domingo, 14 de octubre de 2018

Leyendas Vikingas cortas (1). Signe y Habor..





Odín y la Adivina. Por: Lorenz Frolich, 1895. De la traducción danesa de los Edda, por Karl Gjellerup, 1895.
Foto por bloodofox, 2201. {{PD-US}}

Viajemos ahora, con la mágica nave de nuestra mente, en busca de relatos legendarios cuyos orígenes se remontan a distintas épocas. Como ya hemos dicho, muchos de ellos están basados en hechos reales, pero a lo largo de los años han sufrido diferentes grados de distorsión. Perturbadores muchas veces, aleccionadores otras tantas, pero siempre llevando impresos en ellos la idiosincrasia de los pueblos en los cuales se originaron. Resulta desconcertante sin embargo, que algunas de estas historias parecieran estar presentes en la tradición de países o culturas alejadas en muchos sentidos. ¿Hablará esto de un ignoto origen común? Estamos seguros de que aún queda mucho por descubrir a este respecto...



Lo cierto es que la imaginación humana ha sido capaz de crear maravillosas historias desde que el mundo es mundo. Al comienzo, la memoria fue la gran depositaria de esa herencia cultural. Con la invención de la palabra escrita, hasta la llegada de la imprenta, pudieron ser salvados para la posteridad relatos que seguramente estaban condenados a desaparecer con el paso del tiempo. Partamos al encuentro de esos cuentos que son como un autorretrato (selfie), de las sociedades y de las personas que vivieron hace muchos siglos.



Escena de la Era de las Sagas Noruegas. Por: Knud Baade, 1850.
Foto: Illustratedjc. Museo de Arte de Noruega norte. Tromso. {{PD-US}}

Nuestra primera escala será en los países nórdicos, con sus historias (Sagas) plenas de fuerza, con su enigmático encanto y su agreste romance, que parecía caminar siempre al borde de la tragedia...



         Signe y Habor.



Pergamino original de la Gesta Danorum, pág. 1 (fragmento). De Saxo Grammaticus, ca.1200.
Biblioteca Real, Copenhagen, Dinamarca. Allí se menciona al rey Sigar y a su hija Signe.

Aunque no existe pleno acuerdo sobre el lugar ni el tiempo de origen de este relato, parece razonable situarlo hacia el siglo V de nuestra era, en algún lugar entre Suecia y Dinamarca. El hecho es que ha sido por muchos años una leyenda muy popular dentro del folklore escandinavo. Existen diferentes versiones y nos ajustaremos a una de ellas...

Cuentan los ancianos que cuando el mundo aún era joven, en una comarca llamada Sigersted, en Dinamarca, existió un rey cuyo nombre era Sigar. Tenía una hija tan hermosa como la mas bella de las flores. Por ella latía y suspiraba más de un joven corazón en el reino. Ella era Signe, quien sin embargo, no conocía el amor. Encontraba mucho más placentera la soledad del bosque o la caricia del viento en sus cabellos mientras cabalgaba, que el bullicio de la corte o de las fiestas de palacio. 

Pero el travieso amor siempre acecha en cualquier recodo del camino... Una tarde, la joven paseaba distraída junto a las aguas de un río embravecido por las lluvias. De manera repentina, su caballo resbaló y Signe fue a dar a las turbulentas aguas. Sus gritos desesperados captaron la atención de un joven cazador que pasaba no muy lejos de allí. Sin dudarlo, él se arrojó al río y logró arrebatar a la princesa de las garras de una muerte segura. Según la tradición, esto ocurrió cerca de un lugar llamado Vrangstrup, ¡y no seremos nosotros quienes vamos a negar tal creencia! 

El joven resultó ser Habor, un apuesto jefe vikingo. Desde ese momento, la gratitud de Signe fue transformándose en un sincero afecto: pronto decidieron ser esposos. Se citaban cada día en un hermoso paraje, desde entonces conocido como el Paseo de la pequeña Signe. El rey Sigar no sabía nada del idilio de los jóvenes; ellos preferían mantenerlo oculto, ya que la princesa estaba prometida en matrimonio a un poderoso príncipe. El ímpetu de la juventud hacía imposible la renuncia a su anhelada felicidad, pero también indujo a Habor a cometer graves imprudencias... 

El joven tuvo la osadía de disfrazarse de mujer, para ingresar a las habitaciones de su amada. En medio de su frenesí amoroso, creían que jamás serían descubiertos... pero, ¡oh desgracia! Una de las damas de compañía de la princesa les delató ante el rey Sigar. Por supuesto, de inmediato el ofendido padre montó en cólera y envió a sus guardias a poner preso al atrevido amante de su hija. De manera inocente, Habor refutó la traición por la que era reprochado: 

---¡Mi rey y señor! No soy culpable de traicionaros: vuestra hija y yo estamos unidos por un sincero amor, desde hace mucho tiempo. ¡Bien sabéis que toda mi fuerza y valor están a vuestro servicio!--- Pero el odio que anidaba el corazón del rey, pudo más. Ordenó que el joven fuese apresado y que debería morir al despuntar el alba del siguiente día.

Resulta fácil de adivinar la pena que esto causó a Signe. Transida de dolor, sin embargo, se las ingenió para visitar a su amado en su celda, a sabiendas de que él sería colgado al amanecer. Ambos se estrecharon en un tierno abrazo, entonces la princesa prometió que si él moría, también ella pondría fin a su joven existencia. Tal era su devoción hacia él, y así de profunda era su tristeza y desesperanza...

Al día siguiente, Habor fue conducido hasta la colina en la que debería morir. La princesa, resignada, arrojó sus valiosas joyas a unos pozos que aún reciben el nombre "de la pequeña Signe". Pero su adorado, en sus últimos momentos pareció dudar del fervor de ella y del cumplimiento de su palabra. Como última voluntad, pidió ver sus ropas colgadas, para imaginar como se vería él mismo dentro de pocos momentos. Aunque sorprendidos por tan extraña petición, le fue concedida por sus ejecutores. El sabía que a la distancia, Signe contemplaría aquello y le daría por muerto... 



Signe. Por Josef Wilhelm Wallander. 1861. Fuente: en.wiki
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Así ocurrió, y ella no vaciló en tomar una antorcha, provocando un incendio en su palacio, adonde pereció, ofrendando su vida a aquel gran amor que sentía. Entonces Habor, tranquilamente se entregó a sus verdugos, sabiendo que su amada se iba con él. En aquel mismo lugar su cuerpo recibió sepultura. De ese modo perecieron los jóvenes amantes. Pronto la mujer que los delató recibiría su castigo, al ser lanzada a un profundo pozo, por un amigo de Habor. 



La Horca de Habor. Monumento megalítico de la Edad de Bronce
Halland, Suecia. Foto: Gunnar Larsson, 2004 on sv.wikipedia

Canciones, libros, además de serios estudios, han mantenido esta leyenda vigente a través de los siglos. Seguramente está basada en sucesos reales... Aún hoy existen lugares cuyos nombres evocan los personajes y acontecimientos aquí narrados. Son sitios que vale la pena visitar por su belleza, pero a la vez para dejarse llevar por la historia y por los relatos de la época de los vikingos. De por sí, ya eso tiene su encanto, ¿no les parece?



















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