Lago Lemán, con el Dent d´Oche, desde lo alto de Lausana,
1841
Grafito y acuarela sobre papel.
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Todos alguna vez hemos podido percibir una sensación de sobrecogimiento al contemplar alguna de las grandes obras del ingenio humano. No hay duda de que estar frente a frente de las Pirámides de Egipto o de un gran rascacielos, por ejemplo, nos produce ese tipo de emoción. Sin embargo, para los amantes del arte, resulta incomparable la emoción de contemplar de cerca una obra maestra, fruto del trabajo y de la inspiración de alguna mente brillante.
Venecia: San Giorgio Maggiore- Temprano de mañana.
1819
Acuarela sobre papel.
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De igual modo, asistir por primera vez a una exposición de uno de nuestros pintores favoritos, puede ser algo de veras muy gratificante. Tal es el caso de Joseph Mallord William Turner, el insigne maestro inglés, que se adelantó a su época, por su obsesión por plasmar la luz y los efectos atmosféricos. Su búsqueda le llevó a convertirse en un todo un precursor del arte moderno.
Esa misma búsqueda le hizo convertirse en un anciano solitario y excéntrico, un verdadero misántropo. A pesar de su carrera exitosa, eligió vivir en el anonimato, utilizando un nombre falso en sus últimos años, hasta su muerte en 1851. Turner vino al mundo en la ciudad de Londres, en 1775. Su niñez no debió ser muy feliz, ya que su madre sufría de problemas mentales, por lo que incluso estuvo recluída en un asilo. Su inclinación artística afloró desde muy temprano y su padre le brindó todo su apoyo. En su barbería exponía y vendía los dibujos del niño de doce años.
Vista en el río Avon Gorge.
1791
Pluma y tinta, y acuarela sobre papel
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El prodigioso joven fue admitido en la Royal Academy, con catorce años. Por su magistral manejo de la perspectiva y su visión muy personal del paisaje, en medio de escenas históricas, Turner se convirtió en un favorito de los aristócratas y burgueses: los nuevos ricos de la Revolución Industrial. Desde su juventud se convirtió en un pintor muy exitoso. No obstante, tampoco desdeñaba algunos tipos de trabajos menores, que pudieran reportarle buenas ganancias. En ese tiempo, comenzó a mostrar una tendencia a inspirarse para algunas de sus obras, en los cuadros de los pintores que él admiraba. También se desarrolló en él, una tendencia efectista, en la que buscaba resaltar en los certámenes de pintura y salones, aun en detrimento de sus colegas. Ya su carácter comenzaba a agriarse...
Pero también su genio artístico buscaba expresarse libremente, empleando medios cada vez más sencillos, como papel y tinta, y por supuesto la acuarela, medio al cual contribuyó a elevar de categoría y a ser apreciado por los grandes críticos de su época. Su inquietud lo convirtió en un aventurero. Durante treinta años, Turner emprendió viajes en los que hasta llegó a poner en riesgo su vida, con tal de presenciar algunos eventos naturales, como una tormenta, una avalancha de nieve: la furia de los elementos!
Siempre mantuvo su interés por los temas históricos, pero a medida que envejecía, su trabajo se tornó más personal, su expresividad iba en aumento. En sus acuarelas yuxtaponía imágenes que hacen de algunas de sus obras verdaderas alucinaciones de luz y de color. Comenzaba muchos trabajos para terminarlos luego, o como recordatorio de una idea, por lo que dejó mucha obra inconclusa. En esos esbozos se muestra nítidamente su manejo de los medios pictóricos y puede entenderse la planificación de sus representaciones.
En su audaz pincelada, su ansia por la síntesis y obsesión por captar lo instantáneo, vislumbramos al Impresionismo y aun al Expresionismo Abstracto, haciendo de este artista un adelantado a su tiempo. A casi ciento setenta años de su muerte, mantiene su vigencia este Maestro de la Luz, considerado por muchos, como el pintor más importante de Inglaterra.
Hoy, una importante muestra de su obra, se encuentra expuesta en el Centro Cultural la Moneda, en la ciudad de Santiago de Chile. Haremos una reseña de tal exposición, que da lustre a tan importante espacio para el arte y la cultura.
Fotos por Daniel Delgado
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