El Hombre de Vitruvio, por Leonardo Da Vinci, ca. 1492. Galería de la Academia, Venecia Foto por: Luc Viatour/ www.Lucnix.be |
No existe duda de que los procesos evolutivos discurren de un modo extremadamente lento. El hombre actual es el producto de los cambios ocurridos a lo largo de períodos tan largos, que nos resultan difíciles de asimilar. Podría decirse, que todo se inició en África, hace unos catorce millones de años, cuando algunos primates comenzaron a "bajar de los árboles", por motivos que no están claros. Ellos, en su nuevo hábitat, debieron aprender a cazar y a defenderse, organizándose en manadas. Las relaciones causa-efecto, ¡y el paso de varios millones de años! fueron llevando a los homínidos a adquirir la capacidad de andar erguidos, mientras que aprendían a utilizar las manos, con creciente destreza. Más adelante descubrirían como obtener los beneficios del fuego, además de aprender a fabricar rudimentarios utensilios. Una mayor habilidad para comunicarse entre ellos, y el aumento de la capacidad craneana, sería la manifestación de los progresos alcanzados por los ancestros del hombre actual.
Con la aparición del Homo habilis, comenzó la llamada Edad de Piedra, o Paleolítico. Pero el lento destilado evolutivo se tomaría aun varios cientos de miles de años, antes de que el Homo sapiens llegase a caminar sobre las tierras del África subsahariana. Con el transcurso del tiempo, y siempre impulsado por la búsqueda de mejores condiciones de subsistencia, comenzaría su propagación incontenible, pasando a través de la Península del Sinaí, hacia las tierras de Canaán, en el Oriente Próximo, en donde fueron quedando antiquísimas huellas de sus progresos, para terminar por establecerse en casi todas las regiones del orbe, a lo largo de más de cien mil años. La necesaria adaptación a una gran variedad de ambientes daría origen a la diversidad étnica de la especie humana.
En su colonizar y conquistar, los seres humanos continuaron evolucionando, sin embargo, puede afirmarse que desde entonces, los cambios han sido más de índole cultural, que biológica. Los avances asociados a la civilización, comenzarían a darse de modo independiente, pero no al mismo tiempo, para todos los grupos humanos, en todo lo ancho del mundo. Tal como ocurrió con la agricultura...
Época del origen de la agricultura en todos los continentes. Autor: Davius, 2011 |
Hacia el noveno milenio antes de Cristo, los seres humanos ya mostraban una clara tendencia a dejar atrás sus días como cazadores y recolectores nómadas. Por aquellos tiempos, el clima se tornaba más moderado (final de la última glaciación). Ese cambio climático favorable les inducía al sedentarismo, y a producir sus propios alimentos. Para ello, fue necesario aprender el cultivo de algunas plantas, y así cosechar los frutos, raíces o granos, que ya conocían, en estado silvestre. Algo similar terminaría ocurriendo con la crianza de animales. De ese modo, comenzaron a ser más independientes de los azares de la naturaleza. El hombre se estaba haciendo mucho más dueño de su destino. Puede decirse, que el proceso de la civilización tomaría un notable impulso, a partir de entonces.
Aquellas personas, comenzaron a convivir en pequeños asentamientos, y fueron descubriendo gradualmente la conveniencia de diversificar sus actividades: algunos se encargaban de producir los alimentos, ya fuese como agricultores, o bien cuidando el ganado. Mientras que otros se dedicaban a la elaboración de objetos útiles, como vestidos, vasijas, y hasta de objetos suntuarios, como verdaderos artesanos. Esa diversificación de las tareas llegaría a ser de una gran importancia, con el crecimiento y desarrollo de las poblaciones...
Montañas del Kurdistán, en Irak, región en la que se encuentra el antiguo asentamiento agrícola de Jarmo. Fotografía: Jim Gordon, 2005 |
Lo que sí quedaba claro, era que el éxito de aquellos rústicos caseríos, se basaba enteramente en la capacidad de producir y almacenar alimentos para todos. Los más antiguos de esos poblados, se han encontrado en el Cercano Oriente, entre el este de Turquía, y las regiones altas que delimitan a las actuales naciones de Irán e Irak. Pero, muchos de esos asentamientos terminarían por ser abandonados de un modo repentino, al surgir algunos serios inconvenientes...
Uno de ellos, era la casi total dependencia de las lluvias, para regar sus siembras; cualquier retraso de una temporada lluviosa, podía significar la ruina de la cosecha, y provocar una terrible hambruna. Otro problema resultó ser, el permanente asedio al que eran sometidos, por parte de tribus de nómadas, siempre ávidos de tomar por la fuerza, aquello que no eran capaces de producir. Así, los pacíficos pobladores se vieron expuestos al pillaje, y hasta a la aniquilación. Defenderse o huir, eran sus opciones. Ese fue el precio que debieron pagar los pioneros de la civilización humana.
Bancos de palmeras, en la orillas del Éufrates, mostrando las ruinas de Babilonia. Tomado de: Babel and Bible, 1906 Copia Digital por: Internet Archive Book Images. {{PD-US}} |
Escena de los bancos del Tigris, por: Abdul Qadir al-Rassam Óleo, 1920. Mathaf: Arab Museum of Modern Art. Fuente: Google Cultural Institute. |
La búsqueda de mejores terrenos para sus cultivos, llevó a aquellos antiguos agricultores, a tomar rumbo hacia el sur, en donde se encontraron con una región de tierras llanas y fértiles, que iban desde la actual Siria, hasta una amplia franja, situada entre dos grandes ríos. Ese territorio y esos ríos son mejor conocidos por el nombre que los griegos les dieron, mucho tiempo después. Se trata de Mesopotamia, y de los ríos Éufrates y Tigris. Allí, luego de algunos milenos, al fin lograría germinar la semilla de la civilización, cuando el hombre logró domesticar aquellas aguas indómitas.
Excavación en la ladera norte de Tell Halaf, en Siria. Foto por: Bertramz, 2009 Lic. Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 |
Como testigos de esa presencia humana, quedaron los restos de algunas poblaciones abandonadas, convertidas en montículos, que han recibido el nombre de Tell. Los estudios arqueológicos de ellos, han permitido hacer el seguimiento a las diferentes fases o períodos de la civilización mesopotámica, desde sus inicios, en las montañas del norte, hasta realmente llegar a florecer, en las tierras del sur. Allí, en el bajo Éufrates, en la costa del Golfo Pérsico, hace seis mil años, ya surgían algunas poblaciones importantes.
Resulta de interés, el agregar que esas ciudades costeras (o sus emplazamientos), llegarían a quedar bastante alejadas del mar. De igual modo, los dos famosos ríos, que desembocaban por separado en aquellos días, terminaron por confluir como uno solo, el río Shatt al-Arab, que recorre casi doscientos kilómetros, antes de verter sus aguas en el mencionado Golfo Pérsico. Estos fenómenos ocurrieron como una consecuencia de la milenaria acumulación de los sedimentos fluviales.
Recreación del puerto de Eridú. Posiblemente la ciudad más antigua de Mesopotamia. Fuente: http://taisartlife.ru |
Lo cierto es que el surgimiento de esas concentraciones humanas relativamente altas (con más de diez mil habitantes), conllevaba a un sistema de vida muy distinto al de los primitivos clanes patriarcales. Por tanto, debieron ser creadas ciertas estructuras organizativas, las cuales, llegaron a convertirse en dominantes estructuras de poder. Ese poder terminó por concentrarse en las manos de un individuo, quien fungía como rey, y de unas encumbradas castas sacerdotales.
Aquellas poblaciones se irían desarrollando de una manera autónoma, como verdaderas ciudades-Estado. En un principio, reinaba la paz, ya que cada ciudad contaba con el espacio suficiente para su producción agrícola; con seguridad, hasta se mantendrían lazos de colaboración entre ellas... Por desgracia, con el crecimiento de la población, también se incrementaba la necesidad de producir suficientes alimentos. Es muy posible que hayan comenzado a ocurrir ciertos roces y discusiones, por la posesión de las mejores tierras. Esos conflictos, traerían como resultado, algo que ya nunca más abandonaría a la raza humana, la Guerra.
No obstante, ese no sería el único, ni siquiera el mayor problema que deberían afrontar esas ciudades. Durante muchos siglos, la amenaza más seria para ellas, siempre estuvo representada por las tribus nómadas que rodeaban a Mesopotamia: por el noreste, la gente de las montañas, quienes provenían de los montes Zagros; mientras que por el sur, estaban los hoscos habitantes del desierto. El resultado de sus ataques era el retroceso y la ruina, a un trabajoso comenzar de nuevo.
Recreación de los Jardines Colgantes de Babilonia, por: Martin Van Heemskerck, siglo XVI Fuente: http://www.olinia.net {{PD-US}} |
Una combinación de las guerras internas, de las invasiones externas, y ocasionalmente, de algunas inundaciones catastróficas, resultó ser la causa de los continuos altibajos de esa civilización, a lo largo del tiempo. Los períodos de bonanza, y sus ciudades florecientes, atraían, como la luz atrae a las polillas, a las tribus bárbaras. Sobrevenían entonces tiempos difíciles, largos períodos de atraso... hasta que de nuevo lograban encaminarse hacia el progreso y el bienestar, que invariablemente era seguido por una nueva debacle. La localización geográfica de Mesopotamia, fácilmente accesible, sin duda contribuyó a esa marcada tendencia a sufrir periódicas invasiones, a lo largo de su historia.
Pero, hace unos seis mil años, después de haber sufrido una nueva invasión, esos pueblos comenzarían a ser testigos de una verdadera época estelar en la historia humana. De un modo sorprendente, los nuevos amos, quienes tal vez solo hayan sido unos simples nómadas (aunque en realidad, su origen no está nada claro), serían capaces de levantar aquella civilización con la que se habían encontrado, hasta cimas insospechadas. La trascendencia de sus logros fue tal, que todavía en el presente, muchos de ellos, mantienen su vigencia.
La Torre de Babel, por Hendrik van Cleve III. Siglo XVI. Fuente: www.Sothebys.com {{PD-US}} |
Continuaremos de visita en esa lejana época, entre aquellos ríos de leyenda, para intentar conocer algo de esa misteriosa gente, que permitió, entre muchas otras cosas, que se empezara a contar la historia de todos los seres humanos...
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