Paris. Por Johann Heinrich Tischbein, 1815. |
Grandes expectativas anidaban en el corazón de Paris, ahora convertido en un altivo príncipe. Por ello, apenas se enteró de la partida de un grupo de emisarios hacia la corte de Esparta, no dudó en embarcarse junto a ellos. Allí reinaba Menelao, hijo de Atreo, junto a la bella Helena. Apartando a un lado lo que el más elemental sentido común aconsejaba, supuso que esa era la oportunidad que la diosa Afrodita le estaba ofreciendo, para hacer valer su promesa.