lunes, 24 de marzo de 2025

El Ciclo Troyano (parte 5. Los comienzos de la guerra).

 

Los amores de Helena y Paris (detalle). Por Jacques-Louis David, 1788.
Museo del Louvre, París, Francia. 

Sin mirar hacia atrás, Paris y Helena partieron hacia la ciudad de Troya. Lejos de sentir el más leve remordimiento, irradiaban felicidad. Mas no hay que olvidar que los humanos no somos sino simples muñecos, sujetos al veleidoso capricho de los dioses. Hera había jurado vengarse del irreflexivo amante, por lo que nunca quedaría satisfecha, hasta verlo acabado. Invocó a las deidades marinas y bastó solo un segundo, para que las quietas ondas se transformaran en vorágine, lista para engullir las embarcaciones troyanas. 


 Antigua ciudad fenicia. Tomado del blog educahistoria.com/los-fenicios/


Quiso la suerte que sortearan la tormenta, sin embargo perdieron el rumbo. De ese modo, fueron a dar a Sidón, en el país de los fenicios. Después de algunos sucesos nada venturosos, lograron continuar hacia Troya, donde finalmente habrían de celebrarse los esponsales.


Máscara funeraria. Conocida como la Máscara de Agamenón.
Descubierta por Heinrich Schliemann en 1876, en las excavaciones en Micenas. 
Foto: DieBuche, 2005. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported.


Entretanto, la flota griega avanzaba lenta, como un enorme enjambre de mortales abejas. Agamenón, escrutaba el horizonte. Intentaba descifrar cualquier señal del cielo. Su pensamiento se debatía ante las numerosas interrogantes. Apenas unos días atrás, cuando aún se encontraban en la isla de Áulide y mientras ofrecían un sacrificio, del improvisado altar, surgió una serpiente. Esta trepó hasta un nido cercano. Allí, pudieron ver como el odioso reptil devoraba ocho pichones, uno por uno. Sin piedad, también dio cuenta de la angustiada madre, que revoloteaba alrededor. 

Pero lo más prodigioso ocurrió a continuación. Después de aquel festín, la serpiente permaneció inmóvil. ¡Se había transformado en piedra! Consultado Calcas, su respuesta no se hizo esperar:

En vano luchareis durante nueve años, solo después, podréis derrotar a Troya...


Filoctetes en Lemnos. Por Guillaume Guillon-Lethiere, 1798.
Museo del Louvre, París, Francia. {{PD-US}}


Antes de arribar a su destino, la flota soltó anclas en la pequeña isla de Ténedos. Allí, uno de los capitanes aqueos, cuyo nombre era Filoctetes, fue mordido por una víbora. A pesar de que logró sobrevivir, el hedor que desprendía la llaga en su pie era tal, que se vieron obligados a dejarlo abandonado en Lemnos. Lejos de sospecharlo, él se había convertido en una nueva víctima de las intrigas de la diosa Hera. Ella no le perdonaba al excelso arquero, el haber sido quien asistiera a Hércules durante sus últimos momentos. Pero esa, es otra historia...


Aquiles. Por Philippe Chery.
De Ifigenia en Aulis, por Jean Racine. 
Palacio del Quirinal, Roma.
Licencia CC-BY-SA


Para entonces, ya comenzaban a surgir algunas desavenencias entre Aquiles y Agamenón, que tanto daño llegarían a producirle a la causa propia. Los troyanos se habían preparado para el arribo de la escuadra y apenas se inició el desembarco, dirigidos por Héctor, hijo de Príamo, comenzaron su ataque. Mientras, en las naves, los soldados deseosos de entrar en acción, aguardaban su turno para saltar a la playa. Pocos estaban enterados, pero sobre ellos pendía un mal augurio:

el primer aqueo en pisar la tierra troyana, también sería el primero en morir. 

El astuto Odiseo, bien lo sabía y no estaba dispuesto a ser digno de tal honor. Por ello, antes de descender de su barca, arrojó su escudo y luego saltó sobre él. Ante los muros de Troya, incontables guerreros habrían de morder el polvo, pero al primero entre todos, le dieron el nombre de Protesilao. Murió a manos del príncipe Héctor. 


Héctor reprende a Paris y a Helena.
Por Jan Ferdinand Heyndrickx, 1820.
Museo de Arte de la Universidad de Princeton. 
Princeton, New Jersey, EEUU.
Fuente: Wikimedia. Usuario Daderot.


Por su parte, Aquiles tampoco parecía dispuesto a malgastar el tiempo. Nobles o plebeyos; hombres o semidioses, para él daba lo mismo... Desde entonces, su espada y su pica llegarían a convertirse en un instrumento terrorífico para las mujeres troyanas. Cada vez que sus hijos y esposos partían para el combate, quedaban sumidas en la desesperación. En ese mismo día, Cicno, un monarca aliado de Príamo, tuvo la desgracia de toparse con Aquiles en su camino. ¡De nada le valió ser hijo de un dios!

Mostrando su gran arrojo, los recién llegados hicieron retroceder a los troyanos, que corrieron a refugiarse tras las murallas. A no dudarlo, el día había sido para los aqueos. Pero a pesar del triunfo, el panorama era desolador. Luego de recoger a sus muertos, Agamenón envió una delegación hasta la ciudad. Sin ningún tipo de rodeos, exigieron la inmediata entrega de Helena, junto con su dote. Luego de una larga deliberación, el propio rey Príamo, concluyó que los aqueos no iban a dar marcha atrás, aunque sus demandas fueran complacidas. Como haya sido, así se desvaneció la última oportunidad para detener aquel conflicto, que ya comenzaba a mostrar su rostro cruel. A falta de un acuerdo, dio inicio el sitio de la ciudad de Troya, acompañada por una estrategia de tierra arrasada en toda la región. 

Sin embargo, no habría de transcurrir mucho tiempo, para que los ánimos comenzaran a declinar, una vez vista la enorme dificultad que representaba la toma de la ciudad, que contaba con sus muros formidables e ingeniosos sistemas, para burlar el cerco al que se encontraba sometida. ¿No sería más conveniente tomar de una vez lo que pudieran y retornar al hogar? 


Aquiles dando muerte a Troilo. 
Por Eufronio. Vasija, Siglo 5 AC.
Fuente: O. Seyffert, et al.
Dictionary of Classical Antiquities,
London, 1894.


Entonces, Aquiles, cuya audacia y energía le habían otorgado un gran liderazgo, habló y los persuadió de insistir. Predicando con el ejemplo, multiplicó sus esfuerzos. Comenzó por matar y espantar el ganado que podía dar de comer a los troyanos. Incontenible, también asesinó, en el interior de un templo, a Troilo, hijo de Príamo, cuya existencia estaba ligada a la suerte de la ciudad, según los decretos del Destino. Poco después, durante el asalto a la ciudad de Lirneso, próxima a Troya, dio muerte al rey. Como su parte del botín, retuvo a la hermosa viuda, cuyo nombre era Briseida. En ese tiempo, hasta parecía posible que Aquiles y su ejército de mirmidones, pudieran ganar la guerra, sin contar con más ayuda. 

Ya ni la familia real troyana, parecía encontrarse a salvo. Licaón, otro de los hijos del rey Príamo, fue tomado como prisionero y luego vendido como esclavo, en Lemnos. Los dioses, ofendidos por la actitud sacrílega de Aquiles, quien ni siquiera respetaba la santidad de los templos, habían pedido la intervención de Zeus, para poner coto a sus desmanes. Al mismo tiempo, Tetis, la madre del héroe, le rogaba para que alejara a su hijo del combate. El rey de los dioses urdió un plan para sacarlo de la acción. 

Ocurrió del siguiente modo. Luego del saqueo de la ciudad de Crise, Agamenón recibió como regalo a la hermosa Criseida, hija de un sacerdote del dios Febo. A pesar del rico rescate que le fue ofrecido, el Átrida, se había encaprichado con la joven, por lo que se negó a retornarla a su hogar.


El padre de Criseida, solicita en vano la devolución de su hija.
Por Jacopo Alessandro Calvi, ca. 1810.
Fuente: https://artuk.org


Desesperado, el padre de la joven, imploró la ayuda divina. Ansioso por ayudar a los troyanos, Febo comenzó a hostigar el campamento aqueo, con sus dardos venenosos. Pasados nueve días, la peste se había enseñoreado en el lugar. Por temor a su ira, el anciano Calcas no osaba decirle a Agamenón, que se trataba de un castigo de los dioses. No tenían más opción que devolver a la joven cautiva. Aquiles se comprometió a proteger al adivino. Una vez informado, el terco líder de los aqueos continuó negándose a ceder en su decisión. 


Aquiles y Briseida. Por Giuseppe Cades, 1776.
Museo Fabre, Montpellier, Francia.
Fuente: http://mini-site.louvre.fr


Pero, tal fue la insistencia de Aquiles, Odiseo y Néstor, que a regañadientes, Agamenón finalmente accedió a entregar a la joven. Además debería realizar numerosas ofrendas al dios, hasta llegar a calmar su enojo. Pero aquel hombre tan soberbio, era incapaz de ceder por completo. Como jefe máximo que era, exigió que a cambio, Briseida le fuera llevada a su tienda. ¡Y así debió hacerse! Aquiles reaccionó airado, porque le había tomado un afecto sincero. Ante la negativa de Agamenón a disculparse y mucho menos a devolverla, el héroe decidió retirarse del combate. Este fue el comienzo de una debacle, que llevó a los troyanos a estar a un paso de ganar la guerra, y alterar los dictámenes del destino…

(continuará). 




   

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