente: Flickr. Foto: Mike Knell, 2010.
Lic, CC BY-SA 2.0

La esclavitud y la aniquilación de los pueblos derrotados, para apoderarse de sus mujeres, ha sido algo así como un "genocidio selectivo". A través del tiempo, esto ha conducido a un continuo proceso de exterminio y mestizaje, del cual procedemos en mayor o menor medida, todos nosotros. Es de resaltar que ese tipo de comportamiento, esa especie de ritual primitivo, que pareciera guardar alguna relación con los procesos de la Selección Natural, con pocas variantes también puede observarse en el Reino Animal. Resulta obvio que se trata de una conducta instintiva, que aún mantiene el ser humano. 


El Foro Romano. Foto: Carla Tavares-Nuno Tavares. Lic. CC BY-SA 3.0

Una situación parecida, debió presentarse en la Roma primigenia. Con el paso del tiempo, al transformarse en una gran urbe, a ese recuerdo se le darían matices de epopeya... Según la tradición, durante el reinado de Rómulo, la joven ciudad resultaba ser muy atractiva para los soldados y los buscadores de fortuna. Por tal motivo, pronto se encontraron con que la mayoría de sus habitantes eran hombres. Se les hacía imperativo conseguir mujeres, y no hallaron una mejor solución que raptar las de los pueblos vecinos.  

El fundador de Roma ideó una estratagema: organizaría unos juegos en honor al dios de los mares, Neptuno. Una de las tribus del Lazio, los sabinos, fueron invitados a tomar parte en dichas competencias. Sin intuir lo que estaba ocurriendo, estos últimos asistieron con sus mujeres e hijos. Pero llegado el momento, fueron víctimas de un sorpresivo ataque. Tras una febril lucha, los romanos obligaron a los sabinos a batirse en retirada. ¡Pero además debieron sufrir la humillación de ver como sus rivales se apoderaban de sus mujeres! Por supuesto, había que responder con violencia. De ese modo, Roma se vio envuelta en la primera guerra de su larga historia. Ya vendrían muchas guerras más...


La intervención de las sabinas. Por Jacques-Louis David, 1799.
Museo de Louvre, París, Francia. Fuente: Mbzt, 2016.
{{PD-US}}

Los sabinos se prepararon bien para la lucha, convirtiéndose en rivales de cuidado. En su asedio, llegaron a acorralar a los romanos en el Monte Capitolino. Según la leyenda, Tarpeya, quien
 era hija del comandante romano, ayudó al enemigo a entrar en la ciudadela, en espera de una recompensa. Los sabinos, luego de aprovecharse de esa traición, de manera despectiva, le pagaron con la muerte. El cuerpo de la joven terminó siendo arrojado por un peñasco. En el futuro, ese lugar sería usado para ajusticiar los condenados a morir. Recibiría el nombre de la Roca Tarpeya.

Los combates continuaban sin que se inclinara la balanza por uno de los bandos. Cuando parecía llegado el enfrentamiento definitivo, las mujeres sabinas intervinieron para detener la matanza. Ellas perdían por ambos lados: o morían sus padres y hermanos, o sus esposos e hijos. De manera hábil e inteligente, consiguieron la paz. En adelante, romanos y sabinos unieron sus territorios, y fueron gobernados por dos reyes, hasta la muerte del monarca sabino. Entonces, Rómulo portaría la corona de sabinos y romanos. Oculto en esta leyenda, parece sugerirse el verdadero origen de Roma: las tribus vecinas se fueron uniendo hasta formar el núcleo inicial de dicha ciudad.


El rapto de las sabinas (detalle).
 Por Giovanni Francesco Romanelli, ca.1658.
Palacio de Louvre, París, Francia.
 Foto: Jastrow, 2008. Lic. CC BY 2.5

Curiosamente, el rapto de las sabinas, pareciera estar relacionado con una simpática tradición de las parejas de recién casados, que se ha mantenido hasta nuestros nuestros días. ¿Nunca se han preguntado por qué el novio carga a su mujer para trasponer el umbral de la habitación nupcial? Es bien sabido que esa costumbre data de la época de los antiguos romanos. Siempre se ha pensado, que es por motivos supersticiosos... pero bien podría ser una reminiscencia de aquellos primeros tiempos, en los que la mujer raptada, era llevada en contra de su voluntad, hasta los aposentos de su dueño. Una frase del filósofo moralista Plutarco, pareciera dar la clave de este asunto: "Dura también hasta ahora, el que la novia no pase por sí misma el umbral de la casa, sino que la introduzcan en volandas: porque entonces no entraron, sino que las llevaron por fuerza".
 

De cualquier forma, en esa leyenda también parece estar implícita la notable influencia de la mujer en el futuro desenvolvimiento de la vida social en Roma.


La ninfa Egeria dictando a Numa Pompilio las leyes de Roma.
Por Ulpiano Checa, ca. 1886. Fuente: Poniol60, 2012.
 Lic. CC BY-SA 3.0

Al finalizar el reinado de Rómulo, fue sucedido por un sabino. Este segundo rey de Roma fue Numa Pompilio, quien estuvo en el trono por más de cuarenta años. Según los registros, gobernó hasta el año 673 aC. Su reinado constituiría una de las escasas épocas de paz que viviría la bullente ciudad, y a él se le atribuye la fundación de la religión romana, que a fin de cuentas, se sabe que recibió la influencia de los etruscos y los sabinos y posteriormente llegaría a identificarse con las creencias de los griegos, cuya cultura siempre fue objeto de admiración por los romanos. 

Es también interesante aclarar algunos puntos respecto a las fechas de los acontecimientos antiguos. Como sabemos, desde las reformas del Papa Gregorio XIII, existe un acuerdo internacional para llevar el registro del tiempo. Está basado en la supuesta fecha del nacimiento de Jesucristo, a la cual se le asigna el año uno de los calendarios. Pero Roma ya existía desde mucho antes... Obviamente, en la antigüedad no existía ningún tipo de convenios de esa clase. Cada reino, cada nación, se las arreglaba para llevar el registro de los años. Contaban a partir de algún suceso relevante de su historia, o quizá utilizaban el tiempo del reinado de sus monarcas. 

De igual manera ocurría con los romanos, quienes comenzaban a contar los años a partir de la fundación de Roma. Para referirse a la fecha de un determinado acontecimiento, escribían el año, seguido por la expresión A.U.C. (Ab Urbe Condita), lo que significa "desde la fundación de la ciudad". Como ejemplo, el año 125 de sus registros se escribía: CXXV A.U.C. De ese modo, según la cuenta de los romanos, Jesucristo nació en el año 753 A.U.C. Sin embargo, hay que aclarar que este no era el único modo utilizado por los romanos para llevar registro de los años...


Teatro Griego en Taormina (Tauromenium). Sicilia, Italia. Foto: Daniel Delgado

Por aquellos lejanos días del nacimiento de Roma, Grecia se encontraba en expansión, fundando numerosas colonias en las costas del Mediterráneo. Debido a ello, Sicilia y el sur de Italia, verían surgir importantes ciudades griegas, hasta el punto de que esos territorios llegaron a recibir el nombre de La Magna Grecia. En ese entonces, Israel atravesaba por una época de esplendor, bajo el reinado de Jeroboam II, que hacía recordar los gloriosos tiempos de los reyes David y Salomón. Esto ocurría mientras Asiria comenzaba a fortalecerse, para convertirse en un temible imperio, que llegó a abarcar grandes regiones del Oriente Cercano y Medio. En cuanto a Egipto, se encontraba sumido en una profunda decadencia, que sería aprovechada por los mismos asirios.

Pero ninguna de esas naciones podía imaginar entonces, que una insignificante aldea situada a las orillas del río Tíber, terminaría por doblegar a todos sus rivales, para instaurar el mayor imperio que el mundo jamás había conocido. 


Modelo de rústicas cabañas, de la Colina Palatina, Roma. Autor: Kathryn Arnold, 2015.
Lic. CC BY-SA 4.0






No hay comentarios:

Publicar un comentario