sábado, 30 de marzo de 2019

La Grandeza de Tolstoi.



León Tolstoi en Yasnaya Polyana, 1908.Foto: Sergei Prokudin Gorskii. 

Una de las más resaltantes características de los seres humanos es su eterna inconformidad. No hay duda alguna de que ella, junto a su capacidad de adaptación y su inteligencia, han sido los motores que impulsaron a una especie, que inicialmente no se diferenciaba en mucho de cualquier otra sobre la faz de la tierra. De no ser por esa permanente búsqueda de algo mejor, tal vez todavía estaríamos dentro de una cueva, ingiriendo alimentos crudos, tratando de sobrevivir a cualquier inclemencia del tiempo.

Sin embargo, el proceso evolutivo ha ocasionado que esa inconformidad se manifieste no solo en las cuestiones materiales, como es la satisfacción de las necesidades básicas. Un ejemplo trivial: ¿cuántas personas observamos a nuestro alrededor, que cambian de religión, no una, sino varias veces? De igual modo, está claro que la vida de algunos grandes personajes históricos pareció haber transcurrido en medio de una continua búsqueda. Entonces, la inconformidad inherente al hombre, pareciera sublimarse. Posiblemente, es por esa misma razón que nada puede permanecer estático en el mundo de las artes, en la filosofía, en la religión, en el conocimiento en general.

A menudo, esa especie de ansiedad, es una característica de las personas que poseen un espíritu elevado. Para ellos, la vida se puede convertir en la continua búsqueda de algo etéreo, que casi nunca logran alcanzar. Pero cuando esto se presenta en personas que disfrutaban de una cómoda existencia, se torna en algo llamativo y con frecuencia, muy dramático. Entonces, esta indescriptible sed llega a ser confundida con la demencia, cuando se trata de personas dispuestas a abandonarlo todo, en pos de un ideal. Entre estos quijotescos personajes, uno de los más insignes fue el escritor ruso León Tolstoi, cuya búsqueda lo llevó a límites realmente extremos.

Descendiente de una opulenta y acaudalada familia, vino al mundo en septiembre de 1828, en la extensa posesión de sus padres: Yasnaia Polyana. A temprana edad, quedó huérfano. La vida ya comenzaba a enseñarle su rostro amargo a aquel inquieto niño... Como joven heredero, de inmediato notó el abismal contraste que había entre su modo de vida y el de los campesinos y sirvientes que le rodeaban. Es posible que desde ese momento quedara sembrada en él, aquella desazón que le acompañaría por el resto de su vida: la angustia y el remordimiento por lo que él era, y la pobreza que veía a su alrededor.

Para entonces, era imposible predecir que la existencia de aquel rico hacendado, con su noble origen y que además llegaría a constituirse en un monumento viviente, por su obra literaria, finalizaría en un cuartucho de una estación de tren, en una pobre cama prestada por un humilde funcionario. Allí, vestido con harapos y casi solitario, encontró finalmente la paz su espíritu atormentado, que nunca se perdonó a sí mismo la vida dispendiosa de la que disfrutó durante su juventud. Pero, ¿Cómo fue esa vida?

A los quince años ingresa a la universidad en Kazán y luego de un cambio de carrera, termina por abandonar sus estudios, indudablemente decepcionado al no encontrar una respuesta a sus inquietudes. Pero por entonces, su espíritu autodidacta se nutre de la obra de aquel influyente escritor racionalista, llamado Jean Jacques Rousseau. En sus letras, Tolstoi comienza a encontrar un sentido a su existencia, por aquellas ideas pedagógicas y la visión mística naturalista que Rousseau inculcó en tantas generaciones de jóvenes.

Envuelto en un torbellino de ideas, regresa a sus tierras. Allí fracasa en el intento de mejorar la condición en la que vivían los campesinos que le servían cual súbditos. Inconforme, se marcha a Moscú. Aquel joven, a quien le sobraba el dinero, se entrega al derroche y al libertinaje. Curiosamente, alguna vez apunta en su diario, que algún día intentaría reformar todo aquello… Por supuesto, esa vida disipada le aburre muy pronto. Entonces, comenzará a viajar, intentando buscar respuestas que no acertaba a encontrar.

Como una vía de escape, elige enrolarse en el ejército. Los años que vivió entre el vital y pintoresco pueblo cosaco, le servirían de inspiración para sus magníficos escritos. Lucha contra la confederación turca en la Guerra de Crimea, mostrando gran arrojo durante el sitio de Sebastopol. Hacia 1857, pide su baja, e inicia una serie de viajes por Europa, en los que se interesa por el sistema educativo en Francia y Alemania. La vida superficial y materialista imperante en el viejo continente le causa una profunda decepción. Por entonces, en los círculos intelectuales rusos se debatía sobre la posibilidad de asimilar la cultura europea, o aferrarse a lo autóctono.

Así, con su equipaje cargado de más preguntas que respuestas, regresa a sus tierras y abre una escuela para los hijos de los campesinos. Sin embargo, pronto abandona ese proyecto. Esto ocurría en los tiempos en los cuales el zar Alejandro II, decretaba el fin de la esclavitud en Rusia. Mientras estuvo en el ejército, Tolstoi había comenzado a escribir relatos cortos y recuerdos de los días de su infancia. Dado su innato talento, ya había logrado granjearse una buena reputación como escritor, pero siente repulsión por los círculos intelectuales de Moscú y San Petersburgo, por considerarlos vacíos y falsos. Aquel eterno inconforme no aceptaba formar parte de lo que él consideraba tan solo como una triste farsa.

En esa época contrae matrimonio con una joven aristócrata, Sofía Behrs, a quien dobla en edad. Llegarán a tener ocho hijos, y ella se mantendrá devota a él durante el resto de su vida. Entonces su espíritu parece hallar el sosiego necesario, en la vida hogareña, en su inmensa heredad. Disfrutará de quince años de relativa calma espiritual. De su pluma nacerán ese par de monumentos literarios que le abrirán las puertas de la inmortalidad. Se trata de las novelas Guerra y Paz, y Ana Karenina. En ambas, él hace un estudio psicológico de la sociedad rusa, con extrema habilidad e inteligencia. Plantea el conflicto entre la realidad y lo que debería ser, en medio de tramas y una riqueza de personajes que tal vez nunca más haya sido igualada.

Portada de la tercera edición de Guerra y Paz

Ese par de obras, por sí solas, bastarían para cimentar su fama a nivel global. Pero en aquel hombre, que podía contemplar al mundo desde lo alto, como un dios del Olimpo, renace el conflicto existencial, esta vez con más intensidad que nunca. Su diario se torna ahora en el confidente de sus recriminaciones. Hace un descarnado análisis de su vida y se acusa a sí mismo con gran dureza, llegando a poner en tela de juicio su moralidad. Aquel gran hombre, porta en sí mismo el germen de una búsqueda autodestructiva.

Pasado el ecuador de su vida, no encuentra cómo justificarse ante Dios. Ha visto de cerca las privaciones y la miseria de demasiada gente. Siente que le quema la conciencia todo el dinero que ha derrochado a través de los años, mientras se escondía tras una hipócrita actitud conmiserativa... En modo alguno, él consigue justificar lo que considera como indiferencia. A pesar de su extremismo, esto nos debería causar admiración en medio del egoísmo materialista, ¡que parece ser el signo de nuestros tiempos! Por desgracia, en aquel gran hombre fue algo que adquirió una dimensión casi demencial. Aunque cabría preguntarse, si más bien él no habrá sido uno de los hombres más cuerdos, que jamás haya existido…

Tras un breve e infructuoso acercamiento a los sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa, decide comenzar a vivir como un campesino. Se desprende de todas su comodidades. Desde ese momento, los sirvientes cada mañana verán a su señor, el conde Tolstoi, segando el trigo con su guadaña, igual que cualquiera de ellos. Él mismo elabora sus rústicos zapatos y viste con total sencillez. Lamentablemente esto lo aparta de la escritura, a la que llega a considerar como algo pecaminoso, mientras en el mundo existieran tantas carencias. Como era de esperar, todo esto se constituye en un grave conflicto familiar.


Sofía Behrs, esposa de León Tolstoi.
Fuente: http://www.tolstoy.ru {{PD-US}}


En su rechazo por cualquier manifestación de lujo, llega a criticar la presencia de sirvientes en su casa, las comidas ostentosas, con cubiertos de plata. El lujo en el vestuario de su familia… Entonces maneja la idea de repartir todo entre los pobres. No obstante, comprende el daño que le haría a su familia, al dejarlos prácticamente en la miseria. La preocupación de su esposa Sofía, ante esta situación, acabará siendo un permanente motivo de roce por el resto de su vida, a pesar del amor entre ellos. Por ese motivo, decide traspasar su fortuna a su esposa y a sus hijos. Aun así, continua recriminándose por algo que considera apenas como un simulacro. Sabe que su familia no lo abandonará a su suerte, esa idea lo sigue atormentando.

Busca refugio en Cristo, en los evangelios, y cree encontrar la respuesta a sus dudas. La renuncia a todo y la mansedumbre, marcarán en adelante su existencia. Continúa su vida como un campesino; su habitación del castillo solo contiene lo más necesario. Así, en medio de grandes carencias, llevando a efecto sus votos de pobreza y con la actitud mansa de un iluminado, recibe la visita de notables intelectuales, pero también de políticos, religiosos y estudiantes. Su casa se convierte en un lugar de peregrinación. Ante él acuden las gentes, como si se tratara de un profeta, un oráculo. Sus ideas llegan a iluminar a no pocos espíritus. Aun de lejos, le escriben, y estudian con avidez sus enseñanzas. Una de estas personas es el hindú Mohandas Gandhi, quien bien podría ser considerado como un discípulo de Tolstoi.

Los conflictos familiares, especialmente con su esposa, continuan sin cesar. Ella intenta salvarlo, aun a pesar de sí mismo. Entonces, se produce el acto final de renuncia a todo aquello que él rechaza desde lo más profundo de su ser: decide marcharse definitivamente. Va a huir una madrugada, acompañado tan solo por su hija menor. Sigilosamente, se escapa de su hogar, sin darse cuenta que escapa de sí mismo. Decide llevar una vida de peregrino, durmiendo en donde le tomara la noche, viviendo de la limosna y la caridad. Pero a sus ochenta y dos años, aquel espíritu lleno de vigor, no se percata de que ya su cuerpo no será capaz de soportar eso por mucho tiempo.

Un mes más tarde, desciende del vagón de tercera clase de un tren que lo llevaba a cualquier parte. El frío y las privaciones han hecho mella en él. Consumido por la fiebre, con una mortal neumonía, puntual arriba a la estación final. En Astapovo, en un ambiente de completa pobreza, acaba su atormentada vida, luego de agonizar por tres días. En su inconsciencia no reconoce a su familia; sin embargo, en medio de sus delirios todavía expresa su angustia por la pobreza del campesino de su país.

Podemos estar de acuerdo o no con su actitud extremista, pero lo que resulta innegable es que León Tolstoi, impartió una gran lección de humildad. Sin llegar a sus extremos, con solo seguir mínimamente sus enseñanzas, el mundo sería un mejor lugar para vivir. Pero por desgracia, hoy son muchos los que hacen exactamente lo contrario de lo que él hizo y predicó. Cuando lean sus obras, no olviden toda la historia que hay detrás de ellas…

viernes, 22 de marzo de 2019

The Man and the Stars.



As Homo sapiens began to open his mind, curiosity and anxiety for knowledge also awoke. He tried to explain everything around. And slowly, Mother Nature began to show her secrets… That way, man was discovering some sequences and natural cycles, while he managed to get used. But, could all that knowledge be useful in his everyday life?

The Universe, by C. Flammarion. From The Atmosphere, Popular Metheorology.  Color by Hugo Heikenwaelder, Vienna. 1998. Lic. CC BY-SA 2.5
For sure, one of first of those cycles our ancestors did notice, was the day and night. To them, were light times followed by darkness, on and on. They saw the bright Sun rising, and soaring through the skies, to went down later and finally hide towards the same place everyday. Then, worrying shadows covered everything! People hopefully waited for its new appearance at the opposite horizon. With the new light, life seemed to start again. Was obvious that most of living activity slowed down during its absence.

Full Moon Night. Photo: Luz A. Villa. Medellín, Colombia, 2007. Lic. CC Attribution 2.0 Generic

But at dusk, the firmament often became a marvelous scenery. The primitive men should have been charmed, staring at that unending beauty. Countless points of light and also the Moon, with her cold mantle, appeared before his eyes. She seemed to be the same size of the sun, although her shape changed every time. How could those dark nights have looked like, without the slightest trace of artificial light? It was something that not only invited to stare at, surely it was a permanent stimulus for curiosity and thinking…

One Tree Hill. Photo: Christopher Michel, 2014. Lic. CC Attribution 2.0 Gen.


Humans always tried to understand the things that happened up in the sky. At first, based on the things they looked at, it was easy to imagine the Earth placed in the center of a very huge dome. The rest of the celestial objects should be moving around it. For thousands of years, the scholars were wrong about all that, including our place in the universe. The Sun was the first of those objects whose behavior was studied. But the night skies would be at the end, which permitted a better knowledge from the sky behavior… and its relation with the cycles of Nature. Curiously, all that progress was based on a wrong hypothesis.

The Eagle, the Lyre ande Cynus in the summer skies. Showing the Northern Triangle, formed by Altair, Vega and Deneb. Photo: Martin Mark, 2015. Lic. CC Attribution-Share Alike 4.0 International.

Human imagination also played an important role, as they began to associate some groups of stars, with well known shapes. A ferocious lion, a magnificent eagle or a scorpion, for instance. But the most important was that those shapes never changed. Hence, a certain list of celestial figures passed from one generation to the next. Many centuries later, the Greeks named those groups of stars as constellations. Still in the present, several of them are familiar to us. Maybe it started as a game, but was crucial for a better understanding of the universe. From that time, every discovery opened the doors to new finds.

Sunset on Equinox day, at Pizzo Vento, Fondacelli Fantina, Sicily, Italy. Photo:Girtompi. Lic.CC0

A tree, a big rock, a mountain, were the first reference points for the early astronomers. Later, they began to erect their own observatories, by lining up big stones… or constructing high buildings. It was due to a permanent watching of the sky, that they finally found some relationship between that, and natural phenomena. Hot or cold weather; the rain or dry seasons; even the river floods and tides could be anticipated. When to collect their crops and when they could expect abundance! The right time to sow and harvesting: it all seemed to be written in the firmament.

Moon rising, at Punta Mola, México. Photo: Dario Giannobile, 2014. Lic. CC Attribution Share-Alike 4.0 International.

It was not very difficult to realize that the Moon and other celestial objects, ran faster than the stars. These, looked like a part of a backdrop, which moved in an almost subtle manner. If a curious person saw the Moon near some group of stars one night, would see it more and more distant from them, every night. They noticed that apparently our satellite “walked” over the stars. And moreover, she always seemed to go through the same groups (or constellations).


The Moon phases. 1. New. 2-4. Crescent. 5. Full. 6-8. Waning.

Besides, they perceived that the changes in shape of the Moon, or phases, repeated periodically. This permitted a great progress in the measurement of time. They verified that between two consecutive New Moons (when it is nearest to the Sun at the sunset), always passed a little more than twenty nine days. So the man began to count the time in “moons”. As it can be seen, was nearly equivalent to the months from our calendars. It was how the lunar calendars were born. They are still used in some countries.

Sumerian star finder. 3rd millenium bC.

About five thousand years ago, the Sumerian astronomers determined which groups of stars did the Moon go through, along her cycle. It was like drawing our natural satellite’s orbit, over a map of stars. They could recognize twenty eight different groups, one for every night. After that, the Moon was again at the starting point. So they only needed to check its position, to know the day of that cycle.


But even then, it was not enough to comprehend and to predict the rhythm of nature. Something else was still missing! The ancient astronomers noticed that the Lunar calendar could not predict the seasons changes. They knew that some nature cycles repeated approximately every twelve “moons”. Yet, as time passed, they observed increasing discrepancies between the calendar date and the weather expected. The answer to that, would be found when they better understood the behavior of the Sun.

The Moon phases, by Galileo, 1616. {{PD-US}}

It became obvious that a Moon’s Year, with three hundred and fifty four days, was too short… so they solved the growing mismatch, by adding one month to the year, every so often. We also add one day to the year, every four years, to fix the slight flaw of our calendar! By doing that, they maintained an acceptable agreement with the beginning date of each season. Some calendars, such as the Babylonian and the Greek, were made that way. The Jewish religious calendar still uses this method.
At first, the sky scholars had not paid much attention to the path of the Sun, for a simple reason: the stars could not be seen at day. But they surely knew that it had a similar route as the Moon. On those times, the astronomers already counted on a sort of “sky map” and they were able to draw its way among well known groups of stars.

To know the position of the Sun, they only needed to check which constellations appeared just before daybreak and which hid after it, at dusk. This way, they confirmed that the trajectory of the Sun was also cyclical. But it seemed to be slower than the Moon. Our star needed a little more than three hundred and sixty five days to complete every cycle, instead of the twenty nine and a half the moon took. That trajectory received the name of Ecliptic.

The Ecliptic and the Zodiacal constellations. From a work by Joshua Cesa, at  http://commons.wikimedia.org by Macalves, 2012. Lic. CC Att-Share Alike 3.0

Enopides, a Greek astronomer, configured the constellations of the Ecliptic, by the year 450 bC. They resulted to be twelve, and the Sun took approximately thirty days to cross each one of them. They are our familiar Zodiac constellations. The ancient men had also seen another five bright bodies which traveled along those stars. They were called as planets, which means “wanderers”... due to their irregular movements.

Vernal Equinox. First Point of Aries. By Francisco J. González Pontevedra, Spain. Made with Inkscape. Lic. CC BY 2.5

But the most interesting advance, was to discover that the time the Sun took for every cycle, fitted perfectly well with the seasonal changes. We should not forget that the Sun movement was apparent, but that wrong model worked fine! Ever since, when the Sun passed over the first point of Aries, was considered as the Spring beginning. It was a happy event, waited and joyfully celebrated by all the ancient civilizations. The solar cycle also permitted to anticipate the propitious rain and even the fertilizing floods from some rivers. Hence, it seemed logical that a Sun calendar, should be more useful than the old Lunar calendar.

But many people still refused to adopt the new one, so they continued using the Moon calendar for many centuries. Maybe it was due to the conservative and traditionalist nature always present inside human spirit. Even so, in the Ancient Egypt they used a calendar based on the Sun, since the third millennium before Christ! It would be much later, when Julius Caesar imposed a reform in Rome, based on the Egyptian’s, by the year 46 bC. That way, they adopted the Julian Solar calendar, which would last for a long time.


Claudius Ptolemy. From a publication of 1584.  By Maranchin & Chaudiere, Paris. Source: Popular Science Monthly, April, 1911.

The astronomers continued exploring the firmament, beyond the zodiacal constellations. Since the old times, they knew other sparkling stars such as Sirius, Altair, Vega, Polaris and most of them were out of the zodiac. By the year 275 bC. Aratus, described and named several non zodiacal groups of stars. Later, Claudius Ptolemy, improved and increased the list, in 135 AD. He identified forty eight constellations! Those treatises, logically only contained visible stars, from any figure they considered. But with the telescope invention, the man could see how many of them had been neglected in the ancient descriptions, for their low brightness.


Ferdinand Magellan crosses the strait. Unknown author, 1860. Source: Laurence Bergreen. Beyond the Edge of the World, 2005. {{PD-US}}

During the 15th and 16th centuries travels, the sea men noticed that as they sailed more to the south, the Polar Star went lower over the horizon. At some latitude it disappeared, producing them a reverential fear. But they later understood that it was only a prove of the Earth sphericity. They had only crossed the imaginary line which parts the planet in two halves: the Ecuator. This, was something well known by the ancient Greeks! One thing was certain: going south, those sailors were watching stars never seen by the Old World astronomers.

Sky map, showing the 88 constellations. Photo: Shadowxfox, 2008. Lic. CC Attribution-Share Alike 4.0 International, 3.0 Unported, 2.5 Generic

Now, the sky has been divided into eighty eight constellations. Any star detected at the present, belongs to one of those groups. In other words, they cover all the firmament. Constellations may vary in their shapes and sizes. Several have kept the name they had in the ancient times, most of them are objects, animals or mythical characters names.


The Gods council, in heaven. By Giovanni Lanfranco, ca. 1624. Borghese Galery, Rome. Photo: Livioandronico2013, 2015. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

Along with the advances in astronomy, men always respected the power and mystery of nature. They feared the unknown. To them, it all seemed to be the acts of some capricious deities, who lived in celestial palaces. Most religions considered the Sun, the Moon, the bright planets and stars… even some constellations, as divine entities. To get their favors, men had to make offerings, whose smoke should ascent to the gods in heaven.

Deep in our subconscious mind, for sure we still have traces of those ancestral beliefs. As an example: is very common to see how many people, as a signal of gratitude, look up to the skies and say some words. Who has not seen that, many times? Maybe we also do the same, and we don’t realize…

From: Planting, harvesting and... by Seward, Alfred F.& Co.1920. Photo: Internet Archive Book Images. Source: https://www.flickr.com 2014.

Likewise, a widespread belief in horoscopes and astrologists still remains. They think that the planetary positions have a great influence on our lives. But how can the transit of a reddish planet bring war? Also, a bright planet whose surface is worst than hell, may rule love and beauty in our lives? Can it be possible that a twins’ constellation marks the nature of a person? It is no more than a reminiscence from those times, when the sacerdotal power tried to eclipse the growing knowledge of men. We should only remember those astronomers, forced to retract from their opinion and theories. They had to struggle against the inquisitorial pressure! It seems likely, that the priests casts always used the collective superstition, for their own benefit. And they were successful…

The Pleiades, open stelar cluster. Distant aproximately 400 light years from Earth. Photo: NASA. Palomar Observatory, Cal. USA. Source: http://hubblesite.org

To what extent, all the religions through history, may just be the inheritance of human experience? Something like a spiritual and cognitive legacy from our ancestors. For sure, it is a question very hard to answer. Perhaps the answer to our questions was all the time in the stars. But it could well be inside every one of us...

miércoles, 13 de marzo de 2019

América, tierra de jinetes (parte 2). Imágenes.





Hombre del Campo, Chile, ca. 1900. Litografia por Julius Adam.
Colección Museo Histórico Nacional, Chile.


Les invito a recorrer con nosotros una muestra del material expuesto en las salas de exposición del CCLM. en Santiago de Chile, hasta el domingo pasado, 10 de marzo de 2019 (videos y fotografías por Daniel Delgado).






Jinete Árabe, Siglo XIX. Por: Adolf Schreyer
Colección Pérez Simón, México.






Santiago Apóstol, Siglo XVII. Autor no identificado.
Colección Museo de la Basílica de Guadalupe, México.


Charro Mexicano.












Silla de montar de gala, 1979. Jesús Olea.
Colección Octavio Chávez Gómez, México.



Emiliano Zapata a Caballo, 1935. Por: José Atanasio Monroy.
Colección Museo Nacional de Historia, INAH, México.




Herrador de Caballos, ca. 1852. Por: Édouard Pringret.
Colección Banco Nacional de México.



Campaña Libertadora en el Llano, (Tríptico), 1944. Por: Jesús María Zamora.
Colección Museo Mercedes Sierra de Pérez- El Chicó, Colombia.






Batalla de Boyacá, 1919. Por: José Wilfrido Cañarete.
Colección Museo Nacional de Colombia.


Campesinos Propietarios, 1851. Por Ramón Torres Méndez
Plaza de San Victorino, Bogotá, 1824. Francois Désiré Roulin.
Escena de un Propietario, y su caballo, 1835. Auguste Le Moyne.
Pertenecientes a la Colección del Museo Nacional de Colombia.






Memorable y Decisiva Batalla de Ayacucho, en el Perú el 9 de Diciembre del Año 1824. Litografía sobre papel.
Por Denis-Auguste-Marie Raffet, 1826. Colección Museo de Arte de Lima, Perú, donado por Ana María Guiulfo.






Chalán, ca. 1850-1860. Por Francisco Laso de la Vega.
Colección Museo de Arte de Lima, Perú.



Fiesta de Toros en la Plaza Mayor de Madrid, Siglo XVII. Escuela Madrileña. Colección Pérez Simón, México.








Traje de Gala Gaucho, Siglo XX.



Batalla de Maipú, Ganada por el Ejército Argentino-Chileno Bajo el Mando del General José de San Martín,
el 5 de Abril de 1818. A la manera de Denis-Auguste Marie Raffet, primera mitad del Siglo XIX. Grabado.
Colección Roberto Raúl Vega, Argentina.




El Rodeo.
Las Carretas.
Jean Désiré Dulin, Siglo XIX.
Colección Mario López Olaciregui, Buenos Aires, Argentina.




Gaucho Sudamericano, ca. 1840.
Johann Moritz Rugendas.
Colección Mario López Olaciregui, Argentina.






Guerrero del Wallmapu. Siglo XX.



Moderno Campesino Chileno, Siglo XXI.




Gaucho Desafiante, Bronce. Siglo XX.
José Zorrilla de San Martín.
Colección Mario López Olaciregui, Argentina.



Martín Fierro, Bronce. Siglo XX.
Luis Perlotti. Col, Mario López O. Argentina.

Zamacueca de Salón, ca. 1858. Por Francisco Fierro.
Colección Museo de Arte de Lima, Perú. (Donación).




El Jarabe. Por Manuel Serrano.Mediados del Siglo XIX.
Colección Instituto Oviedo, A.C. México.





Escenas Costumbristas Mexicanas. Trabajos Artesanales.



Revolucionario con Adelita, Por Daniel Limares Vargas, 2005.
Cartón moldeado, modelado y policromado.
Colección Fomento Cultural Banamex, A.C. México.


Silla de Montar Texana, 2016. Por Troy Curtis West.
Colección del autor, Azle, Texas. Estados Unidos.



Centro Cultural La Moneda, Santiago de Chile.