viernes, 2 de agosto de 2019

Roma, la Ciudad Eterna (parte 2).

 

La Leyenda.


Eneas llevando a Anquises. Enócoe de figuras negras. ca. 520-510 aC.
Foto: Bibi Saint-Pol, 2007. Museo del Louvre, París, Francia.

A orillas del río Tíber, algo inusual alteraba la monotonía de la tarde. Una cesta flotaba precariamente sobre las revueltas aguas, hasta que al fin quedó varada en un recodo. Curiosa, la primera en acercarse fue una loba, cuyos cachorros tal vez la aguardaban hambrientos
. Se relamía de satisfacción, al encontrarse ante dos niños recién nacidos. Para una cazadora implacable como ella, no todos los días se presentaba la oportunidad de obtener tan fácil festín... Sin embargo, sintió que algo la detuvo, ¡algo más fuerte que su instinto! A partir de ese momento, por increíble que parezca, la fiera cuidó de ambos infantes y los alimentó, como si fueran sus propios hijos. No había duda de que esos niños gozaban de la protección de los dioses. Pero ¿quiénes eran? ¿por qué alguien los habría entregado a las aguas del río? 


La loba capitolina, con Rómulo y Remo. Siglos XIII y XV
Museo Nuevo del Palacio del Conservatorio, Roma.
Scan por E. Müller-Baden. Foto: Wolpertinger.

Esa era una larga historia, que se remontaba a los tiempos heroicos de la Guerra de Troya... Habían transcurrido diez años de esfuerzos casi estériles. Incontables héroes habían mordido el polvo, y la victoria aún permanecía indecisa. Fue cuando gracias a una treta de Odiseo (Ulises), logró ponerse fin a aquella terrible contienda. Aconsejado por Atenea, él se las ingenió para que los troyanos introdujeran un enorme caballo de madera en la ciudad. Pero lo que parecía una ofrenda a los dioses, era en realidad una trampa mortal: en su interior llevaba a los mejores guerreros griegos, esperando el momento de atacar. En una noche de fuego y muerte, quedó destruida la espléndida ciudad y solo unos pocos consiguieron ponerse a salvo. 



Eneas huye de Troya, por Federico Barocci, 1598. Galería Borghese, Roma, Italia. Fuente: Web Gallery of Art. {{PD-US}}

Entre ellos se encontraba Eneas, uno de los más valerosos príncipes troyanos. Pudo huir, gracias a la ayuda de su madre, la diosa Afrodita (Venus). Llevando a su padre sobre los hombros, mientras tomaba de la mano a su hijo Ascanio, lograron ponerse a salvo de tan inclemente holocausto. Sin embargo, en medio de aquella confusión, perdió a su esposa. Por fin, junto a un centenar de fugitivos, lograron hacerse a la mar. Habían cambiado una muerte segura, por un destino incierto. 



Dido y Eneas. Por: Pierre Narcisse Guérin, 1815. Museo de Bellas Artes de Bordeaux, Francia.
Fuente: The York Project, 2002. Distribuído por DirectMedia.

Luego de vagar errantes por el Mediterráneo, se toparon con las costas del norte de África. Estaban en la joven ciudad de Cartago (futura enemiga de Roma). Allí, Eneas no solo encontraría la hospitalidad de la reina, Dido; también ella le entregaba su corazón. Tal vez, había encontrado un lugar en donde plantar sus raíces, reinando al lado de su amada. Sin embargo, los dioses le hicieron comprender, que ese no era su destino, ¡que debía seguir adelante! Así, un día, sin dar aviso, los troyanos se alejaron de las costas africanas. Dido, sintiéndose burlada, puso fin a su vida, hundiendo una daga en su pecho. 



La muerte de Dido. Por: Augustin Cayot, 1711. Museo del Louvre, París, Francia.
Foto: Marie Lan-Nguyen, 2011

Con el viento a favor, arribaron a la cercana isla de Sicilia, desde donde pusieron rumbo hacia tierra firme, al sur de la península italiana. Comenzaron a seguir la línea costera, hasta que decidieron remontar por un ancho río (Tíber), en la región del Lazio. Este los condujo a los dominios del renombrado rey Latino. Muy pronto, Eneas entendió que había sido guiado hacia ese lugar por la voluntad de los dioses. Según el oráculo, la hija del rey estaba destinada a casarse con un príncipe extranjero, quien habría de ser el próximo rey. ¿De quién sino él, podría tratarse? A pesar a ello, la princesa, llamada Lavinia, ya tenía un poderoso pretendiente. ¡Esto significó la guerra en la región! 



Eneas en la corte de Latino. Por: Ferdinand Bol, ca. 1663. Museo Nacional de Amsterdam. Fuente: Rijksmuseum.nl
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Finalmente, los troyanos y sus aliados latinos lograrían salir airosos. Eneas pudo acabar con su obstinado rival (Turno). De ese modo, el predestinado príncipe, se convirtió en el monarca del Lazio. C
on Lavinia, engendró un niño, al que llamaron Silvio. A través de sus hijos, su linaje quedaría perpetuado en las tierras de Italia... Ascanio, el mayor, fue el fundador y primer rey de Alba Longa, siendo sucedido por su hermano, Silvio. De esa progenie, procedían todos los reyes de esa ciudad. Rómulo, el futuro fundador de Roma, era nieto de uno de esos monarcas, por lo tanto, también llevaba la sangre del príncipe de Troya. Es por ello que Eneas es considerado como el progenitor del pueblo romano.



Eneas y Turno. Por: Luca Giordano, Siglo XVII. Palacio Corsini, Florencia, Italia. Fuente: http://Imagencpd.aut.org

Sin embargo, es interesante agregar que con el tiempo, ambas ciudades llegaron a convertirse en acérrimas enemigas; en parte, esto fue estimulado por la cercanía entre ambas (unos veinte kilómetros). Además, Alba Longa era la ciudad más importante de la Liga Latina y contemplaba con recelo el creciente poderío de Roma. De manera inevitable llegaron a la guerra, que terminó con la completa destrucción de Alba Longa.



Vestal portando el fuego sagrado. Por: Jean Raoux, ca. 1729. Museo Fabre
Montpellier, Francia.

Uno de los reyes de Alba Longa, cuyo nombre era Numitor, fue destronado por su hermano. Este, se dedicaría a eliminar todos los posibles herederos varones. En cuanto a la hija del rey, la obligó a convertirse en vestal, como se llamaba a las jóvenes doncellas consagradas a la diosa Vesta. Eran sacerdotisas que debían permanecer vírgenes, de no hacerlo se exponían a sufrir terribles castigos. Pero Marte (Ares), amaba apasionadamente a la princesa, cuyo nombre era Rea Silvia. Fruto de esos amoríos, nacieron dos niños gemelos.




Marte y Rea Silvia- Por: Peter Paul Rubens, ca. 1620. Museo de Liechtenstein, Viena, Austria. {{PD-US}}

Como es de imaginar, la furia del usurpador fue terrible. De inmediato ordenó la muerte de Rea Silvia y de los recién nacidos. Por alguna razón (tal vez alguien se apiadó de ellos), los infantes fueron colocados en una cesta y dejados a la merced de las aguas del río. Pero el designio de los dioses era que ellos sobrevivieran, al igual que su madre, como en efecto ocurrió. Aquellos niños, al ser amamantados por una loba, habían adquirido su carácter, el cual habría de convertirse en la esencia de todo buen romano. 



Rómulo y Remo hallados por la loba. Por: Peter Paul Rubens, ca. 1616. Museos Capitolinos, Campidoglio, Roma.
Fuente: Web Gallery of Art.

Al tiempo, un pastor adoptó a ambos niños y los crió en su hogar. Les dio por nombre: Rómulo y Remo. Cuando llegaron a la edad apropiada, se enteraron de su verdadero origen. Entonces, se pusieron al frente de una rebelión, para reponer a su abuelo Numitor, en el trono de Alba Longa. Una vez que lo lograron, pensaron en fundar una nueva ciudad. Esta habría de estar a orillas del río Tíber. Rómulo consideraba que el mejor emplazamiento sería en el Monte Palatino, cerca del sitio donde fueron hallados por la loba. En cambio, Remo consideraba más apropiado el Monte Aventino, situado a ochocientos metros hacia el sur. A falta de un acuerdo, decidieron consultar a los dioses.


Cada uno desde su colina, debería contar cuantos buitres (o tal vez águilas...), pasaban volando, durante ese día. Según se dice, Remo divisó seis de esas aves, mientras que Rómulo vio doce. Aun así, no lograron ponerse de acuerdo. Al final, aquello degeneró en una pelea, en la que Rómulo le quitó la vida a su hermano gemelo. Pronto, comenzó a levantar las murallas de la nueva ciudad, la cual fue bautizada con el nombre de Roma. A ella comenzaron a llegar numerosos hombres, tanto libres como esclavos, campesinos y pastores. Rómulo gobernó sabiamente, durante más de tres décadas. Promulgó numerosas leyes y organizó la sociedad. 



Rómulo, llevado al Olimpo por Marte. Por: Jean-Baptiste Nattier, fines del Siglo XVII. Colección Museo Juan Pablo II
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A la muerte de su abuelo Numitor, heredó la corona de Alba Longa. Algunos relatos afirman que él desapareció en una tormenta, para ser llevado junto a los dioses y convertirse en Quirino, el dios de la guerra. Otras versiones menos poéticas, sostienen que con el tiempo, él fue tornándose en un déspota, por lo que fue asesinado, siendo desaparecido su cuerpo.

Seguiremos visitando aquellos tiempos y lugares, para contemplar el desarrollo de la joven Roma. Una ciudad que se inició con la afluencia de numerosos hombres, pero escasas mujeres... La historia de su origen, está estrechamente vinculada a la leyenda; pero lo que sí es seguro, es que ella estaba destinada a escribir la historia del mundo durante varios siglos.





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