Conjunto escultórico en el Campidoglio, Roma. Foto: Daniel Delgado |
Entre las principales tareas de los estudiosos de la historia se encuentra la de reconstruir la secuencia, lo más acertada posible, de los sucesos del pasado, además de lograr entender cuales han sido sus implicaciones. Han sido los grandes personajes, con su actuación, quienes se han encargado de moldear tales acontecimientos (positiva, o negativamente). Sin embargo, existe algo muy notorio en la vida de ellos, y es la abundancia de situaciones anecdóticas, o de hechos curiosos. Esto ha traído como consecuencia la aparición de ciertas dudas razonables, entre lo que puede ser comprobado, y lo que debería ser considerado tan solo como una leyenda.
Combate medieval, por: N.C. Wyeth, 1922. Tomado de: The Boy´s King Arthur, por: Thomas Malory. New York, 1922. Scanned by Dave Pape. PD-US |
Durante mucho tiempo, se mantuvo una marcada tendencia a admitir como ciertos, algunos de esos hechos dudosos. Esto llegó a producir una inevitable falta de credibilidad, en las crónicas de no pocos historiadores. Aunque esto significa un problema y una limitación para el estudio de muchas fuentes antiguas, paradójicamente, al mismo tiempo se convierte en un factor que multiplica el interés por dichos temas... Hay algo que resulta innegable, y es que en esa difusa zona histórico-legendaria, se origina, a la vez que se nutre, un género literario en verdad apasionante, como es La Novela Histórica.
Viajemos al pasado, al encuentro de algunos casos y personajes, que podrían dejarnos llenos de interrogantes...
Ruinas del Teatro griego, en Taormina, Sicilia. Al fondo, el volcán Etna. Foto: Daniel Delgado |
Los caballos danzarines.
Hacia el Siglo VIII aC, la expansión griega por el Mediterráneo avanzaba incontenible. Aquel proceso colonizador, les había impulsado a invadir tierras muy lejanas. Desde el Asia Menor, a la isla de Chipre, en el este, hasta la península ibérica , al poniente, llegarían a contemplar el surgimiento de un buen número de nuevas ciudades "griegas". Sin duda, les impulsaba un natural interés por cuidar y mantener sus rutas comerciales; pero además, había otra razón de peso, es muy posible que para entonces sus propias tierras no resultaran suficientes para abastecer a toda la población. De ese modo, aquella cultura llegaría a propagarse, para dejar su huella indeleble, a lo largo de esos territorios.
La expansión griega por el Mediterráneo y el Mar Negro. Siglos VIII al IV aC. Asentamientos griegos: color rojo Por: Gepgepgep, 2012. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 |
Al arribar a la península italiana, y a la isla de Sicilia, los colonos griegos hallaron un magnífico nuevo hogar. El progreso y el bienestar que alcanzarían en esas fértiles comarcas fue tal, que esos territorios llegaron a ser conocidos como La Magna Grecia. Sin embargo, como es bien sabido, entre las ciudades griegas siempre se cultivó la rivalidad y el enfrentamiento. De ese modo, la enemistad entre aquellas polis, continuaría siendo un modo de vida para ellos. Era aquella, la lección nunca aprendida, que siempre les acarreó tantas desgracias.
La Magna Grecia y sus ciudades. Por: Future Perfect at Sunrise, de: Rowanwindwhistler. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 |
Hacia el año 721 aC, grupos de colonizadores aqueos fundaron la ciudad de Síbaris, en una fértil región de la costa del Golfo de Tarento, la cual llegaría a convertirse en una de las ciudades más pobladas de su época, alcanzando además notable lujo y esplendor. Existen variadas leyendas acerca de la enorme opulencia de la que gozaban sus habitantes. Aquella gran riqueza provenía, sin duda, de su privilegiada ubicación geográfica, que le otorgaba claras ventajas comerciales. Lo cierto resulta ser, que la ciudad cayó en una franca decadencia moral, que terminó por crearle la fama con la cual pasó a la historia: el término sibarita se convirtió en sinónimo de aquella persona que gusta de la una vida llena de lujos y placeres.
Moneda de Plata de Síbaris. Anverso y reverso, 550 aC. Fuente: www.cngcoins.com Lic.Creative Commons Attribution-Share Alike 2.5 |
Ocurrió que otra importante población, llamada Crotona, también de origen aqueo, llegaría a competir con Síbaris, por el control de aquellos territorios. A pesar de sus alianzas en el pasado, terminarían convertidas en enconadas rivales. De ese modo, los ochenta kilómetros que mediaban entre ambas ciudades, comenzaron a resultar insuficientes. Tras una dura guerra, inevitablemente debió llegar el día de jugárselo todo, en el campo de una decisiva batalla. Síbaris contaba con su poderoso ejército, pero Crotona tenía una carta bajo la manga...
Excavación en el teatro de Síbaris. Italia. Foto: Mboesch, 2009. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 |
El pomposo estilo de vida de los sibaritas, había influído hasta en sus prácticas militares: sus caballos habían sido entrenados para bailar al son de la música, durante sus desfiles. Esta circunstancia era conocida por sus rivales, quienes les enfrentaron en medio de los acordes de sus músicos. Como resultaba de esperar, los caballos del ejército de Síbaris, comenzaron a danzar, y el desorden que esto ocasionó, produjo la debacle entre sus filas. La derrota que sufrieron fue tal, que la ciudad nunca más lograría recuperarse. Por fin, hacia el año 510 antes de nuestra era, Crotona completó su obra destructiva, con un ensañamiento que llegó hasta el extremo de desviar el cauce de un río (Cratis), para no dejar ni el rastro de la odiada rival. El lugar de su emplazamiento permanecería oculto, durante casi veinticinco siglos. De su vida opulenta, solo quedarían las leyendas...
Templo de Hatshepsut. Deir el-Bahari, Egipto. Foto: ljanderson977 Año 2008. |
Una mujer dominante.
El antiguo Egipto contempló el paso de importantes monarcas, seres que ejercían el poder de un modo absoluto; eran como verdaderos dioses encarnados. Su sola presencia, infundía un reverencial respeto, además de un profundo temor. Entre todos aquellos elevados personajes, hay uno que debe ser considerado como el más grande de todos. Llevada de su mano, la nación egipcia ascendió hasta el cenit de su grandeza, no solo por su gran poderío militar, sino también por la prosperidad de la cual se disfrutó, en aquellos tiempos. Por su habilidad como estratega, muchos historiadores lo han comparado con los grandes generales de la historia, como Napoleón Bonaparte, o Alejandro Magno... Entre esos nombres, allí está colocado el de Tutmosis III, el Grande.
Basta con decir, que durante su reinado, el imperio egipcio alcanzaría su mayor extensión territorial. Los consolidación de sus dominios alcanzó a extenderse desde el norte del río Éufrates, en el Asia, hasta la cuarta catarata del Nilo, hacia el sur de Egipto. El siempre victorioso Tutmosis III guió a sus ejércitos, en grandes batallas, como la de Megido, y en innumerables campañas militares, a todo lo largo de su reinado. No obstante, las cosas no siempre fueron así... Al momento de asumir plenamente su mandato (1469 aC), a la edad de veinticinco años, este gran faraón era considerado por muchos, como un hombre débil, tal vez como un verdadero títere. Pero, ¿como pudieron equivocarse de ese modo, con este personaje?
Tutmosis III había heredado las dos coronas de Egipto siendo apenas un niño, tras un verdadero juego de poderes. Sin embargo, su tía y madrastra, llamada Hatshepsut, habría que decirlo sin rodeos, era quien tenía todo el derecho para heredar el trono, solo que su condición de ser una mujer, le había puesto límite a sus aspiraciones. Así, mientras el nuevo faraón llegaba a una edad apropiada para ejercer el mando, ella se las ingenió para ser nombrada regente. Luego, ella supo mover tan hábilmente sus piezas, que a fin de cuentas logró hacerse con el poder absoluto (1490 aC). Durante su reinado, el país gozó de una tranquila prosperidad, aunque en su política externa mostró ciertas señales de debilidad. No hay duda de que la vida y la obra de esa notable mujer ameritan un nuevo viaje hasta aquel grandioso pasado.
El joven Tutmosis creció y comenzó a mostrar sus cualidades como soldado, pero a lo largo de unos veinte años, estuvo calladamente a la sombra de la reina Hatshepsut. En realidad, durante mucho tiempo, existió la sospecha de que ella había sido asesinada. Sin embargo, tras el hallazgo de su momia, se pudo comprobar que su muerte fue debida a una enfermedad... Al reflexionar sobre como eran las cosas en Egipto en esos tiempos, y las intrigas por el poder que sin duda existían, debería llegarse a la conclusión, de que entre ambos existió una relación de mutuo respeto. Algo resulta seguro, solo una mujer muy especial, podría haber mantenido bajo su control a alguien como él, durante un período tan largo.
Apenas enterados de su muerte, y considerando al nuevo faraón como un hombre de poco carácter, los gobernantes de los reinos rivales creyeron llegado el momento ideal para rebelarse en contra de los egipcios. Pero Tutmosis III, actuando con una gran firmeza, los aplastaría y los sometería a tributo, manteniendo esa situación durante todo su gobierno. Para entonces, resulta muy posible que sus enemigos asombrados, hayan llegado a preguntarse lo mismo que nosotros: ¿Cual pudo haber sido el secreto de Hatshepsut para mantener la sumisión de aquel gran hombre? Esa parece ser una pregunta de muy difícil respuesta...
Imperio egipcio, Siglo XV aC. Fuente: Egypt NK edit.svg. Por: Andrei Nacu. Editado por: Jeff Dahl. Traducido por : Rowanwindwhistler, 2013. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 |
Basta con decir, que durante su reinado, el imperio egipcio alcanzaría su mayor extensión territorial. Los consolidación de sus dominios alcanzó a extenderse desde el norte del río Éufrates, en el Asia, hasta la cuarta catarata del Nilo, hacia el sur de Egipto. El siempre victorioso Tutmosis III guió a sus ejércitos, en grandes batallas, como la de Megido, y en innumerables campañas militares, a todo lo largo de su reinado. No obstante, las cosas no siempre fueron así... Al momento de asumir plenamente su mandato (1469 aC), a la edad de veinticinco años, este gran faraón era considerado por muchos, como un hombre débil, tal vez como un verdadero títere. Pero, ¿como pudieron equivocarse de ese modo, con este personaje?
Tutmosis III. Museo de Luxor, Egipto. Foto por: Chipdawes, 2010. |
Tutmosis III había heredado las dos coronas de Egipto siendo apenas un niño, tras un verdadero juego de poderes. Sin embargo, su tía y madrastra, llamada Hatshepsut, habría que decirlo sin rodeos, era quien tenía todo el derecho para heredar el trono, solo que su condición de ser una mujer, le había puesto límite a sus aspiraciones. Así, mientras el nuevo faraón llegaba a una edad apropiada para ejercer el mando, ella se las ingenió para ser nombrada regente. Luego, ella supo mover tan hábilmente sus piezas, que a fin de cuentas logró hacerse con el poder absoluto (1490 aC). Durante su reinado, el país gozó de una tranquila prosperidad, aunque en su política externa mostró ciertas señales de debilidad. No hay duda de que la vida y la obra de esa notable mujer ameritan un nuevo viaje hasta aquel grandioso pasado.
Hatshepsut. 1490 aC. Museo de Bellas Artes, Boston, USA. Foto: Keith Schengili-Roberts, 2007. Lic. Attribution-Share Alike 2.5 |
El joven Tutmosis creció y comenzó a mostrar sus cualidades como soldado, pero a lo largo de unos veinte años, estuvo calladamente a la sombra de la reina Hatshepsut. En realidad, durante mucho tiempo, existió la sospecha de que ella había sido asesinada. Sin embargo, tras el hallazgo de su momia, se pudo comprobar que su muerte fue debida a una enfermedad... Al reflexionar sobre como eran las cosas en Egipto en esos tiempos, y las intrigas por el poder que sin duda existían, debería llegarse a la conclusión, de que entre ambos existió una relación de mutuo respeto. Algo resulta seguro, solo una mujer muy especial, podría haber mantenido bajo su control a alguien como él, durante un período tan largo.
Tutmosis III golpeando a sus enemigos, Siglo XV aC. Karnak, Egipto. Foto: Markh. Fuente: English Wikipedia. |
Apenas enterados de su muerte, y considerando al nuevo faraón como un hombre de poco carácter, los gobernantes de los reinos rivales creyeron llegado el momento ideal para rebelarse en contra de los egipcios. Pero Tutmosis III, actuando con una gran firmeza, los aplastaría y los sometería a tributo, manteniendo esa situación durante todo su gobierno. Para entonces, resulta muy posible que sus enemigos asombrados, hayan llegado a preguntarse lo mismo que nosotros: ¿Cual pudo haber sido el secreto de Hatshepsut para mantener la sumisión de aquel gran hombre? Esa parece ser una pregunta de muy difícil respuesta...
Los que van a morir te saludan...
Hacia el Siglo II de nuestra era, el imperio romano ya vislumbraba claramente los problemas que terminarían por ocasionar su caída; su enorme extensión, les ocasionaba un estado de guerra permanente. Al tiempo que sofocaban una rebelión en un sitio, surgían nuevos alzamientos en otros lugares. El desgaste económico que esto ocasionaba, con seguridad fue produciendo el debilitamiento progresivo de sus finanzas. La larga frontera que marcaba el río Danubio, sin duda resultaba muy difícil de defender, debido a la constante presión de las tribus germanas. Así llegó el momento en que Roma ya no podía aspirar a extender más sus dominios, debiendo conformarse, a veces a duras penas, con mantener sus posesiones.
La guerra en regiones apartadas, llegó a infiltrar a un enemigo para el cual no existía defensa posible: una epidemia, posiblemente de viruela, que llegó a diezmar la población en todo el imperio, incluyendo a la ciudad de Roma. Sin embargo, eran los tiempos de quien resultó ser más que un buen emperador. Además de ser un militar dotado de un gran vigor, él era un verdadero sabio, un filósofo. Dejó escritos que todavía causan gran interés, en el presente. Ese hombre era Marco Aurelio.
Estatua ecuestre de Marco Aurelio. Campidoglio, Colina Capitolina, Roma. Foto: Jean-Pol GRANDMONT, 2011. Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 |
De los diecinueve años de su mandato, pasaría unos quince, combatiendo a los aguerridas coaliciones germánicas, quienes siempre eran capaces de reponerse de las derrotas, para resurgir con mayor fuerza poco tiempo después. Aunque puede decirse que Roma salió vencedora de esa guerra, el desgaste que le produjo, atraería nefastas consecuencias, no mucho tiempo después. Agotado por las enfermedades y la dureza de la vida en campaña, Marco Aurelio falleció, en las cercanías de donde hoy se encuentra la ciudad de Viena, en el año 180. Lamentablemente para Roma, no tuvo buen criterio con la cuestión sucesoral, y a su muerte, el imperio quedó en las manos de Cómodo, su hijo de diecinueve años.
El emperador Cómodo . Foto: Masim, de En.Wikipedia Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 |
Era obvio que Cómodo, quien había crecido en medio del ocio y el lujo, no era el apropiado para heredar la corona imperial. Como emperador, continuaría llevando una vida llena de placeres y excentricidades. Sucedió lo que tenía que suceder: su gobierno terminaría siendo realmente desastroso para Roma. Bajo su mandato se instauró el terror, como forma de hacer política. Llegó casi a acabar con la institución del senado, mientras dejaba sentadas las condiciones para una cruel guerra civil. Además, el gasto desmesurado en festejos y en espectáculos públicos, resultó fatal para las ya maltrechas finanzas imperiales.
Uno de los caprichos de este emperador, era el de creerse un gran combatiente, un gladiador. Así, todo parece indicar que llegó a participar en combates, o en matanzas de animales, claro está, con todas las condiciones controladas, para salir ileso, y sin correr verdadero peligro. En el año 192, estalló una conspiración en su contra, y fue asesinado por un gladiador, quien lo estranguló durante un combate, cuando tenía la edad de treinta y un años. De algún modo, su absurda vanidad lo había llevado a buscar su propio final.
Estos sucesos sirvieron de base para la realización de una exitosa película. La historia del emperador-gladiador fue verídica, y fue la única vez que algo así ocurriría en los anales de la ciudad eterna...
No hay comentarios:
Publicar un comentario