Entre las leyendas nórdicas favoritas, resalta una curiosa historia, relatada por el escritor danés Jens Peter Jacobsen en sus Canciones de Arrullo. Aunque pareciera estar basada en la vida del rey Valdemar IV de Dinamarca, la saga original se remonta a tiempos aun más antiguos. La sencillez de estos relatos nos transporta a un mundo que por distante que pueda parecer, ejerce en nosotros un mágico encanto, cuya explicación tal vez se halle en lo profundo de nuestra alma, o de nuestro subconsciente.
Waldemar IV de Dinamarca, ca. 1375. {{PD-US}} |
Cuentan que en Dinamarca una vez existió un rey llamado Valdemar. Vano sería el intento de describir su amor por la pequeña Tove, utilizando palabras comunes... Pero aquella dicha fue efímera: ella murió, y el rey fue incapaz de hacer enterrar el cuerpo de su amada. De ese modo, la mantuvo cerca, en una sala a la que a diario acudía para venerarla. Durante sus viajes, cuidaba de que ella fuese parte de su séquito. No se prolongó mucho esta situación sin provocar la curiosidad y podríamos agregar, la molestia, en sus vasallos, quienes no lograban explicarse aquella pasión, que ni la fría muerte conseguía aplacar.
"Y el rey fue incapaz de hacer enterrar el cuerpo de su amada..." |
Por fin, uno de ellos alcanzó a descubrir el secreto... un anillo encantado, que la madre de la pequeña Tove había puesto en su dedo, había desatado tan desbocado sentimiento en el corazón del rey. Así que una noche, cuidando de no ser visto, el cortesano tomó el anillo mágico de Tove. Bien pronto pudo observar el cambio de actitud del rey.
Ante la sorpresa general, en la mañana, el rey preguntó el porqué no había sido sepultada la pequeña Tove.
---"No es conveniente mantener su cuerpo en palacio"... le escucharon decir, sus atónitos cortesanos. ---"Demos a la tierra lo que a la tierra pertenece".
Así, la pequeña Tove finalmente pudo encontrar el descanso. Pero la historia no termina allí: el monarca de inmediato sintió una "gran simpatía" por aquel vasallo que había hecho suyo el anillo encantado. En su preferencia desmedida, le llevó a ocupar puestos de gran importancia, hasta convertirle en su mano derecha y hasta a otorgarle un puesto en su mesa, como si se tratara de alguien de su misma alcurnia.
Sin embargo, la conciencia de aquel buen hombre no le permitía disfrutar de su repentino encumbramiento. No eran sus méritos los que lo transformaron en un personaje principal. Sentía vergüenza por haberse convertido en la "comidilla" de la corte, siendo sujeto su ascenso, a todo tipo de malintencionadas conjeturas. Cuando no soportó mas aquella humillación, una noche salió del palacio y sin dudar un instante, arrojó aquel anillo a las aguas del lago situado en el Bosque de Gurre. De inmediato, Valdemar sintió tal apego por aquel paraje, que le resultaba imposible vivir en otro sitio. Allí levantó un hermoso castillo, que se unía con la orilla gracias a un puente hecho de cobre batido.
Castillo de Gurre, por Daniel Delgado. Basado en el cuadro de Thorvald Simeon Niss, 1890. |
Se encontraba tan a gusto, que a menudo se le escuchaba decir que no tenía interés alguno por el Paraíso de Dios, mientras mantuviese su amado castillo. Pero sus blasfemias terminaron recibiendo el castigo divino. Tras su muerte, fue condenado a no tener descanso: viviría por siempre, vagando entre los bosques en una eterna cacería. Muchos aseguran haber escuchado sus gritos espeluznantes, en medio de una cabalgata demoníaca. Triste desenlace para aquella historia de amor...
Ruinas del antiguo castillo de Gurre, en Dinamarca. Foto: Graphicos, 2007. Lic. Creative Comm.Att-Share Alike 3.0 Uptd. |
Las ruinas del castillo existen aún, y son famosas por el aura de misterio que las rodea; resulta un lugar magnífico para intentar un acercamiento a lo sobrenatural... ¿quien de ustedes se anima?
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