miércoles, 20 de febrero de 2019

El amor en la Mitología Griega.



Píramo y Tisbe. De un fresco en Pompeya. Foto: Pyrthis.jpg, 2009. Derivado de Escarlati.











Píramo y Tisbe.

Cuando el mundo aún era joven, en la opulenta ciudad de Babilonia vivían dos jóvenes que se profesaban un sincero amor. Aquellos eran los tiempos de la legendaria reina Semíramis. A pesar de que vivían como vecinos, sus familiares eran rivales acérrimos. Un muro les separaba, literalmente. Pero su amor se asomaba a través de una rendija, como una frágil pero persistente planta, ansiosa de florecer. Una cómplice grieta, era lo que permitía entrar en contacto a aquellas almas enamoradas.

Por supuesto, el mantener separados a dos jóvenes amantes es una de las tareas más arduas que existen. Así que día a día comenzaron a fraguar un plan, para huir juntos. ¡Nada podía ser más halagüeño! Un futuro juntos, sería la mayor de las felicidades. De ese modo, sin ser advertidos, en el silencio de una noche, la hermosa Tisbe y el impaciente Píramo, salieron de sus moradas. Quedaron en encontrarse junto a la tumba del rey Nino, junto a una gran árbol de moras. ¡Oh, hado cruel que te complaces en jugar con los mortales! Cuánta tristeza les esperaba en ese lugar…



Tisbe fue la primera en llegar, aguardando sentada entre algunas tumbas derruidas. Entonces vio llegar una leona, que con sus rojas fauces regresaba de una cacería. Sigilosa, la joven se alejó, para esconderse tras unas rocas, mas en su huida, dejó caer su velo. A su paso, la fiera jugueteó con él, dejándolo raído y ensangrentado. Fue entonces cuando llegó Píramo.

No necesitó más que un instante, al ver aquel trozo de tela, para imaginarse lo peor. Con lágrimas en los ojos, con su propia daga se quitó la vida. Su sangre salpicó los frutos de la mora, que según la leyenda, desde entonces adquirieron su color purpúreo. Cuando Tisbe se acercó de nuevo al lugar acordado, horrorizada contempló el cuerpo exánime de su enamorado. Cayó de rodillas junto a él, mientras lloraba, implorando a los dioses que aquello fuese tan solo un mal sueño. Muy pronto abandonó toda esperanza, para al fin hundir en su pecho, el mismo puñal de Píramo.

Todo aquello conmovió a los dioses, quienes movieron a la piedad los corazones de sus padres. Sinceramente arrepentidos, permitieron que las cenizas de ambos fuesen depositadas en un mismo cofre, quedando así, unidos por toda la eternidad. Así terminó la triste historia de Píramo y Tisbe.




Pigmalión y Galatea, por Jean-Léon Gérôme, ca. 1890. Metropolitan Museum of Art, NY. EEUU
Lic. Creative Commons CC0 Universal Public Domain Dedication.


Pigmalión y Galatea.

Existió un rey de Chipre, llamado Pigmalión, quien además era un excelso escultor. En su empeño por encontrar la perfección femenina, siempre rechazaba el amor. Decepcionado, se refugió en su taller de arte, decidido a plasmar su ideal de la belleza. A partir de ese momento, se entregaría de lleno a esculpir una figura de mujer, de inmaculada hermosura.

Entonces ocurrió algo extraño, a medida que la escultura iba tomando forma, el gran escultor sentía nacer dentro de sí algo parecido a una obsesión. Una vez finalizada, podía contemplarla durante horas, en hipnótico embeleso. Además en sus sueños, la estatua cobraba vida. Ya no había duda, había terminado por enamorarse de su propia obra. Le dió por nombre, Galatea. Pero Pigmalión fue aun más allá: en sus plegarias pedía a los dioses, especialmente a la diosa Afrodita, que le concediera la vida a su amada.

Luego de hacer sacrificios a la diosa del amor, él se retiró a su taller y se quedó profundamente dormido. Sobresaltado, despertó y se aproximó a la estatua, besando tiernamente su mejilla. Fue entonces cuando notó que la frialdad del marfil, había desaparecido. La piel se había tornado elástica y había adquirido un hermoso tono sonrosado. Al besarla, entendió lo que estaba ocurriendo. Aquello superaba al más hermoso de sus sueños, más sin embargo era real. ¡Su perfecta Galatea vivía! Afrodita apareció ante él, diciendo que merecía ser feliz y que además le concedería el don de la fertilidad. Le advirtió que debía cuidar a su amada por siempre.

Pigmalión y Galatea se casaron, tuvieron una hermosa hija y muchos años de sincera felicidad. Aunque como siempre ocurre, existen versiones menos optimistas acerca de esta historia…



Eco y Narciso, por Nicolás Poussin. ca. 1630. Museo del Louvre, París. Fr.

Eco y Narciso.

Entre las ninfas de los bosques, existió una muy desdichada, cuyo nombre era Eco. Siendo muy discreta por naturaleza, jamás se ofreció para delatar los devaneos amorosos de Zeus, el rey del Olimpo, ante su esposa. Por el contrario, la entretenía conversando de cualquier otro tema. Furiosa ante aquel silencio que consideraba complicidad, Hera descargó su odio sobre la bella ninfa. De ese modo la condenó a no poder hablar: tan solo podría repetir la última palabra que escuchara.

Eco se retiró a vivir solitaria, en una caverna entre las montañas. Cuando oía hablar a alguien, tan solo acertaba a repetir lo último que dijesen. Más un día, ella se encontró con Narciso, un pastor hijo de otra ninfa. ¡Aquel era el joven más apuesto que jamás había contemplado! Los dioses lo habían dotado de una gran belleza, pero él no lo sabía. Un augur había predicho que el día que él se percatara de su hermosura, moriría sin remedio. Lo cierto es que Narciso parecía rechazar el amor de todos.

Tímidamente, Eco lo perseguía en sus andanzas por los bosques. Hasta que el mancebo notó su presencia y la encaró, preguntando por qué andaba detrás de él. Ella intentaba explicar, pero lo único que lograba era repetir cada última palabra de Narciso. Adivinando en su actitud y el sonrojo en sus mejillas, que estaba enamorada, se burló cruelmente de ella. Presa de una gran vergüenza, la ninfa corrió hasta su cueva y se dejó morir. Su cuerpo desapareció y allí tan solo quedaría su voz, que casi todos hemos escuchado alguna vez.

La despectiva actitud de Narciso clamaba venganza ante los ojos de los dioses. Némesis se encargaría de su castigo. Le hizo sentir una sed abrasadora, que lo obligó a buscar el arroyo más cercano. Cuando se inclinó para beber, las cristalinas aguas reflejaron su rostro perfecto y él, impactado, no conseguía apartar su mirada. Desde entonces se tornó indiferente a todo, lo único que le interesaba era el deleitarse con su propia imagen. No volvió a apartarse de su auto contemplación hasta su muerte. En ese sitio, nacerían unas flores que recibieron su mismo nombre.

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Estas historias, cuyos orígenes parecen encontrarse en los pueblos del Cercano Oriente, fueron adoptadas por los antiguos griegos y llegaron a ser recopiladas por variados escritores… incluso por el poeta latino, Ovidio, en su famoso poema, Las Metamorfosis. No existe ninguna duda acerca de la influencia de estos relatos en la cultura humana, sobre todo a partir de la época del Renacimiento. La pintura, la escultura, la literatura, el teatro, la ópera, el ballet, pierden mucho de su sentido y su intención, sino se asocian correctamente al conocimiento mitológico.

El tema del amor, como podemos notar, es tratado con gran sinceridad y crudeza. Además, son temas que nunca pierden su vigencia. En Píramo y Tisbe el amor prohibido de dos jóvenes, encuentra un final trágico. Con seguridad que esto ha ocurrido y seguirá ocurriendo mientras la raza humana exista. Por otra parte, no puede pasarse por alto, que esta historia debe haber servido de inspiración a William Shakespeare, para escribir su obra de Romeo y Julieta.

La búsqueda de un ser ideal, como en el sueño de Pigmalión, no es otra cosa más que la manifiesta tendencia humana a la adoración de la belleza física, dejando en un término muy secundario a las cualidades morales. En búsqueda de una perfección visible, los seres humanos intentamos modelar nuestros propios ídolos, los cuales casi nunca aparecen, al contrario de lo narrado allí. Por lo tanto, el hacer a alguien a la imagen de nuestros deseos, o el idealizarlo en demasía, casi siempre es el motivo de grandes contrariedades y decepciones.

La metáfora del amor narcisista es evidente: jamás el exceso de amor por la apariencia propia podrá conducir a la felicidad, todo lo contrario. Estas personas simplemente resultan ser incapaces de corresponder al amor de otros seres humanos. ¿Cuál podría ser el resultado del acercamiento de dos personas que sufran de ese mismo mal? La advertencia contenida en este relato es muy seria: el narcisismo puede llegar a causar la muerte... Posiblemente, se refiera a la peor y más lamentable de las muertes, la del espíritu.

Algo resulta cierto, el tema del amor en sus diferentes formas, ha sido tratado profusamente por los escritores de todas la épocas. La influencia de este sentimiento a través de la historia, es innegable. Y en el futuro habrá de ser del mismo modo. No albergamos duda alguna de que el día que el amor desaparezca del corazón humano, será el día en que se inicie el declive y tal vez, la desaparición de nuestra especie de la faz de la tierra...