miércoles, 31 de marzo de 2021

Obras de Edgar Allan Poe (parte 2).

 

                                            Edgar Allan Poe


                          La Máscara de la Muerte Roja, año 1842

                                  Traducción por Daniel Delgado


La Muerte Roja había devastado la comarca por mucho tiempo. Jamás una pestilencia había sido tan terrible, u horrorosa. La sangre era su Avatar y su sello -lo rojo y horrible de la sangre. Eran dolores agudos; mareos repentinos y luego un abundante sangramiento a través de los poros, por licuefacción interna. Las manchas escarlata sobre el cuerpo y especialmente en el rostro de la víctima, eran los anuncios de la peste, que le apartaban de la ayuda y de la solidaridad de sus semejantes. Y entre el ataque, el progreso y el fatal desenlace, no pasaba más de media hora.


El Triunfo de la Muerte. Por Pieter Brueghel el viejo, ca. 1562.
Museo del Prado, Madrid, España.
 

Pero el príncipe Próspero era feliz, e intrépido y sagaz. Cuando sus dominios se habían despoblado hasta casi la mitad, convocó ante su presencia a un millar de saludables y alegres amigos, de entre los caballeros y damas de su corte, y con ellos se retiró a la profunda soledad de uno de sus almenadas abadías.

martes, 23 de marzo de 2021

Obras de Edgar Allan Poe (parte 1).

 


                                                                 Edgar Allan Poe



                                                  El Cuervo, año 1845

                                          Traducción por Julio Cortázar.




Una vez, al filo de una lúgubre media noche,

mientras débil y cansado; en reflexiones tristes embebido,

inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, 

cabeceando, casi dormido, 

oyóse de súbito un leve golpe, 

como si suavemente tocaran, 

tocaran a la puerta de mi cuarto.

"Es -dije musitando- un visitante

tocando quedo a la puerta de mi cuarto.

Eso es todo, y nada más."


¡Ah! aquel lúcido recuerdo

de un gélido diciembre;

espectros de brasas moribundas

reflejadas en el suelo;

angustia del deseo del nuevo día;

en vano encareciendo a mis libros

dieran tregua a mi dolor.

Dolor por la pérdida de Leonora, la única,

virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.

Aquí ya sin nombre, para siempre.


Y el crujir triste, vago, escalofriante

de la seda de las cortinas rojas

llenábame de fantásticos terrores

jamás antes sentidos. Y ahora, aquí, en pie,

acallando el latido de mi corazón,

vuelvo a repetir:

"Es un visitante a la puerta de mi cuarto

queriendo entrar. Algún visitante 

que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más."


Ahora, mi ánimo cobraba bríos, 

y ya sin titubeos:

"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, 

más el caso es que, adormilado 

cuando vinisteis a tocar quedamente,

tan quedo vinisteis a llamar,

a llamar a la puerta de mi cuarto, 

que apenas pude creer que os oía.Y entonces abrí de par en par la 

puerta: Oscuridad, y nada más.


Escrutando hondo en aquella negrura 

permanecí, largo rato, atónito, temeroso, 

dudando, soñando sueños que ningún mortal 

se haya atrevido jamás a soñar. 

Mas en el silencio insondable la quietud callaba, 

y la única palabra ahí proferida 

era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?" 

Lo pronuncié en un susurro, y el eco 

lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!" 

Apenas esto fue, y nada más.


Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,

toda mi alma abrasándose dentro de mí,

no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.

"Ciertamente - me dije-, ciertamente

algo sucede en la reja de mi ventana.

Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,

y así penetrar pueda en el misterio.

Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,

y así penetrar pueda en el misterio."

¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta,

y con suave batir de alas, entró

un majestuoso cuervo, 

de los santos días idos.

Sin asomos de reverencia, 

ni un instante quedo;

y con aires de gran señor o de gran dama

fue a posarse en el busto de Palas,

sobre el dintel de mi puerta.

Posado, inmóvil, y nada más.


Entonces, este pájaro de ébano

cambió mis tristes fantasías en una sonrisa

con el grave y severo decoro

del aspecto de que se revestía.

"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-,

no serás un cobarde, 

hórrido cuervo vetusto y amenazador.

Evadido de la ribera nocturna.

¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"

Y el Cuervo dijo: "Nunca más."


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado

pudiera hablar tan claramente;

aunque poco significaba su respuesta.

Poco pertinente era. Pues no podemos

sino concordar en que ningún ser humano

ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro

posado sobre el dintel de su puerta, 

pájaro o bestia, posado en el busto esculpido

de Palas en el dintel de su puerta

con semejante nombre: "Nunca más."


Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto,

las palabras pronunció, como virtiendo

su alma solo en esas palabras.

Nada más dijo entonces;

no movió ni una pluma.

Y entonces yo me dije, apenas murmurando: 

"Otros amigos se han ido antes;

mañana él también me dejará,

como me abandonaron mis esperanzas."

Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."


Sobrecogido al romper el silencio

tan idóneas palabras,

"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice

es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido

de un amo infortunado a quien desastre impío

persiguió, acosó sin dar tregua

hasta que su cantinela solo tuvo un sentido,

hasta que las endechas de su esperanza

llevaron solo esa carga melancólica

de 'Nunca, nunca más'."


Mas el Cuervo arrancó todavía

de mis tristes fantasías una sonrisa;

acerqué un mullido asiento

frente al pájaro, el busto y la puerta;

y entonces, hundiéndome en el terciopelo,

empecé a enlazar una fantasía con otra,

pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,

lo que este torvo, desgarbado, hórrido, 

flaco y ominoso pájaro de antaño

quería decir graznando: "Nunca más."


En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, 

frente al ave cuyos ojos, como tizones encendidos, 

quemaban hasta el fondo de mi pecho.

Esto y más, sentado, adivinaba,

con la cabeza reclinada

en el aterciopelado forro del cojín

acariciado por la luz de la lámpara;

en el fondo de terciopelo violeta

acariciado por la luz de la lámpara

¡que ella no oprimiría, ay, nunca más!


Entonces me pareció que el aire

se tornaba más denso, perfumado

por invisible incensario mecido por serafines

cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.

"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, 

por estos ángeles te ha otorgado una tregua,

tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!

¡Apura, oh, apura este dulce nepente

y olvida a tu ausente Leonora!"

Y el Cuervo dijo: "Nunca más."


"¡Profeta! -exclamé-, ¡cosa diabólica!

¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!

¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,

ese Dios que adoramos tú y yo,

dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén

tendrá en sus brazos a una santa doncella

llamada por los ángeles Leonora,

tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen

llamada por los ángeles Leonora!"

Y el Cuervo dijo: "Nunca más."


"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida

pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.

¡Vuelve a la tempestad, vuelve a la ribera de la Noche Plutónica.

No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira

que profirió tu espíritu!

Deja mi soledad intacta.

Abandona el busto del dintel de mi puerta.

Aparta tu pico de mi corazón

y tu figura del dintel de mi puerta.

Y el Cuervo dijo: "Nunca más."


Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.

Aún sigue posado, aún sigue posado

en el pálido busto de Palas,

en el dintel de la puerta de mi cuarto.

Y sus ojos tienen la apariencia

de los de un demonio que está soñando.

Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama

tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,

del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,

no podrá liberarse. ¡Nunca más!











martes, 16 de marzo de 2021

Un misterio nunca explicado (parte 3).

 

Edgar Allan Poe. Dibujado a partir del daguerrotipo "Última Tule". Por Mathew Brady,
 anterior a 1849. National Archives at College Park. Maryland, EEUU.

La muerte de Edgar Allan Poe, dejaba la puerta abierta a cualquier posibilidad. La aparente ausencia de pistas y de posibles sospechosos, no parecía ser suficiente, como para descartar la opción de un intento de homicidio. Más todavía, si ese intento fue finalmente exitoso. Lo sucedido, clamaba por una investigación exhaustiva, que permitiera dilucidar sus verdaderas causas. Eso no era algo complicado, a pesar de los métodos policiales un tanto rudimentarios, de aquella época. Pero, por algún motivo, a fin de cuentas, imperó la tendencia a asignar su muerte, a causas naturales. Ante el pasmo de la inacción, quedaron demasiadas preguntas sin responder. La ausencia de datos, unida al aura negativa del escritor, que con una calculada dosis de malicia, fue sembrada en la opinión pública, contribuyeron a la propagación de una falsa idea, acerca de su vida y su triste desenlace. 

viernes, 5 de marzo de 2021

Michelangelo y su obra (parte 4).


Plaza del Campidoglio, Roma, 1750, por Giovani Paolo Panini
Fuente: vita-colorata.livejournal.com 2017


A medida que los años pasaban, Miguel Ángel se iba convirtiendo en uno de los últimos sobrevivientes de uno de los movimientos más espectaculares de la historia. Parecería justo, que un ser como él, alcanzara a ver buena parte de aquellos alcances y realizaciones, fruto del ingenio de sus contemporáneos. Pero ocurrió, que al comenzar a apagarse los astros que iluminaban el cielo del Renacimiento, también se iban extinguiendo las viejas intrigas y rivalidades. Por ese motivo, a las puertas de la vejez, algunos grandes proyectos arquitectónicos, ya en ejecución, fueron a parar a sus manos. A una edad provecta, cuando ya lo más probable era que comenzaran a abandonarle las fuerzas para el duro trabajo del cincel, pudo canalizar su creatividad hacia un nuevo rumbo, que en nada desmerece su obra anterior, aun más, hay quien lo cataloga al mismo nivel e incluso por encima, en su genialidad.