Ruinas de la Iglesia de la Compañía.Tomado de History Today.com, junio 2017 y de Illustrated London News, febrero 1864. (Bridgeman Images) |
El incendio de la Compañía trajo repercusiones, incluso a nivel internacional. Hasta podría decirse que algunos intentaron "hacer leña del árbol caído". Grupos anticlericales o anticatólicos vieron llegada una gran ocasión para criticar el comportamiento crédulo y supersticioso de la feligresía, pero sobre todo el carácter manipulador de los sacerdotes. Los representantes de la iglesia chilena debieron defenderse con vehemencia. A pesar de que se les declaró libres de culpa por la terrible tragedia, era un hecho inocultable que aquella multitud estaba bajo su responsabilidad.
Más aun, de acuerdo con las normas sociales de la época (en las que predominaba el machismo), aquello nunca debió haber ocurrido. Hay que recordar que allí fallecieron unas dos mil damas, de todas las edades. Para entonces, Santiago contaba con una población cercana a las setenta mil personas del sexo femenino (acorde con esto, en cifras redondas, una de cada treinta y cinco de las mujeres de la ciudad, pereció en ese incendio). Las acusaciones y las querellas, ocasionaron la pérdida de la influencia eclesiástica en los asuntos de gobierno.
Primer directorio del Cuerpo de Bomberos de Santiago de Chile, 1864. Por Ismael Valdés Vergara, 1900. Fuente: www.memoriachilena.cl {{PD-US}} |
Monseñor Mariano Casanova, Arzobispo de Santiago (1886-1908) |
Triunfó el criterio que favorecía la demolición: a los seis días fue emitido el decreto. Así, la existencia del connotado templo llegaba a su final... ¡De la iglesia de La Compañía solo quedaría un doloroso recuerdo! Por supuesto, esta decisión no fue del agrado de todos. El propio padre Casanova, quien no podía ocultar su contrariedad, escribió...
"No ha quedado en pié una sola piedra de ese santuario y ¡sabe Dios qué suerte aguarda aquella tierra regada con tanta sangre inocente! Esa tierra bendita solo la relijion podia habitarla dignamente, y ¡líbrenos Dios de que un lugar de tales recuerdos vaya a convertirse en un lugar de alegria profana! La posteridad recordará asombrada tan injusta demolicion..."
Pero una hermosa plaza-jardín ocuparía ese lugar. En su centro, un monumento en honor de las víctimas (justo adonde estuvo ubicado el altar mayor de la iglesia), se encargaría de perpetuar el recuerdo de lo ocurrido allí. Aquella plaza sería inaugurada diez años después de la tragedia. Una impactante obra en bronce, del escultor francés Carrier-Belleuse, dominaba la escena... No obstante, algún tiempo después, hubo de ser cambiada de sitio. Finalmente fue ubicada en la entrada del Cementerio General, donde reposa la mayor parte de los fallecidos en esa triste noche.
Monumento al Dolor. Cementerio General de Santiago de Chile. Foto: Eduardo Villagrán Morales, 2010. Lic. CC BY-SA 3.0 |
La opinión pública influyó de manera decisiva para ocurriera ese traslado. Entre otros motivos, la obra de Carrier resultaba incómoda para el criterio rígido y cercano al fanatismo (posiblemente estimulado por el clero), de algunas personas. Creían ver algo en ella, que no era acorde con el sentimiento piadoso que debía reinar en ese lugar. ¡Se llegó al extremo de encontrarla llena de una simbología pagana! Rigidez y fanatismo, tal vez, pero habría que situarse en su contexto de tiempo y lugar. Aquella era una herida que aún no había sanado. A fin de cuentas, en el jardín fue colocada una imagen de la Virgen en actitud de oración, realizada en mármol por el artista chileno Blanco Gavilán. Todavía podemos verla allí, en los jardines del edificio antiguo del Congreso, al pasar por la esquina de las calles Bandera y Compañía, a una cuadra de la Plaza de Armas...
La Virgen Orante. Monumento a las Víctimas del incendio de la Compañía. Jardines Antiguo Congreso, Santiago, Chile. Foto: Cuidro, 2008. CC BY-SA 4.0 |
Poco tiempo después, el arzobispado de la ciudad tomó la decisión (no exenta de cierta tozudez), de levantar otro templo que sustituyera a la iglesia siniestrada. Estaría ubicado a varias cuadras hacia el oeste del lugar de la tragedia, colindando con el Barrio Brasil. El diseño fue encargado al arquitecto alemán Teodoro Burchard. Los trabajos comenzaron, con algunos retardos, en 1874.
Basílica del Salvador, Santiago de Chile. Foto: Daniel Delgado, 2019. |
Habría de ser una gran iglesia, consagrada en honor a Cristo, el Salvador. Por desgracia, las fuerzas telúricas también se han cebado con ella. Como resultado, sus estructuras se han visto severamente afectadas. Hoy, al contemplar esa venerable edificación casi en ruinas, es difícil el dejar de asociarla con la siniestrada iglesia de los jesuitas. En el presente, a pesar de los esfuerzos de algunos grupos y fundaciones, es imposible adivinar lo que será de ella, finalmente. Pero, ¿Cuál es la historia de la Basílica del Salvador?
Fachada norte de la Basílica del Salvador. Foto: Daniel Delgado, 2019 |
Con el estallido de la Guerra del Pacífico, se dificultó el progreso de la obra, durante los primeros años. Sin embargo, el templo aún en construcción, comenzó a convertirse en una especie de símbolo aglutinante de los sentimientos patrióticos. Allí acudían los militares, en peregrinación, antes de partir para la guerra. Luego, vencedores, regresarían a ella para ofrendar sus armas. Como un detalle curioso, el metal de algunos cañones fue utilizado para fabricar las puertas del altar mayor. No deja de llamar la atención, esta simbiosis entre lo bélico y lo religioso. Podría ser considerada como una reminiscencia de épocas muy lejanas...
Apenas en el año de 1886, fueron finalizados los trabajos en los techos de la iglesia; en 1892 se concluiría la obra gruesa. El resultado fue un edificio monumental, con sus noventa y ocho metros de largo, treinta y siete de ancho y treinta metros de altura en su interior. Por su estilo neogótico, con sus gárgolas, sus altas y elegantes crucerías, arcos y pilares que separaban sus tres amplias naves, de igual altura, se convirtió en una joya arquitectónica, única en Chile. Además, había sido decorada con finos vitrales, traídos desde Alemania, que transformaban la luz del sol en un colorido espectáculo. Era una obra en verdad maravillosa, pero sus muros carecían de los refuerzos necesarios para soportar las frecuentes sacudidas sísmicas... Su fragilidad no tardaría mucho tiempo en salir a relucir.
Figura de la Virgen del Carmen, Patrona de la nación chilena. Capilla del Sagrario. Catredral Metropolitana de Santiago de Chile. Foto: Daniel Delgado, 2019. |
Por el año de 1890, el Arzobispo de Santiago, Monseñor Mariano Casanova, ordenó el traslado de la Virgen del Carmen, para la Iglesia de El Salvador. Esa figura, traída de Francia unos sesenta años antes, era paseada en solemne procesión por las calles de Santiago, en determinadas fechas... El templo de El Salvador parecía ser el lugar indicado para albergar tan venerada imagen. Desde los ya lejanos días de la independencia, esa advocación fue escogida como la protectora y patrona de las ejércitos patriotas. Durante el estallido de la Guerra del Pacífico, ocurrió de igual modo. Hasta entonces, ella se encontraba en la Parroquia El Sagrario, al lado de la Catedral. Algún tiempo después, sería consagrada por el Papa como la Patrona Nacional de Chile.
Es bueno apuntar, que durante la época de la Guerra del Pacífico, se había producido un acercamiento, que culminaría con la reconciliación entre el gobierno chileno y la iglesia católica. ¡Un verdadero milagro! Pleno de emotividad, y en agradecimiento, Monseñor Casanova consagraría la imponente iglesia, al Sagrado Corazón de Jesús, en el año de 1900.
Para comienzos del Siglo XX, la Iglesia de El Salvador se había convertido en el corazón espiritual de la ciudad. Su majestuoso aspecto, exaltaba el fervor místico. Era como si al fin se estuviese dejando atrás, el triste capítulo de la Iglesia de La Compañía. Concurridas misas, bautizos, comuniones y matrimonios, plenaban de vida la inmensidad de sus espacios. También se convirtió en la sede de numerosas cofradías religiosas. Fervorosas procesiones partían de ella, recorriendo las céntricas calles, hasta llegar a la Plaza de Armas. No cabe duda de que se trataba de la iglesia de moda, no solo del entonces elitesco Barrio Brasil, sino de toda Santiago...
Por otra parte, aunque se habían hecho intentos para reforzar su estructura, el terremoto de 1906 marcaría el inicio de su decadencia. La fachada principal y algunos elementos internos, característicos del estilo gótico, mostraban preocupantes daños. Por esto, la mayor parte de las cubiertas debió ser reemplazada, lo que produjo cierta variación en la forma del templo. A pesar de todo, las obras de la decoración interna nunca se detuvieron... allí quedó la obra del magnífico artista Aristodemo Lattanzi ¡fruto de dieciocho años de trabajo! La ornamentación en bronce, fue realizada por Virginio Arias, y Onofre Jarpa se encargó del diseño de los altares y retablos. Un fino órgano, hecho de una aleación de estaño y plata, presidía el coro, desde lo alto. La crisis económica de aquellos años, no impidió la conclusión de esos trabajos, hacia el año de 1920. El resultado fue espléndido. El lujo y la belleza dentro del templo era tal, que comenzó a ser conocido como "La Iglesia de Oro".
Pero los terremotos de 1906 y 1920 habían dejado sus marcas. La obra entonces quedó en manos del prestigioso arquitecto Josué Smith Solar. Él hubo de centrar sus esfuerzos en la restauración de la fachada norte, y a pesar de preservar su aire gótico, hizo cambios en el diseño original. Preocupado por la estabilidad de la construcción, agregó algunos elementos de refuerzo, de hormigón armado. Al finalizar estos trabajos en 1932, se dio finalmente por concluida la construcción del templo: habían pasado sesenta años desde su inicio...
La Iglesia de El Salvador, fue elevada al rango de Basílica, por el Papa Pío XI, en 1938. Sin embargo, su fragilidad amenazaba seriamente su futuro. En diciembre de 1977 fue declarada Monumento Histórico Nacional, quedando así bajo la protección del estado. Pero lo peor estaba por venir: durante el terremoto del año 1985, se desmoronó una parte importante de la estructura, algunos pilares y numerosos elementos ornamentales. Tristemente, la caída de los muros del coro, provocaron la total destrucción del magnífico órgano de la iglesia. La imagen de la Virgen del Carmen debió ser trasladada a la Catedral. Ese día, 3 de marzo de 1985, el templo fue clausurado, dada su alta peligrosidad. Desde entonces, daría inicio una cruzada por salvarlo del colapso definitivo. Pero llegarían años de abandono y desidia, además de sismos aun más violentos...
Continuaremos visitando este templo, hasta el presente, indagando acerca de la posibilidad de su rescate. Algo que nos llama poderosamente la atención, es el paralelismo que existe entre la historia de la Basílica del Salvador y la Iglesia de la Compañía. Ambas llegaron a ser las predilectas de la sociedad de Santiago. Pero a las dos les tocó enfrentar los embates de la naturaleza, siendo reconstruidas una y otra vez, para verse de nuevo colmadas de fieles. También conocieron el abandono durante años... En una de ellas, terminó por ocurrir una tragedia. Esperamos que algo similar jamás llegue a repetirse...
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